En abril de 1917, cuando la Primera Guerra Mundial ya iba por su tercer año, Pablo Picasso acudió a una cena que ofrecía en Roma la riquísima marquesa Luisa Casati.
"El contraste con el París que acababa de abandonar, conmocionado por la contienda, era tan absurdo que Picasso logró mantener viva la memoria visual de ese día por el resto de su vida", escribe Judith Mackrell en su nuevo libro "El Palacio Inacabado".
"Cuarenta años después, el pintor todavía podía recordar a los mayordomos, vestidos con uniformes y vestimentas del siglo XVIII que se ocupaban de mantener vivo el fuego en el comedor, la boa constrictora que reposaba formando espirales doradas sobre una alfombra de piel de oso polar y, sobre todo, todavía se acordaba de la peculiar apariencia de la marquesa, ataviada con un vestido bordado con perlas, con un collarín rígido de tipo isabelino y un escote que le llegaba al ombligo".
Nacida en Milán en 1881 y huérfana desde los 15, Luisa Casati se convertiría en una figura rodeada de leyendas tan elaboradas como la ropa que llevaba.
Tenía una colección de mascotas que incluían una boa constrictora que llevaba alrededor del cuello, pavos reales entrenados para posarse en las ventanas y una bandada de mirlos albinos teñidos de diferentes colores para combinar según las temáticas de sus fiestas.
Casati encargó al diseñador del vestuario de la compañía artística Ballets Rusos crear atuendos extravagantes. Merece especial mención aquél hecho con pequeñas bombillas eléctricas que tras un cortocircuito incluso le provocó una descarga eléctrica tan poderosa que obligó a la marquesa a dar una voltereta hacia atrás.
Ella vivía tan fascinada por lo oculto que siempre llevaba consigo una bola de cristal y coleccionaba réplicas de sí misma hechas con cera, incluida una a escala real a la que le hizo una peluca con su propio cabello.
Durante sus fiestas, solía sentarse junto a ella en la misma mesa en la que estaban los invitados. Con la luz tenue de las velas, realmente les costaba ver quién era la Luisa real.
Físicamente, Casati era impresionante y resaltaba su figura de una forma muy inusual tal como relata un perfil que publicó The New Yorker en 2003.
"La marquesa era excepcionalmente alta y de un delgado cadavérico, con una cabeza en forma de daga y una cara un poco salvaje con ojos brillantes. Ella misma hacía que sus pupilas fueran más brillantes usando belladona y ennegreciendo el contorno de sus ojos con tinta china o khol.
Se pegaba pestañas falsas muy largas y unas tiras de terciopelo negro a modo de cejas", escribió Judith Thurman en un artículo que incluía bocetos de Karl Lagerfeld, un fan de Casati.
"La piel se la empolvaba de blanco y se teñía el pelo de manera que pareciese una corona en llamas. Sus contemporáneos no sabían decir si se parecía más a una vampiresa, un pájaro exótico, una andrógina, una diosa, un enigma o simplemente una lunática".
"Arte viviente"
Sin embargo, Casati no era simplemente una excéntrica extravagante, como revela Mackrell en su libro.
Sus fiestas -y los trajes que llevaba para tales ocasiones- estaban sumamente planeados y ella los veía como algo más que eventos sociales. Ella se veía a sí misma como una "obra de arte viviente".
Casati estaba "a caballo entre el periodo de la decadencia de la belle époque el modernismo temprano. Los movimientos artísticos que ella apreciaba era como ella quería presentarse a sí misma", le dice Mackrell a BBC Culture.
Tenía los ojos lánguidos de una pantera que acababa de devorar los barrotes de su jaula
El traje que electrocutó a Casati era en sí mismo una obra de arte.
Las bombillas estaban enganchadas por la punta a cientos de flechas que atravesaban un traje de armadura plateada que, adoptando la tecnología moderna, tenía la intención de mostrar sus credenciales como Futurista (un nuevo grupo de artistas que dan importancia a la máquina).
Otro atuendo que Casati usó en 1924 para el Beaumont Ball en París -un evento con una lista de invitados tan selectiva que incluso Coco Chanel fue excluida por ser demasiado "comercial"- fue un homenaje a Picasso y los cubistas.
