La llegada del Apolo 11 a la Luna es un hito tan importante en la historia que, 50 años después, resulta difícil imaginar que la misión pudo haber tenido un final catastrófico.
Richard Nixon, quien era presidente de Estados Unidos en ese entonces, era el encargado de informar si se cumplía o no el objetivo de enviar humanos a pisar la Luna y traerlos de vuelta a la Tierra.
Y como aprendió el jefe del equipo de redactores de discursos del mandatario, William "Bill" Safire, tras hablar con funcionarios de la NASA, había una alta probabilidad de que sucediera una fatalidad, especialmente en todas las maniobras vinculadas a la Luna en sí.
Por un lado estaba el alunizaje del módulo Águila, donde viajaban Neil Armstrong y Edwin "Buzz" Aldrin.
Y, por otro lado, estaba el momento crítico del despegue desde la superficie lunar rumbo al módulo Columbia, piloteado por Michael Collins, donde regresarían a la Tierra.
Por eso el texto de Safire, titulado: "En caso de desastre lunar", trata solo sobre las muertes de Armstrong y Aldrin.
Qué decía el discurso
El trágico discurso que debía leer Nixon y que hoy se encuentra en poder de los Archivos Nacionales de EE.UU., elogiaba la valentía, sacrificio y espíritu de exploración de Armstrong y Aldrin.
Incluso se detallaba que, previo a pronunciar el discurso, "el presidente debía llamar a cada una de las futuras viudas".
También se especificaba lo siguiente: "al terminar, un clérigo debe realizar el mismo procedimiento de un entierro en el mar, encomendando sus almas a 'lo más profundo de lo profundo', concluyendo con el 'Padrenuestro'".
En concreto, esto es lo que decía el discurso:
"El destino ha querido que los hombres que fueron a la Luna a explorar en paz se quedaran en la Luna a descansar en paz.
Estos valientes hombres, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, saben que no hay esperanzas de rescatarlos.
Pero también saben que existe esperanza para la humanidad en su sacrificio.
Los dos han dado sus vidas por el más noble objetivo de la humanidad: la búsqueda de la verdad y la comprensión.
Serán llorados por sus familiares y amigos; serán llorados por su nación; serán llorados por la gente del mundo; serán llorados por una madre Tierra que se atrevió a enviar a dos de sus hijos hacia lo desconocido.
En su exploración, concitaron a la gente del mundo a sentirse como uno; en su sacrificio, unen más estrechamente la hermandad del hombre.
En la antigüedad, los hombres miraban a las estrellas y veían a sus héroes en las constelaciones. En la actualidad, hacemos lo mismo, pero nuestros héroes son hombres de carne y hueso.
Otros los seguirán, y seguramente encontrarán su camino a casa. La búsqueda del hombre no será negada. Pero estos hombres fueron los primeros y seguirán siendo los primeros en nuestros corazones.
Todo ser humano que mire a la Luna en las noches que vendrán, sabrá que hay un rincón de otro mundo que por siempre es humano".
Palabras incómodas
Anunciar el fracaso de una misión millonaria y la muerte de compatriotas nunca es una tarea simple para un presidente.
Pero en este caso, la pérdida trascendía lo científico y humano, pasando al plano geopolítico.
Y es que en el contexto de la carrera espacial, EE.UU. precisaba una gran victoria frente a su rival de la Guerra Fría, la Unión Soviética.
Los soviéticos fueron los verdaderos pioneros de la exploración espacial y gran parte de los avances que hoy se usan en la Estación Espacial Internacional se deben a los conocimientos y las innovaciones de la Unión Soviética.
No en vano fueron ellos los que llevaron al espacio el primer satélite, el primer ser vivo y el primer humano.
https://www.youtube.com/watch?v=16AhQaStWxg
De allí lo delicado del discurso elaborado por Safire y que, por fortuna, Nixon jamás debió pronunciar.
Los astronautas -que despegaron de Cabo Cañaveral, Florida, el 16 de julio de 1969, alunizaron el 20 de julio y regresaron a la Tierra cuatro días después- vivieron para convertirse en "los mejores embajadores en la historia de EE.UU.", en palabras de Nixon.
Cuando el presidente los visitó durante su cuarentena, les dijo que se sentía "el hombre más afortunado del mundo" por ser el encargado de "darles la bienvenida a la Tierra".
"Más de 100 gobiernos, emperadores y presidentes y primer ministros y reyes han enviado los mensajes más cálidos que jamás hayamos recibido", agregó.
"Como resultado de lo que sucedió esta semana, el mundo es infinitamente más grande", continuó. "Como resultado de lo que han hecho, el mundo está más unido de lo que jamás estuvo".
Armstrong moriría el 25 de agosto 2012 tras una operación cardiovascular, cuando tenía 82 años, mientras que Aldrin (89) y Collins (88) aún viven para conmemorar la hazaña histórica que sí fue.