Es uno de los cerebros más famosos en Chile, filósofa y analista de gran trayectoria y reconocimiento en el pensamiento crítico. Cordua ganó el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales en 2011 (compartido con su marido, también intelectual), además de decenas de otros honores. Hoy sigue trabajando, pasados los 90 años, y tiene una voz y visión de Chile, a través de la filosofía, que es tan aguda como certera.
Estudió en la Universidad de Chile, luego en Alemania, y luego de un periplo por Puerto Rico volvió al país en 1964 y formó, junto a su marido y otros académicos, el Centro de Estudios Humanísticos en la Universidad de Chile. Cordua se había casado a los 18 años, tuvo un hijo y rápidamente se divorció, para luego emparejarse con quien sería su dupla intelectual, Roberto Torretti.
Su expertise, dentro del pensamiento crítico de los siglos XIX y XX, incluye conocimientos de Hegel o Kant. Ha publicado decenas de libros, y si su punto de vista analítico puede revisar la más teórica y discursiva filosofía, también es una excelente escritora y analista de la actualidad nacional; aunque jubiló en 2011, sigue escribiendo y leyendo la prensa todos los días. Cree que su libro más logrado es, tras 15 años de investigación, El mundo ético: ensayos sobre la esfera del hombre en la filosofía de Hegel.
“¿Las tareas urgentes? Educar a todo el mundo. ¿No era lo que el movimiento estudiantil quería al principio? Lo segundo: enseñar a trabajar. Los niños deberían aprender que la vida no es un regalo. Enseñar a vivir es la tarea pendiente. Sería una enseñanza favorable al cambio”, dijo, por ejemplo, a La Segunda en 2014. Carla Cordua es una de pocas mujeres chilenas que se hacen un lugar en el eternamente masculino círculo intelectual nacional. Citada en estudios internacionales, Cordua explicó hace unos años a una revista: “He dedicado mi vida a aprender cosas y escaparme un poco del encierro de esta angosta geografía”. Hoy, a los 91 años, sólo da entrevistas sobre filosofía, porque dice no tener una biografía tan interesante.
Sobre el país hoy, y su necesidad de filosofía, declaró recientemente: “Por eso uno espera que se forme a los ciudadanos en la filosofía, para que justamente desarrollen ese tipo de capacidades, que sin duda hacen falta. En algún momento todos necesitamos tener la habilidad de preguntarnos, por ejemplo, por qué presuponemos que el crecimiento es bueno sin que suene como una pregunta estúpida. Ahí necesitamos el lenguaje y el razonamiento, para cuestionar los supuestos con que operamos. Esta no es una necesidad exclusivamente de los filósofos. Es tremendo cuánto nos hace falta disponer de estas habilidades reflexivas, críticas, que no son genéticas, sino culturales. Nunca en Chile habíamos necesitado tantos filósofos, nunca habíamos necesitado tanta filosofía”.