Katharine Hepburn brillará siempre como una de las mayores divas de Hollywood, pero fue una estrella atípica. Desde pequeña cultivó un estilo más masculino; de niña le gustaba que la llamaran Jimmy y usaba el pelo corto. Cuando creció, su indiscutible belleza se transformó en  una herramienta de trabajo que ella siempre trató con indiferencia. Prefirió la comodidad de sus icónicos pantalones, rupturistas para la época, que el glamour de los vestidos y las joyas.

Durante sus 66 años de carrera la Hepburn apareció en 44 películas, 8 producciones para televisión y 33 obras de teatro. Lució su talento en comedias, cintas románticas, dramas de época y sobre las tablas. Ganó cuatro premios Óscar y estuvo nominada otras ocho veces. Después de un corto matrimonio que se transformó luego en una larga amistad, Katharine nunca volvió a casarse ni tuvo hijos. Tuvo varias relaciones que optó por no formalizar y el hombre de su vida fue, su también pareja cinematográfica, Spencer Tracy. Lo acompañó y cuidó por años en su alcoholismo pero él nunca se divorció de su mujer.

Katharine Hepburn rompió el molde de Hollywood transformándose en el ícono de la mujer moderna; muchos de sus personajes fueron mujeres independientes, de mucho carácter y con aproximaciones feministas. En la vida real se declaró a favor de las minorías, promovió abiertamente el control de la natalidad, apoyó el aborto y rechazó fuertemente el sistema publicitario negándose a cumplir con el rol que éste le asignaba a la mujer.

En 1991 lanzó su autobiografía Me: Stories of My Life que transformó en todo un best-seller y ocho años después fue nombrada por el American Film Institute como la mayor estrella femenina de la historia de Hollywood. Murió a los 96 años cargada de homenajes y buenas historias.

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