Hasta 1913 ninguna mujer en Sudamérica había entrado a estudiar Ingeniería Civil, hasta que Justicia Espada Acuña entró a esta carrera en la Universidad de Chile. Si bien la mujeres chilenas podían estudiar en la universidad desde 1877 gracias al decreto Amunátegui, las principales carreras elegidas eran pedagogía, medicina, enfermería y trabajo social.

Justicia nació en Santiago en 1893, hija de un ingeniero que promovió entre sus hijas que se valieran por sí mismas a pesar de las diferencias de género de la época, estudió en el Liceo de Aplicación para luego elegir Pedagogía en Matemáticas en la Universidad de Chile. Pero se aburrió de la carrera y se propuso cambiarse a Ingeniería Civil, un mundo completamente masculino, pero ante el cual Justicia no se sentía intimidada aunque en la facultad no hubiera ni baño para mujeres.

Con compañeros ilustres como el futuro presidente Jorge Alessandri, en 1919 Justicia se graduó, sin haber reprobado ningún ramo y así se convirtió en la primera mujer de Sudamérica en ser ingeniero. Comenzó a trabajar en 1920 en Ferrocarriles del Estado como calculista en el Departamento de Vías y Obras, de donde jubiló en 1954.

La presencia de Justicia en ingeniería impulsó de a poco a una nueva generación de mujeres estudiantes, que en 1959 representaban el 1% de la matrícula de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, y que este 2018 tuvo un récord de 30%.

En 1981 el Colegio de Ingeniero de Chile la incorporó a su “Galería de Ingenieros Ilustres”, y en 1990 se instauró el premio Justicia Acuña que se entrega cada dos años a una mujer destacada en la profesión.

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