El país en el que los estudiantes pasaban todos los exámenes haciendo trampa
Es un enigma. Uno se imagina que un sistema de exámenes menos corrupto permite que las habilidades de los estudiantes brillen independientemente de su estatus económico.
Se creería que los exámenes no distinguen entre ricos y pobres.
Pero un estudio sobre una campaña anticorrupción exitosa en Rumania reveló que surtió precisamente el efecto contrario: los estudiantes más pobres se desempeñaron peor en las pruebas una vez las artimañas fueron desmanteladas.
La investigación fue llevada a cabo por un equipo de tres economistas, incluyendo la doctora Oana Borcan de la Universidad de Anglia del Este, en Inglaterra.
Borcan había atestiguado la corrupción cuando era estudiante del último año de bachillerato en Rumania en 2006.
Cuenta que cuando se preparaba para presentar el examen para convertirse en bachiller la corrupción era muy evidente. Esa prueba determinaría si podía avanzar en el sistema educativo y llegar a las universidades élite del país.
La trampa, dijo Borcan, era "descarada". Gran parte sucedía abiertamente.
"La mañana anterior al examen, los estudiantes iban recolectando dinero, una pequeña contribución para dársela a los vigilantes (que supervisarían los exámenes). Algunos alumnos daban, otros no. Era voluntario".
"Recuerdo ver a estudiantes que sabía que tenían, en general, calificaciones bajas, sacar los puntajes más altos. Eso me dejó una impresión muy fuerte y duradera".
Tan fuerte que, de hecho, jugó su parte en la dirección que tomaría su propia carrera.
Respuestas idénticas
La trampa llegó a tal punto que en 2010 cientos de estudiantes entregaron las planillas de respuestas idénticas.
Fue entonces que se encendieron las alarmas y la tormenta mediática que se desató llevó a procesamientos judiciales de funcionarios de alto perfil.
Como consecuencia, el gobierno introdujo medidas anticorrupción contundentes para la presentación de exámenes en el futuro.
Instalaron sistemas de monitoreo de cámaras de circuito cerrado en los salones donde se presentaban los exámenes y una gama de castigos severos fue publicitada ampliamente para disuadir a quienes tuvieran la intención de hacer trampa.
Las penalidades iban desde multas o perder el trabajo hasta sentencias en prisión. A los estudiantes que sorprendieran haciendo trampa no se les iba a permitir volver a presentar el examen, una sanción menos drástica, pero muy problemática.
"Hubo muchos juicios", indicó Borcan.
"Según los informes de la Dirección Anticorrupción, entre 2010 y 2013, 280 maestros y estudiantes fueron procesados, 99 de los cuales recibieron sentencias de prisión de entre seis meses y cinco años".
Todo indicaba que la campaña anticorrupción estaba funcionando.
Para 2012, la tasa promedio de aprobados se había reducido a la mitad en comparación con el año 2009: de más de 80% a 43%.
Los puntajes promedio previos a la campaña se desplomaron y se estabilizaron.
El efecto de las cámaras
Los resultados fueron recibidos con beneplácito en general.
Sin embargo, el estudio de la doctora Borcan y sus coautores, Mikael Lindahl y Andreea Mitrut de la Universidad de Gotemburgo, Alemania, buscaba determinar cuán efectivos habían sido los diferentes aspectos de la campaña.
Utilizaron rigurosos análisis estadísticos de la información emanada de cada uno de los 43 municipios de Rumania.
Factores potenciales que pudieran afectar los puntajes fueron eliminados a través de grupos de control y por medio de la comparación de los resultados en diferentes áreas en las que, por ejemplo, las cámaras de circuito cerrado fueron introducidas en años diferentes.
En general, los investigadores encontraron que las cámaras fueron las responsables de hasta 50% de la caída total de las tasas de aprobados.
Pero fue la combinación de este monitoreo con la amenaza real de castigo más una cobertura mediática fuerte lo que hizo que la campaña fuera tan efectiva.
Borcan y sus colegas también compararon los hallazgos con campañas similares contra la corrupción en países como Moldavia, que tenía problemas similares de trampas en los exámenes, así como también de Camboya e India.
Lo que no se esperaban
El resultado que terminó siendo como una bomba en esta investigación, sin embargo, fue revelado cuando analizaron el impacto de la campaña en términos del estatus socioeconómico de los estudiantes.
Las tasas de aprobados de los estudiantes más pobres (alumnos receptores de asistencia financiera) cayeron en 14,3%, comparado con 8,1% de los estudiantes en mejores situaciones económicas.
Los puntajes generales también disminuyeron desproporcionadamente.
Como resultado, los investigadores concluyeron que "la campaña anticorrupción terminó aumentando la desigualdad entre los estudiantes pobres y los que no lo son, y eso redujo significativamente sus posibilidades de ingresar a la educación superior".
Los investigadores admitieron que ese hallazgo los sorprendió y les costó determinar las posibles razones.
La causa más probable, emergió en el estudio, fue que las formas "colectivas" y "pequeñas" de corrupción, como las que atestiguó Borcan cuando era estudiante, tuvo un efecto curioso: si bien eran pagadas por estudiantes de familias acomodadas, que podían sobornar a los vigilantes, sus beneficios eran compartidos por todos.
Le daba a los estudiantes más pobres "un pasaje gratis" a las calificaciones altas.
Eso también significó que al impedir la trampa, las ventajas académicas de los estudiantes más privilegiados en términos financieros se volvieron aún más evidentes.
Efecto nivelador
Las trampas de una u otra forma proporcionaban un tipo de efecto nivelador.
"Hay un aspecto positivo en todo esto", indica la investigadora. "Cuando la corrupción era generalizada, no podíamos saber cuál era la escala real de la desigualdad. Nuestros hallazgos revelaron cuán amplia la desigualdad es realmente".
"Consciente de la brecha real, el gobierno puede frenar la fuente de la desigualdad".
La investigación planteó además cuestionamientos más amplios, por ejemplo, sobre cuán sabio es tener una dependencia tan fuerte en un examen de "alta participación" para ingresar a la universidad.
Aunque hasta ahora la investigadora no ha tenido ninguna respuesta directa del gobierno rumano, espera que un nuevo gobierno y un nuevo ministro de Educación tomen en cuenta los hallazgos de su investigación.
"Espero que sostengan el debido diálogo y que seamos capaces de formular las preguntas que las autoridades necesitan responder", señaló la experta.