Pasaron más de 5 años desde que un terremoto y un tsunami en la costa de Japón causaron una enorme fuga de material radiactivo en los océanos del mundo.
Los trabajadores lucharon para evitar un cataclismo en la planta nuclear de Fukushima y la radiación aumentó en un factor de decenas de millones.
Sin embargo, un nuevo informe de científicos australianos ha puesto de manifiesto que la radiación en el océano Pacífico está volviendo rápidamente a la normalidad y calcula que regresará a su nivel anterior en 2020.
¿Qué nos dice esto acerca de nuestra relación con la radiación?
El tiempo se detuvo en los alrededores de la planta nuclear de Fukushima; las casas y posesiones fueron abandonadas, tal vez para siempre.
Los esfuerzos para evitar nuevas fugas de agua radiactiva están en curso: una pared de tierra congelada subterránea está en construcción para tratar de minimizar la cantidad de material radiactivo que se filtra hacia el mar.
Aún falta superar enormes retos para lograr la descontaminación y va a tomar varias décadas antes de que la planta quede totalmente fuera de servicio.
El fondo del mar y el puerto cerca de Fukushima todavía están muy contaminados, lo que significa que el seguimiento de los niveles de radiactividad y la vida marina en esa zona debe continuar en los próximos años.
Sin embargo, cierta medida de normalidad está volviendo al océano más allá.
La energía nuclear es un tema emotivo.
Además de los argumentos políticos, ambientales y económicos, algunos creen que la radiactividad tiene una dimensión psicológica que dispara nuestros miedos internos.
En términos de la evolución humana, no hace mucho tiempo éramos cazadores-recolectores y enfrentábamos peligros por todas partes, desde plantas venenosas hasta depredadores.
Pero como estamos programados a reaccionar a los peligros que podemos ver, oler o saborear, la radiactividad -una amenaza invisible- tal vez tiene una resonancia particular.
Aunque al parecer los seres humanos somos particularmente ineptos cuando se trata de evaluar el riesgo, hay un montón de académicos que estudian estas cosas.
Y nuestra percepción de riesgo de la radiación es algo voluble.
Desde Fukushima, encuestas internacionales han mostrado grandes descensos en el apoyo a la energía nuclear en países como Alemania, Francia y Japón. De hecho, el gobierno alemán decidió cerrar sus centrales nucleares, como resultado de Fukushima.
Sin embargo, en Reino Unido y Estados Unidos sigue habiendo tantas personas a favor como en contra.
Por supuesto, para aquellos que experimentaron Fukushima de primera manola historia es muy diferente.
Muchos murieron como consecuencia del terremoto y el tsunami, pero según la Asociación Nuclear Mundial, nadie murió o se enfermó por la radiación.
Hubo actos de altruismo: un grupo de ingenieros jubilados y pensionados se ofreció a ir a la planta, con el argumento de que debían ser ellos los que arriesgaran sus vidas por los peligros de la radiación, no los jóvenes.
A cientos de miles de niños de Fukushima les están haciendo seguimiento por si les da cáncer, pero los expertos creen que habrá pocos casos adicionales provocados por la radiactividad liberada.
Sin embargo, las cifras del gobierno indican que más de un millar de evacuados han muerto por causas relacionadas con el "desastre".
Un informe de la ONU de 2014 señaló que el efecto en la salud más importante fue en el bienestar mental y social, por el enorme impacto del accidente y por el miedo y el estigma relacionado con la radiación, además de la incertidumbre sobre el regreso a sus hogares.
Como lo explicó un doctor: "Nadie ha muerto a causa de la radiación, pero es posible que ésta haya matado sus almas".