El Peneca fue una revista infantil chilena de principios del siglo XX y que marcó a generaciones de niños en el país, mostrándoles personajes históricos, haciéndolos soñar con Quintín el aventurero y alimentando su amor a la lectura; fue Elvira Santa Cruz, alias Roxane, la mujer que estuvo a cargo tres décadas de la publicación, llevándola a su era dorada, y quien tenía como ambición que los niños de Chile avanzaran a través de su acceso a la lectura.

Nació en una familia aristocrática chilena, su padre era político, y con sus nueve hermanos y hermanas se criaron con educación de elite, institutrices y lecciones internacionales.

Lo suyo eran las letras, y comenzó a publicar con su seudónimo, Roxane, inspirado en la heroína de Cirano de Bergerac, en la revista Zig Zag, donde partió en el área de vida social, además de publicar en El Mercurio y La Nación. En 1914 vino su primera novela, Flor Silvestre, y luego seguirían obras de teatro como El voto femenino, o La familia busquillas. Precursora del feminismo nacional, sus textos siempre tenían interés en lo social, y en cómo la mujer iba habitando nuevos espacios en esos primeros años del siglo XX.

Pero fue en 1920 cuando tomó el trabajo que la consagraría en el periodismo nacional, al mando de la revista infantil El Peneca. La publicación para niños fue creada en 1908, pero había ido perdiendo lectores y disminuyendo su circulación; fue Elvira Santa Cruz quien la hizo un medio relevante, y fundamental para los niños de la época. Reclutó a su sobrino, el ilustrador Mario Silva Ossa, conocido como Coré, y le inyecto vida a las páginas, con cuentos, aventuras, personajes, y eventos para sus lectores que generaron una verdadera comunidad. Santa Cruz veía en El Peneca “una revista para todos los niños de Chile, tanto para los ricos como para los pobres, debe ser barata a fin de que no quede cerebro infantil, sin esa luz”. Fomentando una nueva generación de lectores, El Peneca pasó de 6 mil ediciones semanales, a más de 200 mil.

Además de su trabajo editoral, Santa Cruz también le dio tiempo a iniciativas sociales por los niños, además de ser inspectora del recién creado Ministerio del trabajo, donde supervisaba que las condiciones laborales de las mujeres fueran parecidas a las de los hombres. Siguió escribiendo, y desde sus viajes publicó diversas crónicas.

Se mantuvo siempre soltera y sin hijos, feliz en su soledad pero siempre interesada en rodearse de niños y trabajar por ellos. Dejó El Peneca en los 50 –que decayó sin ella rápidamente-, y murió en 1960, tras un ataque cardíaco, en su departamento del Parque Forestal.

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