Abrir un kit, girar el hisopo, sumergirlo en una solución, mezclar y esperar con impaciencia el resultado se ha vuelto un ritual familiar. Solo que esta vez no es un test de detección de covid-19 sino una prueba de ADN para perros.
La popularidad de estas pruebas, que surgieron hace unos quince años, se ha disparado recientemente en Estados Unidos, donde casi el 40% de las familias tienen al menos un perro.
Embark Vet, fundada en 2015 y que comercializa uno de los kits más populares en Estados Unidos, asegura a la AFP que ha registrado un crecimiento del 235% entre 2019 y 2020. Y la pandemia ha incrementado la tendencia, dice una veterinaria.
Cuestan entre 100 y 200 dólares dependiendo del kit. Pero en el país donde el perro es el rey, el precio se relativiza: los estadounidenses gastaron casi 104.000 millones en sus animales en 2020, según la asociación estadounidense de productos para mascotas.
"¿Poner fin a los rumores?"
Una vez que la muestra se envía por correo, la espera puede durar entre dos semanas y un mes. El principal objetivo es tener clara la raza del perro.
A veces cuando alguien compra un perro de pura raza quiere estar seguro de que no ha habido un error.
Fue el caso de Ashley Ternyila, que vive en Nueva Jersey. El pastor alemán que compró a un criador se parecía demasiado a un lobo, a pesar de su pelaje blanco, así que "para poner fin a los rumores, le hizo un test", dijo a la AFP.
Y quienes traen a sus mascotas de refugios buscan conocer datos de la vida pasada del nuevo miembro de la familia.
"Tener un perro también significa querer saber de dónde viene, cuál es su historia", explica Mila Bartos, una abogada de 51 años que vive en Washington. Adoptó a sus tres perras, Natty, Maisie y Mabel, y para cada una recurrió a una prueba de ADN, que le ofreció una visión general del árbol genealógico.
Descubrió que Natty, una mezcla de pitbull, beagle, chow-chow y pastor alemán, tenía un primo que vivía cerca, en Baltimore, o que Maisie, mitad labrador y con un pelaje marrón brillante, descendía de perros de exhibición.
Levi Novey, un consultor de 42 años radicado en Virginia, asegura que la prueba le permitió "comprender mejor" el comportamiento de Summer, su perrita negra de 6 kilos, "su energía, su instinto cazador" y "la forma en la que elige a las personas con las que es mimosa".
Es un "deseo de comprender, predecir y anticipar las acciones de sus perros" lo que refuerza la curiosidad de los dueños por la raza, considera Allen McConnell, profesor de psicología especializado en la relación de los humanos con sus mascotas.
De hecho, las razas de perros no se libran de los estereotipos ("los labradores interactúan bien con los niños, los pitbulls son perros guardianes agresivos"), que, aunque a veces son inexactos, pueden ayudar a interpretar el comportamiento del animal, explica.
Marcadores genéticos
Levi Novey también se quedó más tranquilo al ver que Summer no tenía predisposición a una enfermedad genética.
Es precisamente uno de los argumentos para estas pruebas: las más caras permiten revisar el ADN en busca de genes causantes de anomalías cardíacas, trastornos renales, sordera prematura...
Pero Sarah Bowman, veterinaria en Washington, advierte que el hecho de que un perro tenga el marcador genético (de una patología) no significa que tenga la enfermedad. Como mucho, estas pruebas permiten conocer el riesgo y extremar la vigilancia, explica.
La asociación de veterinarios estadounidenses recomienda consultar a uno de sus expertos "antes de tomar una decisión sobre la base de los resultados de estas pruebas".
Además en Estados Unidos, como en otros países, algunas razas de perros se consideran agresivas, como los pitbulls o los staffordshire terriers, y están prohibidas en ciertos apartamentos.
Y en un país muy dado a interponer demandas, cabe la posibilidad de que si un perro adoptado es mitad pitbull el dueño sienta que eso "le plantea un problema", sobre todo si teme un juicio. "Y si no quieres conocer esa información, entonces probablemente no deberías hacer una prueba de ADN".