El gobierno británico puso en línea el fin de semana 41 millones de testamentos desde el año 1858, sobre la base de archivos de Inglaterra y Gales. En esos documentos se incluyen los testamentos de figuras como el escritor Charles Dickens, el ex primer ministro Winston Churchill, el economista John Keynes, el matemático Alan Turing y la princesa Diana de Gales.el escritor George Orwell, en el que insistía que sus notas, manuscritos y recortes de prensa fueran preservados tras su muerte (1950)
"Es un recurso fantástico no sólo para los genealogistas, sino también para toda persona que tenga interés en la historia social o en los personajes célebres", declaró la secretaria de Estado para la Justicia encargada de los tribunales, Shailesh Vara. La base de datos en línea permite a los interesados efectuar una búsqueda escribiendo un apellido y el año de fallecimiento. Una copia electrónica del testamento seleccionado puede ser obtenida en 10 días, pagando 10 libras (unos 12,75 euros), según señala la agencia France Presse.
Así, se puede leer que el escritor Charles Dickens (1812-1870) -autor de Un Cuento de Navidad y Oliver Twist, entre otras obras-, pese a su vida llena de comodidades, pidió ser enterrado sin pompa y en forma privada, que el economista John Keynes (1883-1946) deseaba que sus notas y sus manuscritos inéditos fueran destruidos o que el matemático Alan Turing (1912-1954), quien descifró los códigos del Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial, dividió sus pocos bienes en partes iguales entre un grupo de colegas y su madre. Por su parte, el escritor George Orwell -autor de textos como Rebelión en la Granja y 1984- solicitó que sus notas, manuscritos y recortes de prensa fueran preservados tras su deceso, ocurrido en 1950.
En el caso del ex primer ministro Winston Churchill, dejó 304.044 libras a sus familiares que, traducidas al valor actual, equivaldrían a más de seis millones de euros. En el caso de la princesa Diana de Gales, fallecida en un accidente en París en 1997,la mayoría de su herencia, avaluada en ese tiiempo en unos 21 millones de libras, terminó a manos de sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique de Inglaterra.