El pequeño abultamiento en la palma de la mano de Dave Williams es apenas perceptible: la mayoría de la gente no notaría a primera vista algo del tamaño de un grano de arroz entre el pulgar y el índice.

Solo cuando el hombre de 33 años abre su puerta con un ademán de la mano es que se hace evidente que algo raro está pasando.

Insertado debajo de la piel de Williams sobresale un implante de microchip, un circuito electrónico dentro de una cápsula de vidrio en forma de píldora, el cual se puede utilizar como una tarjeta de crédito sin necesidad de contacto.

Williams, ingeniero de sistemas de la firma de software Mozilla, es uno del creciente número de "biohackers" que están eligiendo incrementar las capacidades de su cuerpo mediante la tecnología.

En el caso de Williams, eligió implantarse en su mano un chip de identificación por radiofrecuencia (RFID) por pura curiosidad.

El procedimiento lo ha convertido esencialmente en una tarjeta inteligente sin contacto.

Al registrarla con una variedad de dispositivos, puede usarla para activar ciertas funciones, como transferir sus datos de contacto al teléfono móvil de un amigo.

Otro nivel de comodidad

"Tengo la peor memoria del mundo", dice Williams.

El hecho de que ahora tiene en todo momento dentro de él un aditamento que abre las puertas y desbloquea su computadora -y que no puede dejar en su casa u olvidar- es una gran ventaja.

"También es divertido darle a alguien mi número y dirección de correo electrónico tocando su teléfono con mi mano".

Este nuevo nivel de comodidad es uno de los mayores atractivos para aquellos que instalan implantes RFID, y el número de personas experimentando con los dispositivos va en aumento.

Un fabricante de chips, Dangerous Things, dijo a CNBC el año pasado que había vendido más de 10,000 de ellos, junto con los kits necesarios para instalarlos bajo la piel.

Pero a medida que se generalizan, las preocupaciones están aumentando sobre lo que la tendencia podría significar para la privacidad y la seguridad personal.

Recientemente una compañía de máquinas expendedoras con sede en River Falls, Wisconsin, anunció que está ofreciendo implantar chips en las manos de sus empleados.

La firma Three Square Market dice que un chip de US$300 permitirá a los trabajadores abrir las puertas, acceder a las computadoras e incluso comprar alimentos en su cafetería.

Ya 50 empleados se han anotado para insertarse un implante.

Y no son los únicos que lo hacen.

BioHax International, que suministra los chips a Three Square Market, dice que decenas de otras empresas de todo el mundo -incluidas algunas multinacionales- están buscando implementar programas similares en sus centros laborales.

La tendencia ha lanzado la alarma sobre si los implantes inalámbricos podrían ser utilizados para mantener vigilados a los empleados mediante el control de sus movimientos, y las agrupaciones de libertades civiles advierten que podrían ser utilizados como intrusión de la privacidad de otras maneras.

Muchos de los que ya trabajan con los implantes, sin embargo, encuentran que esta preocupación no tiene sentido.

Nada nuevo

"Es bastante fácil recoger este tipo de información sobre una persona sin un implante", dice Kevin Warwick, profesor de Cibernética y vicerrector adjunto de la Universidad de Coventry, quien se convirtió en una de las primeras personas en el mundo que tuvo un RFID implantado quirúrgicamente en su antebrazo en 1998.

La tecnología RFID está ya conectada a cargamentos, equipaje del avión y productos en las tiendas. Se utilizan microchips para para mascotas.

Muchos de nosotros la llevamos todo el día en nuestras carteras: la mayoría de los teléfonos móviles modernos están equipados con RFID, al igual que las tarjetas sin contacto, muchas tarjetas para viajes locales y pasaportes electrónicos.

No es un salto enorme dejar de llevar esta tecnología en nuestros bolsillos para tenerla bajo nuestra piel.

"El punto clave es que debe ser una opción para cada individuo", advierte Warwick. "Si una compañía dice que solo le daremos un trabajo si usted tiene un implante, plantea cuestiones éticas".

También vale la pena recordar que casi todos llevamos un dispositivo con nosotros todos los días que envía mucha más información sobre nuestros movimientos y comportamiento diario a empresas como Google, Apple y Facebook, como jamás podría hacerlo un implante RFID.

"Los teléfonos móviles son mucho más peligrosos para nuestra privacidad", dice Pawel Rotter, ingeniero biomédico de la Universidad AGH de Ciencia y Tecnología en Cracovia, Polonia.

"Si son hackeados, los teléfonos pueden convertirse en el espía perfecto con micrófonos, cámaras y GPS. En comparación con ellos, los riesgos de privacidad de RFID son muy pequeños".

"Ciencia ficción"

Las preocupaciones de vigilancia sobre el chip colocado en la parte posterior de su mano no inquietan a Dave Williams, ya que solo se puede activar si se coloca a pocos centímetros de un lector.

"Los temores de seguimiento al estilo GPS son estrictamente ciencia ficción en este punto", dice.

También está interesado en enfatizar que el procedimiento para implantarlo no es tan doloroso o complejo como algunos podrían imaginar.

Williams se instaló su chip él mismo, usando mucho yodo para mantener todo estéril.

"Casi no hubo dolor", dice. "Retirar el dispositivo sería un poco más difícil pero con un bisturí y un par de pinzas no es tan terrible".

Lo que sí preocupa

Sin embargo, los riesgos de hackeo y seguridad no se pueden obviar tan fácilmente.

Los chips RFID sólo pueden llevar un minúsculo dispositivo de 1 kilobyte con datos, pero Mark Gasson, investigador de la Escuela de Ingeniería de Sistemas de la Universidad de Reading, demostró que son vulnerables a programas maliciosos (malware).

Gasson tenía un chip RFID implantado en su mano izquierda en 2009 que manipuló un año más tarde que le permitió introducir un virus informático.

En el experimento, subió una dirección digital a la computadora vinculada al lector, lo que le daba la capacidad de descargar algún malware cuando estuviera conectada a la internet.

"En realidad fue una experiencia sorprendentemente violatoria", dice Gasson. "Me convertí en un peligro para los sistemas del edificio".

Mientras que las tarjetas regulares de entrada al trabajo pueden ser también hackeadas, el atributo que hace tan conveniente a un implante RFID -el hecho que no se pueda olvidar o dejar en casa- es también su mayor desventaja.

Cuando un artefacto subcutáneo funciona mal, la experiencia puede ser mucho más angustiosa.

"La tecnología de implante no se puede retirar fácilmente o, incluso, ni siquiera apagarse", dice Gasson.

"Sentí que el implante era parte de mi cuerpo, así que había un verdadero sentimiento de impotencia cuando las cosas no andaban bien".

Lee la historia original en inglés en BBC Capital

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