Decenas de correos electrónicos por día, un llamado por WhatsApp, guardar fotos en la nube, mirar un video en YouTube: todo eso es parte de nuestro día a día en el mundo digitalizado. Pero las computadoras utilizan electricidad, y la producción de electricidad a través de combustible genera dióxido de carbono (CO2).

La utilización de las tecnologías digitales ya superó hasta a la industria de la aviación en cuanto a la producción de CO2. Mientras el porcentaje de la aeronavegación en el total global de las emisiones de CO2 está, según estimaciones, en cerca del 2,5 por ciento -con tendencia al alza-, la transmisión de datos en todo el mundo y su infraestructura son responsables de casi el 4 por ciento de todas las emisiones de CO2. Eso constata el laboratorio de ideas The Shift Project en un reciente estudio. Esa ONG investiga posibles estrategias para lorgar una economía basada en energías renovables.

Rutina digital con un enorme consumo energético

En ese cálculo estimativo se incluyeron los costos de energía para la infraestructura informática, así como la energía utilizada para la transmisión de datos. Esta última consume más electricidad que la producción de todos los aparatos y tecnología juntos.

Según un estudio del gigante informático Cisco, en el año 2022, un 60 por ciento de la población mundial usará internet. Y la transmisión global de datos crece en más del un 25 por ciento anual, señala ese informe. Por eso habría que preocuparse por el uso de internet en el futuro, opina Maxime Efoui-Hess, uno de los principales autores de The Shift Project. En resumen, Efoui-Hess afirma que debemos dar paso urgentemente a una "modestia digital”.

"Tenemos solo fuentes limitadas de energía. Incluso si cambiáramos a las renovables, no podríamos partir de que se imponga su uso en la próxima década”, plantea el investigador. Internet funciona gracias a la red global, y para lograr una transmisión de datos "verde”, cada país de la Tierra tendría que usar las energías renovables. Pero eso no es lo que se espera que suceda. "Por eso la transmisión de datos a nivel global no debería seguir creciendo tan vertiginosamente como hasta ahora”, explica.

El streaming perjudica al medioambiente

La mayor parte de esos datos corresponden al uso de videos: un 80 por ciento de todos los datos son imágenes en movimiento en la red. Casi un 60 por ciento del flujo de datos en internet son videos online, entre los que se cuentan los videos almacenados en un servidor, que son vistos sin ser descargados a ninguna terminal (computadora, Tablet o teléfono móvil), y que son provistos por plataformas con base en la red global.

El problema reside en que las imágenes en movimiento necesitan enormes cantidades de datos. El promedio de emisiones de CO2 por el uso de videos online es de más de 300 millones de toneladas por año, según mediciones de 2018. Esa es la cantidad que emite, por ejemplo, España en un año. Cuanto más alta es la resolución, más datos se necesitan. Ver 10 horas de películas en HD consume, según The Shift Project, más bits y bytes que todos los artículos de Wikipedia en inglés.

El problema es nuestro cerebro, que está programado por nuestra evolución para reaccionar de inmediato a todo lo que se mueve. "Es por eso que en internet se combina cada vez más la información con las imágenes en movimiento. Música, información, publicidad”, explica Efoui-Hess. Entretanto, plataformas como YouTube, Facebook, Netflix y otras emplean ese artilugio de manera cada vez más refinada, continúa el experto. "Por ejemplo, con la función autoplay, que inicia los videos sin que haya que hacerlo manualmente. O con subtítulos. A través de ellos la información se consume más fácilmente y el usuario mira el video o el film casi siempre hasta el final”, añade.

¿Se podrá frenar el hambre de videos?

¿Tendremos que renunciar a ver nuestra serie o película favorita en Netflix o YouTube? ¿O habrá otra solución?

Lo mejor para evitar las emisiones de CO2 sigue siendo mirar series o películas en televisión analógica en lugar de usar el streaming o las mediatecas, dice Efoui-Hess. Si bien la televisión tradicional consume electricidad, los datos solo se transmiten a nivel nacional, en lugar de atravesar todo el mundo, como en internet. También Lutz Stobbe, investigador del Instituto Fraunhofer de Microelectrónica de Berlín, confirma la enorme cantidad de electricidad que consumen las vías de transmisión en la red. Decisiva es la llamada "última milla”, o tecnología a través de la cual llegan los datos al usuario. La transmisión de datos de los servicios de telefonía móvil es la que más electricidad consume.

Publicidad