Estaba hecho completamente de alambres y luces. Era tan ancho que no pasaba por la entrada del salón de baile del Beaumont.
El artista Christian Bérard, que fue testigo de Casati tratando de abrirse paso a través de la puerta, dijo que se derrumbó como si se tratase de un "globo aerostático aplastado".
Sus intentos de crear arte con sus propios vestidos tenía opiniones encontradas. Casati podía inspirar a pintores y escultores, bien como musa bien como sujeto.
Filippo Tommaso Marinetti, el líder de los futuristas, dijo de Casati que fue capaz de mantener el espíritu de las vanguardias durante el periodo de la Primera Guerra Mundial y le dedicó un tributo que decía "la gran marquesa futurista Casati, de ojos lánguidos como los de una pantera que acaba de devorar los barrotes de su jaula".
Tenía los ojos lánguidos de una pantera que acababa de devorar los barrotes de su jaula
Todos sus atuendos hacían que Casati fuera el centro de las páginas de cotilleos de la época.
"A pesar de su ridículo comportamiento y de su extravagancia sin sentido, lo que me gusta de ella es que que no había ninguna vulgaridad en ello. Había una especie de pureza en su deseo de ser una pieza de arte", apunta Mackrell.
Pero el mito alrededor de Casati dificultaba conocer quién era ella en realidad. "El gran desafío al escribir de ella fue tratar de entender quién era la mujer que estaba detrás de mitos, rumores y cotilleos tan extraordinarios", dice Mackrell.
"Fue muy frustrante ver que realmente había muy poco sobre sí misma: ni diarios ni cartas, así que era difícil poder contrarrestar con otras fuentes y voces muchas de las historias inventadas sobre ella".
Rumores
Pero a Casati poco parecía importarle eso. De hecho recibía con buen gusto a aquellos que alimentaban las historias sobre ella.
Se decía que daba paseos desnuda por Venecia en la noche, simplemente vestida con un abrigo de pieles y acompañada por los guepardos que tenía como mascotas.
Otro rumor contaba que varios de sus sirvientes murieron después de haberlos cubierto con una pintura dorada tóxica.
Otro, que ella ordenó crear maniquíes de cera donde guardaba los restos calcinados de sus examantes. Era una historia extrañamente similar a la de su heroína adolescente Cristina Trivulzio.
"Trivulzio era de hecho una mujer impresionante, una feminista de mediados del siglo XIX, una libre pensadora, escritora y activista política - a pesar de que se volvió popular por sus gustos necrológicos referentes a su vida sexual".
"A mí me interesaba aquello que permitía a las mujeres de la época ser personas excepcionales, libres para vivir una vida marcada por ellas mismas más que dictada por los hombres con los que se casaban o por sus padres".
"Casati pudo convertirse en esa criatura gracias a su riqueza pero también por el hecho de que la sociedad a finales del s.XIX y principios del XX estaba empezando a cambiar".
Mackrell asegura que a hoy en día, una figura similar a Casati es Lady Gaga, que también superó su timidez usando "transformaciones extraordinarias de su apariencia, sus vestidos y su maquillaje para poder crear una persona en la que poder vivir cómodamente en este mundo".
El contexto histórico y su volumen de gastos extravagantes, dejaron a Casati en la bancarrota. "En los años 30, el colapso de Wall Street hizo estallar la burbuja de los años 20 y eso la afectó profundamente", relata Mackrell.
Casati tenía millones de dólares y se vio forzada a vender todos sus activos y propiedades. Se mudó entonces a un apartamento de un cuarto en Londres, donde recibía la vistas sólo de algunos (incluido del fotógrafo Cecil Beaton). Según un testigo, se la vio incluso rebuscar en la basura.
Casati murió de un infarto en 1957, a los 76 años y fue enterrada con su perro pekinés y un par de pestañas falsas.
Pero siguió ejerciendo influencia tras su muerte: Vivien Leigh e Ingrid Bergman han protagonizado personajes basados en ella y ha servido de inspiración para diseñadores de moda como John Galliano, Alexander McQueen y Dries Von Noten. Jack Kerouac escribió incluso un poema sobre ella.
"Su atractivo sobrevive hoy en día. Es como una sensación de estar bailando hacia el abismo", concluye Mackrell.
Puedes leer el artículo original en BBC Culture en inglés aquí