Las bolsas de plástico están por todas partes. En casa, en el supermercado, en la oficina, por las calles, también en los océanos. Se estima que, cada año, se usan cerca de 5 billones de bolsas en el mundo.
El daño ecológico que causan es igualmente a gran escala. El plástico mata alrededor de un millón de aves marinas y 100.000 mamíferos marinos, según cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Para el 2050, se calcula que el 90% de las aves marinas habrá ingerido plástico, lo que puede ocasionar, incluso, la extinción de algunas especies.
Frente a esta difícil realidad ecológica –y que para los más críticos parece casi irreversible− en Chile, desde agosto pasado, comenzó a regir una ley que prohíbe la entrega de bolsas plásticas en el comercio.
La medida busca generar un cambio de hábito en la población y apuesta por el uso de bolsas biodegradables o de un material distinto al plástico, como algodón, cáñamo, lino, yute u otras fibras vegetales.
Una apresurada ley
De acuerdo al Ministerio de Medio Ambiente, en Chile, se utilizan más de 3,4 millones de bolsas de plástico al año. Se estima que la vida útil de una bolsa no sobrepasa los 15 minutos y que demora cerca de 400 años en degradarse.
Estos desechos, luego, van directamente a los basureros municipales y al océano, donde las micropartículas de plástico son ingeridas por peces, mariscos y más tarde por los seres humanos que consumen estos alimentos del mar.
Uno de los objetivos principales que tiene la ley "chao bolsas plásticas” es proteger los miles de kilómetros de costa que posee Chile. "Podemos decir con orgullo que Chile se transformó en el primer país de América Latina que prohibió la entrega de bolsas plásticas en el comercio”, asegura a DW Guillermo González Caballero, jefe de la Oficina de Economía Circular del Ministerio del Medio Ambiente.
Pero ser los primeros del continente no garantiza que la ley esté libre de críticas.
Para César Sáez Navarrete, ingeniero civil químico y profesor en la Pontificia Universidad Católica de Chile, "la falta de consulta e integración de las entidades y entes involucrados, así como también de expertos en la materia, transformó a la ley en poco clara y con muchas aristas que podrían incluso provocar que el remedio sea peor que la enfermedad”, opina en conversación con DW.
El experto en biocombustibles y bioingeniería, agrega que, si bien la norma es un buen intento por mejorar la calidad ambiental de los suelos y el mar −a su juicio− se ha promulgado con premura.
Prohibir, ¿la solución?
La ley se publicó el pasado 3 de agosto. Desde entonces, rige gradualmente en el comercio chileno. Por ahora, solo se permite entregar un máximo de dos bolsas plásticas por compra. A partir de febrero del próximo año, las grandes tiendas no podrán entregar bolsas, mientras que los pequeños comercios tendrán un plazo máximo de dos años, hasta agosto de 2020. Asimismo, se establecen multas de unos US$ 350 por cada bolsa de plástico entregada por las empresas.
Otra decena de países y algunas provincias del mundo han aplicado medidas similares a las de Chile. Bangladesh, en 2002, pasó a convertirse en la primera nación en prohibir las bolsas plásticas; en Kenia, su uso se castiga con una multa de US$ 35.000 y penas de cuatro años de prisión.
¿Pero es necesario prohibir para reducir el uso de plástico? En Alemania, por ejemplo, las bolsas plásticas tienen un costo extra en el comercio, pero no existe una prohibición.
"Con un cambio cultural profundo no habría sido necesaria una ley que prohíba las bolsas. Las personas, ya conscientes del daño de estos materiales, habrían preferido otros con menores huellas ambientales”, asegura César Sáez.
Para Valentina Durán Medina, directora del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad de Chile, estas leyes en particular pueden ser muy efectivas. "No hay que tener miedo a las prohibiciones (…) Es deber de la administración considerar tanto instrumentos de mercado como regulaciones y, en algunos casos, prohibiciones”, dice a DW.
No solo bolsas
En 1933, los científicos británicos Reginald Gibson y Eric Fawcett descubrieron por accidente el polietileno, uno de los plásticos más comunes y usados en la fabricación de bolsas, envases, recipientes, tuberías, entre otros.
De ahí en adelante la producción no ha cesado. Se estima que en el mundo hay 8.300 millones de toneladas de polietileno. Las bolsas son solo una mínima parte de esa enorme cantidad que equivaldría a 80 millones de ballenas azules, un billón de elefantes y 822.000 torres Eiffel.
"Por ahora, la ley es un intento incompleto de reducción del efecto del plástico (…) Sin contar con los impactos sociales y económicos que está causando en muchas familias de nuestro país”, afirma a DW César Sáez.
"El problema del plástico debe abordarse de manera holística, con políticas claras de transición y sustitución, aprovechando una mirada de otros materiales disponibles en el mercado, con una educación fuertemente comprometida en esta línea y con un sistema de gestión de residuos mucho más avanzado y desarrollado”, propone el ingeniero chileno.
Mejorar la gestión
El sistema de gestión de residuos cobra importancia en esta discusión. En el mundo, entre el 1 % y el 3 % de las bolsas de plástico son recicladas.
"El inconveniente de las bolsas, y en general de los materiales de plástico, es su inadecuada gestión. Se botan en cualquier parte y no existen mecanismos para su reciclaje o valorización por diversos motivos, prácticos y tecnológicos, incluyendo el costo de algunos de ellos”, explica a DW César Sáez.
El experto medioambiental recomienda que para una adecuada gestión y transición se prioricen las bolsas producidas a partir de biomasa, con nulo aporte de petróleo y sus derivados, es decir, completamente biodegradables.
"El mérito de esta ley es que se hace cargo de las bolsas plásticas, encontrando los consensos políticos mínimos, pero abre la puerta para seguir avanzando con otros plásticos de un único uso, tanto en prohibiciones como regulaciones”, sostiene la abogada Valentina Durán.