Trabajas, ahorras, sueñas, calculas, titubeas y finalmente te lanzas: compras tu boleto de avión.
O más bien, firmas un contrato que, para ser honestos, si viajas en clase económica, no es el más ventajoso.
Saldrás a la hora que la aerolínea más le convenga y podría ser hasta 2 horas 59 minutos más tarde de lo acordado sin que tengan siquiera que excusarse; comerás lo que te quieran dar; llevarás lo poco que te permitan; hasta la calidad del aire que respirarás dependerá de cuántas veces quieran filtrarlo.
Pero tienes tu silla: quizás tengas que viajar con tu rodilla clavada en el espaldar del pasajero de adelante y en una constante lucha por espacio vital con tu vecino de al lado pero tienes una silla que es tuya. ¡A veces hasta sabes de antemano cuál es!
Sólo que no es precisamente así.
Encima de ti podría estar sentada otra persona
Resulta que a menudo las aerolíneas venden más sillas de las que tienen a disposición.
"Apuestan a que van a poder ganar mucho dinero vendiendo sillas que no existen a altos precios", le explica a la BBC Simon Calder, el editor de la sección de viajes del diario británico The Independent.
"En un vuelo típico -y estos datos me los dio EasyJet, una de las pocas aerolíneas dispuestas a divulgar esa información- el 5% de los pasajeros no se presentan".
De allí que con la sobreventa los ocupan.
Quizás pienses que las aerolíneas no deberían hacer eso, es difícil imaginar a otras industrias siguiendo esta práctica con impunidad.
Pero eso significaría que muchos aviones volarían con sillas vacías, lo que aumentaría el costo financiero y ambiental, así que es probable que siga ocurriendo.
¿Qué se puede hacer?
Hasta los años 70, la política de las aerolíneas era cancelarle el viaje a pasajeros escogidos al azar cuando los vuelos estaban excesivamente llenos, lo que causaba indignación.
Para evitar la animadversión de sus clientes, las aerolíneas trataban de mantener el exceso de reservas a un mínimo, lo que significaba que los aviones volaban con menos capacidad y que las aerolíneas ganaban menos.
Para compensar, cobraban más por los boletos.
En los años 60, un economista estadounidense llamado Julian Simon se le ocurrió la solución que ahora nos es familiar: hacer una especie de subasta entre los pasajeros que quieran entregar sus asientos a cambio de vouchers o dinero, subiendo el valor hasta que todos los asientos necesarios sean reasignados.
Empezar ofreciendo US$100, por ejemplo, si aceptabas viajar otro día; si no es suficiente, intentar con US$200, US$500, US$800... y quizás sumarle otros regalos, como tiquetes gratis o viajes en clase ejecutiva.
Eventualmente algunas personas decidirían que vale la pena tomar el premio a cambio de su lugar en el avión.
A Simon no le prestaron atención hasta 1979, pero desde que las aerolíneas adoptaron su política las ganancias han sido enormes.
Un colega de Simon, el economista James Heins señaló en 2009 que en los primeros 30 años ese cambio había contribuido US$100.000 millones a la economía de Estados Unidos, pues le había permitido a las aerolíneas operar vuelos más llenos y rentables, lo que a su vez han recortado las tarifas aéreas y aumentado los ingresos fiscales.
¿Se puede hacer algo más?
Para Calder, una de las cosas que las aerolíneas podrían hacer para evitar problemas de lado y lado es ofrecer incentivos para que les avisemos que no podemos viajar y así podrían pronosticar en cuáles vuelos pueden tener problemas y en cuáles no.
Mientras eso pasa, recuerda que cuando compras ese boleto que te llevará a las vacaciones soñadas, estás aceptando reglas como las de la Administración Federal de Aviación y el Departamento de Transporte de Estados Unidos:
- Pagar por un boleto no te da derecho de volar;
- Tener un asiento reservado no te confiere el derecho de sentarte en él;
- La compensación máxima porque te dañen el viaje es fijada por la regulación;
- Como pasajero debes obedecer todas las órdenes de la tripulación;
- Todas las decisiones quedan a cargo de las compañías aéreas.
¡Feliz viaje!