Nuestros horizontes culinarios son ahora probablemente más amplios que nunca.
En las grandes ciudades, pero incluso en muchos pueblos pequeños, puedes caminar por una concurrida calle y encontrar un restaurant indio, un lugar de sushi o de comida china para llevar.
Sin embargo, algunos platos que quizás consideres como típicos de otras geografías en realidad son un invento local.
Y la gente del país de donde supuestamente se originaron ni siquiera sabe de su existencia.
Un general al que no le gustaba el pollo
Es el caso, por ejemplo, del pollo General Tso, uno de los platos chinos más queridos en EE.UU. y en otros países.
Trozos de crujiente pollo frito, saturados en una dulce salsa pegajosa, se ven en las mesas de los restaurantes chinos desde San Francisco hasta Omaha, Nebraska y Londres.
Sin embargo, como descubrió la chef británica Fuschia Dunlop cuando vivió en la provincia de Hunán, supuesto punto de origen del plato, allí nadie ha escuchado hablar de él.
De hecho, no es conocido en ningún lugar de China y ni siquiera sabe como algo típico de Hunán.
El General Tso fue una persona real, un militar de la provincia de Hunán protagonista en el esfuerzo para contener la Rebelión Taiping, un violento levantamiento de mediados del siglo XIX.
Su líder decía ser el hermano menor de Cristo. Y por poco logra derrocar la Dinastía Qing.
Pero hasta donde sabemos por los libros de historia, Tso se murió sin manifestar un interés particular en el pollo frito.
El vínculo entre su nombre y el ahora popular plato, escribe Dunlop, fue una ocurrencia de su inventor, el chef hunanés Peng Chang-kuei.
Peng, un célebre cocinero del gobierno nacionalista chino, se escapó a Taiwán después de la Revolución Comunista en 1949.
Y, tras abandonar la China continental, inventó el plato que, originalmente, era menos dulce y más amargo.
Dulce y pegajoso
El pollo General Tso llegó a EE.UU. por intermedio de los dueños de restaurantes que habían probado la receta de Pen en Taipei.
Con el paso del tiempo se transformó en su versión actual, dulce y pegajosa, aparentemente en respuesta a las preferencias del paladar menos amargo de los estadounidenses.
En el documental de 2014 The Search for General Tso ("En busca del General Tso"), que rastrea sus orígenes, los realizadores le muestran al chef Peng, quien para entonces tenía 96 años, fotos de la versión estadounidense.
"Esto es un disparate", murmulla allí.
Opción barata
La misma descripción podría seguramente ser aplicada a otra deliciosa adaptación de la comida china: el sándwich de chow mein.
Esa peculiar comida, que consiste en fideos fritos con salsa, servida entre dos pedazos de pan, surgió a mediados del siglo pasado como una opción barata para almorzar en los restaurantes chinos de la región de Fall River, Massachusetts.
Eran la misma clase de lugares donde se podía conseguir chop suey, que, se cree, se originó como un plato de vísceras y vegetales en la Provincia de Guangdong, de donde salieron muchos emigrantes chinos.
Su fama en el resto del mundo, sin embargo, es como un salteado de frijoles germinados, carne y vegetales, con infinitas variaciones, en una espesa salsa.
Incluso se convirtió en una palabra usada para describir cualquier revoltillo desordenado de ingredientes, como en el caso del chop suey estadounidense, mezcla de macarrones, carne picada y vegetales que se puede servir en las cenas de la iglesia de Nueva Inglaterra.
Efecto pizza
Sin embargo, la creatividad de la gente hambrienta no se limita a la comida de origen chino.
El pollo tikka masala, esa suculenta combinación de espesa salsa anaranjada y trozos de pollo, bien puede tener un sabor indio, pero podría haber sido inventado en Gran Bretaña.
Incluso la pizza fue una comida más bien intrascendente de pan plano cuando los inmigrantes italianos comenzaron a llegar a EE.UU. en el siglo XIX.
Su transformación en una maravilla recubierta crujiente de queso, emblemática de la cocina italiana, parece haber sucedido principalmente durante su exilio.
Los estudiosos incluso utilizan la frase "el efecto pizza" para describir algo que deja su lugar de origen, cambia hasta casi hacerse irreconocible (mientras sigue siendo celebrado como parte de la cultura de ese lugar), y luego vuelve, como otra cosa completamente distinta, a su asombrado país de origen.
Nadie pierde
En este juego culinario, probablemente no hay verdaderos perdedores.
Los nuevos alimentos son adaptados a los paladares locales, convirtiéndose en clásicos por cuenta propia.
Y si más tarde se desarrolla un gusto por la versión "auténtica", pues entonces tanto mejor.
Sin embargo, no se puede negar que los resultados pueden ser extraños.
Si alguna vez vas a China, busca en la sección de alimentos extranjeros de una cafetería para que veas el equivalente del chop suey.
Te encontrarás con un "plato occidental típico": una rebanada de queso americano derretido sobre un plato de arroz frito y vegetales.