Esta ganadora del Nobel tiene un acercamiento atípico a la neurociencia, ya que primero estudió sicología; como lo que le interesaba realmente era el funcionamiento interno del cerebro, se fue haciendo un camino académico destacado -junto a su ex esposo, con quien comparte el premio-, hasta llegar a descubrimientos importantes: el galardón de la Academia Sueca le fue entregado por la investigación que descubrió las células a las que le debemos nuestra capacidad de determinar nuestra posición y el conocimiento espacial.

May-Britt Moser nació en un pueblo de Noruega llamado Fosnavåg, y creció entre naturaleza y animales, siempre siendo una niña interesada en el porqué de las cosas. Aunque ella ha dicho que no fue la mejor alumna, sí sentía incentivada y apoyada por sus profesores; o por lo menos, ante la amenaza de su madre de que si no iba a la universidad la única otra opción era ser ama de casa. Fue a la universidad en Oslo, donde le interesaban los ramos de ciencias. Conoció a Edvard Moser, y juntos decidieron entrar a sicología; eventualmente se casarían y tendrían dos hijas.

La dupla comenzó a enfocarse, haciendo experimentos de comportamiento con ratones. Hasta que se dieron cuenta que les interesaba lo que pasaba fisiológicamente dentro de la cabeza, y los Moser buscaron hacer su master con un especialista en neurociencia, llamado Per Andersen. Eso no era tarea fácil, ya que los que trabajan con él eran todos de medicina, y no les gustaban los sicólogos. Tampoco tenía vacantes. “Cuando finalmente hablamos con él, decidí que no me iba a ir de la habitación hasta que nos aceptara como sus estudiantes. Sentí que estaba pegada a la silla. Al final, creo que simplemente se dio cuenta que no podía deshacerse de nosotros”. Así fueron aceptados, y comenzaron trabajando.

Los Moser trabajaron con ratones, laberintos y más, y tuvieron que estudiar  cómo funcionaban los mecanismos del cerebro. Eventualmente lograron identificar las células que permiten el conocimiento espacial, y cómo la parte dorsal del hipocampo está involucrada en la navegación, la memoria y el lenguaje. Así, aunque el hipocampo por fuera se veía como homogéneo, sus diferentes lados tienen distintas particularidades. Ese estudio sería el que en 2014 les ganaría el Premio Nobel de fisología o medicina.

“Mucha gente me pregunta cómo logré hacer todo este trabajo con dos hijas pequeñas. La respuesta es que estábamos tan concentrados en comprender el cerebro que simplemente hicimos que todo funcionara, no veíamos los problemas, nada podía detenernos. Desde los primeros días llevamos a las niñas al laboratorio”, ha contado ella.

El trabajo de May-Britt Moser ha seguido por décadas explorando el cerebro a partir de ese primer gran descubrimiento, conociendo nuevas células, y ayudando a comprender más del funcionamiento humano. Ha recibido fondos para levantar su propio laboratorio y hoy es directora del Centro de Computación Neuronal, que ella misma creó; para ella, es su tercer hijo.

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