Fue nombrada Fiscal General de Guatemala en 2014 bajo críticas y, sólo un año después, Thelma Aldana desentrañó un enorme caso de corrupción de su país, con una investigación que obligó al mismo presidente de la nación a renunciar, junto a varios ministros. Aunque por su incansable trabajo contra la corrupción recibe amenazas de muerte, Thelma Aldana está ayudando a crear una nueva era en el gobierno guatemalteco. Además, ha continuado el trabajo avanzado en derechos humanos para crímenes cometidos en la guerra civil, desde 1960 a 1996, poniendo especial foco en los abusos sexuales, diciendo que las mujeres fueron las principales víctimas de la violencia.

Aldana es abogada, magíster en derecho civil y procesal civil, y además ha hecho estudios sobre el acceso a las mujeres a la justicia. Fue escalando dentro del mundo de los tribunales, y en 1999 fue nombrada magistrada de la Corte Suprema de Guatemala; ahí, ya que considera que los tres poderes del Estado deben trabajar coordinados, conoció al presidente Otto Pérez Molina, quien en 2014, la nombró Fiscal General.

La elección de Aldana para liderar el sistema judicial fue ampliamente criticada -incluso por medios como The New York Times-; se pensó que era parte del partido del presidente -no lo es, aunque sí votó por él-, y que sería un títere del poder ejecutivo. Pero Aldana sorprendió a todos, incluso al mismo presidente, ya que al año siguiente desbarataba a La Línea: un sistema diseñado desde la misma presidencia, donde quienes introducían importaciones al país debían pagar coimas a aduana, dinero que se iba directo a pagar a políticos. Así, Aldana trajo abajo a Pérez Molina, su vicepresidenta, y cinco ministros. Dos ministros aún están profugos, junto al presidente del congreso.

Desde entonces no ha parado, y sigue trabajando en contra de la corrupción en organismos gubernamentales; por lo mismo, su vida peligra, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos le pidió expresamente al estado guatemalteco medidas de protección para ella y su familia.

“La corrupción se había vuelto parte de nuestra cultura. Pero no es normal que el presidente o vicepresidente sean corruptos. Los jóvenes entendieron esto. Pero tuvimos que convencer a otros sectores de la sociedad. Creo que lo logramos. Y me atrevo a decir que es un cambio cultural que llegó para quedarse”, ha contado la abogada, quien el año pasado, tras su espectacular desempeño, ganó el Premio Internacional a las Mujeres de Coraje, que honra a profesionales que han luchado por el género y derechos de la mujer.

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