Un eclipse solar es un evento maravilloso, pero para disfrutarlo –y no lamentarlo, por el resto de tu vida– debes proteger apropiadamente tu vista. Para lograr que este evento sea inolvidable, presta atención a los siguientes consejos.
Salvo durante el breve lapso que dura un eclipse total, el Sol emite siempre una enorme cantidad de luz, por lo cual mirarlo directamente puede provocar daños irreversibles en la vista. La única manera de evitar lo anterior es protegiéndote de la luz visible y también de los rayos ultravioletas e infrarrojos, de alguna de las siguientes maneras:
- Usando lentes o visores especiales para ver eclipses
- Usando filtros solares, si estás mirando a través de binoculares, telescopios o cámaras
- No mirando al Sol directamente sino usando algún método de proyección.
Por qué no se puede mirar el Sol sin protección
Aunque sea por breves segundos, mirar al Sol en forma directa, sin protección adecuada, puede provocar desde conjuntivitis, dolor en los ojos, hipersensibilidad, enrojecimiento y visión borrosa, hasta quemaduras en la córnea o en la retina, donde se encuentran los fotorreceptores que nos permiten ver. Si esto último ocurre, puedes experimentar pérdidas irreversibles –de diverso grado– en tu capacidad visual las que incluyen hasta la ceguera total.
La retina no tiene receptores de dolor, por lo que algunos daños pueden pasar inadvertidos durante horas, e incluso días, hasta que adviertas los primeros síntomas, como no distinguir colores o experimentar pérdidas en tu visión central. Si observas alguno de estos problemas después de ver el eclipse solar, busca ayuda médica inmediata.
Cómo se produce el daño
No toda la radiación emitida por el Sol es capaz de atravesar la atmósfera terrestre. De aquella que sí puede hacerlo, la radiación ultravioleta es la que más daño puede provocar a nuestros ojos y piel.
Si miras al Sol sin protección, a los pocos segundos las células del primer lente transparente del ojo (córnea) se empiezan a inflamar (y pueden llegar a explotar), provocando una enfermedad llamada fotoqueratitis. Entre los primeros síntomas que permiten identificarla está la sensación de tener un cuerpo extraño bajo el párpado y, en casos extremos, lagrimeo y fotofobia. Afortunadamente esta condición es reversible con aplicación de tratamiento médico.
Si permaneces mirando al Sol por más tiempo, su luz brillante puede inundar tu retina, en la parte posterior del globo ocular, donde se alojan los fotorreceptores, aquellas células sensibles a la luz que hacen posible la visión. Esta sobreestimulación hace que las células liberen una gran cantidad de compuestos, causando un daño en la retina que es difícil de advertir pues no causa dolor y los síntomas pueden demorar en aparecer.