Cuando el presidente estadounidense Barack Obama firmó la elegantemente llamada "Ley de protección del paciente y asistencia asequible", en 2010, marcó el más importante cambio regulatorio en el sistema de salud de todo un país desde 1965.

No es de extrañar entonces que utilizara 22 bolígrafos diferentes para plasmar su rúbrica en el documento - ahora apodado con una denominación más simple, "Obamacare".

Era la continuación de una tradición estadounidense de larga data de donar las plumas utilizadas para firmar documentos históricos como regalos de agradecimiento.

Cuantos más estilógrafos se utilicen, más regalos se pueden hacer.

El presidente Lyndon Johnson, al parecer, utilizó más de 75 bolígrafos para firmar la emblemática Acta de los Derechos Civiles en 1964. Martin Luther King Jr. recibió uno de ellos.

Obama usó 22 bolígrafos para firmar, en 2010, lo que hoy se conoce como Obamacare.

Y la Parker Duofold Big Red utilizada por el general Douglas MacArthur para firmar un documento de rendición a bordo del USS Missouri -marcando efectivamente el final de la Segunda Guerra Mundial- está exhibida con orgullo en el Museo Militar de Cheshire, en Chester (centro-oeste de Reino Unido).

Pero, teniendo en cuenta que cada vez más países le están concediendo el mismo peso legal a la firma digital que a su homóloga a base de tinta, ¿quedarán ahora las plumas y las firmas manuales circunscritas a los museos?

El advenimiento de la e-firma

La florida firma de la reina Isabel I de Inglaterra denotaba poder y autoridad.

La idea de una firma o certificado digital que demuestre que eres quien dices ser ha existido durante muchos años.

Pero ha tardado un tiempo en echar raíces.

Las empresas no han adoptado masivamente la firma electrónica ya que "hasta ahora, no había un marco legal o reglamentario que la definiera adecuadamente", según sostiene Mark Greenaway, director de medios digitales de la firma de software Adobe.

Esta confusión ha alimentado el escepticismo.

"La tecnología ya estaba pero recién ahora se está adoptando porque la gente está empezando a creer en ella", dice Richard Croft, director de comunicaciones de la compañía de software Legalesign.

¿Quién eres?

La imposibilidad de comprobar la identidad en línea y autenticar documentos siempre ha sido un talón de Aquiles de internet.

Sin embargo, un número de diferentes tecnologías ha surgido para hacerle frente.

En Estonia, por ejemplo, todos los residentes mayores de 15 años tienen una tarjeta protegida por un número de identificación personal que contiene una firma digital.

Eso les permite acceder a los servicios del gobierno, firmar digitalmente documentos y votar electrónicamente en elecciones parlamentarias.

Los estonios han tenido tarjetas de identidad digitales desde 2002: las usan unos 1,2 millones de personas.

Pueden hacer todo eso también en sus teléfonos inteligentes. Alrededor de 170.000 personas votaron digitalmente el año pasado.

"Hace que la administración del negocio sea más fácil", dice Piperal. "Uno puede, por ejemplo, constituir una empresa nueva en sólo 18 minutos", dice Anna Piperal, directora general de e-Showroom en Enterprise Estonia.

No es de extrañar que el país se ahorre el 2% de su Producto Interno Bruto(PIB) cada año gracias al uso de la firma digital.

Ahora se puede firmar un contrato digitalmente.

Digital, ¿mejor que tradicional?

La compañía Legalesign, una de las líderes en producción de software para este campo, acaba de lanzar un producto que le permite a la gente firmar contratos escribiendo su nombre con el teclado, firmando con un ratón o subiendo su firma.

El sujeto firma en presencia de un testigo, y la identificación del firmante es verificada por correo electrónico. Usando un certificado digital encriptado, el documento final es a prueba de manipulación no autorizada.

"Piensa en Zlatan Ibrahimović firmando el contrato con Manchester United este verano: la firma con pluma es parte del ceremonial", dice John Curran.

El problema con la firma manuscrita -incluso aquellas hechas con hermosas plumas y floridos adornos- es que puede ser falsificada, señalan los que están en el negocio de las firmas electrónicas.

"Una firma manuscrita es simplemente una evidencia débil de que alguien accedió a hacer algo", opina Jon Geater, director de tecnología de la compañía Thales de seguridad digital.

"No es exactamente única o especial, ni prueba que una persona estaba realmente presente o dio consentimiento".

En cambio, sus contrapartes digitales - ya sea que usen la tecnología de cadena de bloques que se basa en un acuerdo de consenso antes de la verificación de una firma, o bien firmas digitales mediante contraseñas- permiten acabar con esta incertidumbre.

Poco confiables: las firmas de Guido Fawkes, uno de los participantes en la Conspiración de la Pólvora en Inglaterra (1605), antes y después de ser torturado.

"La tecnología digital moderna ofrece mucha mayor seguridad de que una pieza de información fue realmente aceptada o aprobada", dice Geater.

Esto permite que las relaciones comerciales sean "descritas, puestas en vigor y verificadas sin la intervención innecesaria de intermediarios superfluos".

Ron Hirson, director de producto de DocuSign, una empresa estadounidense de tecnología, concuerda diciendo: "Los beneficios de los negocios digitales están pesando más que la nostalgia por la firma manuscrita".

La ceremonia de la firma

Pero aunque insiste en describir las firmas "húmedas" o de tinta como "extremadamente primitivas", Croft concede que las versiones digitales carecen de encanto.

"Ver la Carta Magna en persona posee una cierta magia. En un par de generaciones, la idea de ver una copia digital de un documento histórico firmado con el código de cifrado de Su Majestad probablemente no tendrá el mismo impacto", admite.

Y algunas de las mayores empresas del mundo dependen del ritual de poner la pluma en el papel para complacer a la multitud.

¿Sería igual de interesante ver la Carta Magna si se hubiese firmado digitalmente?

"Piensa en Zlatan Ibrahimović firmando el contrato con Manchester United este verano", dice John Curran, antropólogo de negocios y fundador de la firma de investigación JC Innovation and Strategy.

"Va más allá de la firma de un contrato lucrativo. La naturaleza ceremonial le permite al club, como marca, mostrar su intención de alcanzar el éxito, al tiempo que satisface la necesidad de los aficionados de ver que su equipo se está desarrollando".

Por otro lado, ciertamente no parece que estemos perdiendo nuestro amor por las lapiceras de pluma.

En EE.UU., las ventas al por menor de la pluma tradicional aumentaron 4% en 2016 en comparación con 2015, según el Grupo NPD.

El mercado de las plumas apuesta por el lujo: el elegante estilógrafo Astograph de Caran d'Ache.

"La gente todavía quiere estilógrafos lujosos para las firmas importantes y significativas", dice el analista de NPD Leen Nsouli.

Y eso lo saben empresas como la suiza Caran d'Ache, que recientemente colaboró con la marca MB&F para crear su edición limitada de plumas Astograph.

La última pieza de lujo tiene 99 componentes y su precio es de unos US$25.000.

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