El 13 de agosto de 2016, Puerto Rico se convirtió en una fiesta; la isla de tres millones y medio de habitantes, que en los últimos años sufre problemas económicos, vio a su gente unida en las calles, con banderas y sonrisas: por primera vez en la historia del país, un atleta ganaba una medalla de oro en los Juegos Olímpicos. La hazaña fue de Mónica Puig, tenista. “Toda la isla se unió. Sentí que los uní. Sé que en Puerto Rico no mucha gente sigue el tenis o sabe de lo que es. Pero es increíble cómo un momento así puede significar tanto para toda esa gente”, dijo ella, orgullosa, que tuvo un recibimiento con todos los honores y desfile por las calles.
Puig nació en Puerto Rico, pero desde muy pequeña que se fue con sus padres a vivir en Estados Unidos, siempre volviendo a su tierra natal los veranos para ver a sus abuelos. Su madre había sido tenista, aunque no profesional, y la metió en el mundo de ese deporte, algo poco usual para los boricuas, donde es más popular el baseball o incluso el fútbol.
Puig comenzó a ganar campeonatos juveniles, y a escalar en la carrera del tenis. Ahí se tomó la decisión de que jugaría por Puerto Rico, no por Estados Unidos, ya que su país de nacimiento, entre otras cosas, la apoyaba más monetariamente. “Jugar por Puerto Rico es la mejor decisión que he tomado en la vida”, ha dicho ella, “Estoy tan orgullosa de mis raíces”. En 2010, comenzó a competir en el circuito profesional.
Antes de los Juegos Olímpicos, Puig a había tenido un 2015 difícil; si en 2014 había ganado su primer torneo profesional, el año siguiente había bajado drásticamente en el ránking. Pero en 2016 repuntó, ganando su lugar en los Juegos Olímpicos, donde terminaría ocupando el podio de la victoria. Antes de su espectacular triunfo, Puerto Rico había acumulado dos medallas de plata y seis de bronce a lo largo de su historia. Puig cambió la historia. Actualmente, está número 32 en el ránking mundial de tenis.