Lo retro siempre ha sido una marca, dijo Ozuna antes de show en el Festival de Viña del Mar.

El reggaetonero se refería al uso de antiguos hits en las nuevas canciones del género urbano, como una maniobra que no era una moda pasajera sino un sello dispuesto a utilizarse en cualquier momento.

Al hombre de "Se preparó" lo esperaba el "Monstruo" de la Quinta Vergara, el mismo que un año antes fue amaestrado y sometido al antojo de Backstreet Boys, el acto musical que más expectativas trajo en aquella edición del certamen internacional.

Parte de la épica del show se basaba en los 20 años -21, de hecho- de su debut en Chile, en ese mismo escenario. Una hoja marcada con destacador en el catálogo de la nostalgia, y que volvió a ser puesta en primera página en Santiago durante la noche de miércoles. 

El Estadio Bicentenario de La Florida fue el recinto elegido, con una atmósfera de fanatismo juvenil-adulto irrepetible en otros proyectos de la misma época. Quizás porque se aparecieron por el fin del mundo cuando los artistas que desembarcan en nuestro país se contaban con los dedos de las manos, pero también porque durante las décadas posteriores supieron mantener a flote el barco con las herramientas que mejor se les iban dando en razón del tiempo.

El "DNA World Tour", por ejemplo, parte con una introducción espectacular: burbujas doradas moviéndose por las tres pantallas del escenario, para luego presentar de manera digital a Nick Carter, A.J., Howie D, Brian y Kevin -recibidos cada uno por un grito ensordecedor-. Una pequeña coreografía estilo Michael Jackson completa la secuencia, y entre el humo y las luces de los celulares de los asistentes sus figuras se vuelven reales.

Ya no bailan tanto, pero se mantienen en constante movimiento, con cada integrante preocupado de llenar un espacio; ya no cantan tanto, pero saben descansar en A.J. y Brian, (los dos que mantienen su voz en mejor estado) y aprovechar las armonías; también a un nombre como Nick Carter, que solo con plantarse en el medio de la pasarela en forma de T que completa la tarima pone a todo el estadio a cantar "Mijito rico". 

La actitud y el carisma, eso sí, aguantan estoicos los embates de las giras y el cansancio acumulado. Incluso, bromean con su edad y su estado físico al cambiarse ropa en una suerte de camarín improvisado que solo deja verlos del pecho hacia arriba -Kevin hasta lanzó su ropa interior al público-.

Además, distribuyen estratégicamente sus hits más universales como cumbres dentro del setlist. Primero "The call", un par de canciones después "Get down", más tarde "Incomplete", y así hasta "Quit playing games with my heart" seguida de "As long as you love me". 

De hecho, la última etapa del show es antecedida de un medley proyectado en las pantallas donde repasan todos sus éxitos como una línea de tiempo musical que despierta el apetito. Por eso, la consecución de "Everybody (Backstreet's back)", "We've got it goin' on", "It's gotta be you" y "That's the way I like it" es la mejor preparada por el quinteto y la más festejada por los fans.

Ya en el desenlace suena "I want it that way", que hasta el rapero Lil Uzi Vert -peso pesado del rap estadounidense de la nueva generación- la utilizó para su último single "That way". Ese es el poderío y la nostalgia mezclada con vigencia de su cancionero. 

Terminan con "Larger than life". Y este jueves, Backstreet Boys repite la dosis en el mismo recinto. Con ese guión tan revisitado como infalible.

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