Ocho patas, ocho ojos y un par de colmillos venenosos. La araña promedio está tan bien equipada que es casi una bendición que sean animales solitarios y normalmente se las encuentre en pequeñas cantidades...
O al menos esto era lo que pensaba hasta que en medio de la selva amazónica peruana me encontré cara a cara con una colonia de varios miles de arañas.
En forma de arcos, las telarañas se extendían de un árbol a otro, en una estructura que contenía demasiados de estos bichos como para poderlos contar.
Eran arañas, pero no como las conocía: parecían funcionar como una sociedad, tal y como lo hacen las hormigas o abejas.
Y es que si bien la mayoría de las arañas son lobos solitarios, un escaso puñado ha evolucionado al punto que su socialización rivaliza con las colonias de hormigas, panales o incluso sociedades de primates.
24 de 45.000
La Anelosimus eximius es la especie que encontré en la selva. No son el único tipo de arañas sociales que hay en el mundo, pero sí que son las que tejen las telarañas más grandes que hay.
Algunas de estas estructuras pueden llegar a medir 7,6 metros de largo y 1,5 metros de ancho.
Una red de ese tamaño puede llegar a hospedar hasta 50.000 arañas. Estos son muchas piernas, ojos y colmillos.
La primera vez que se descubrió la A. eximius fue hace más de un siglo por el aracnólogo francés Eugène Simon.
Desde entonces se han descubierto más arañas sociales, una de ellas recientemente en Ecuador por la entomóloga Leticia Avilés.
La sociabilidad se muestra en al menos siete familias de arañas y en total sabemos de 25 especies sociales de entre las 45.000 especies documentadas del planeta.
Las arañas del amazonas
Una colonia de A. eximius cuenta con machos y hembras adultos, así como jóvenes. Pero la mayoría de las que están en la telaraña son hembras.
En los años 80, investigadores descubrieron que en una colonia los machos son entre el 5% y el 22% de la población.
Las colonias de arañas tienen los trabajos repartidos por vocación, no por castas.
Las arañas comunales trabajan juntas para construir, mantener y limpiar sus redes.
Estas cooperan para cazar la presa, y comen juntas cuando tienen por delante un festín.
Las hembras alimentan a sus crías vomitando arriba de ellas, tal y como lo hacen los pájaros. Incluso lo hacen por otros retoños.
En otras palabras, trabajan juntas para cuidar a los más pequeños de la colonia, es una especie de guardería de arañas.
Las colonias cercanas tienden a relacionarse, debido a que las colonias nuevas se forman de dos maneras.
Algunas veces una telaraña muy grande se rompe a la mitad –quizás por un aguacero, alguna rama o incluso la caída de un mono– dejando dos colonias pequeñas.
Otras veces, las hembras se separan del grupo para empezar una nueva telaraña y eventualmente otras se suman. Después de todo, la probabilidad de supervivencia es mayor cuando se está en grupo.
Estos dos procesos ayudan a explicar por qué las colonias A. eximius tienden a encontrarse en racimos, muchas veces de hasta 40 colonias en pocos kilómetros.
Las razones de la socialización
Mientras veía cómo se comportaban las arañas en la selva, una abeja cayó atrapada en una red gigante.
De repente, decenas de estos depredadores de ocho patas descendieron en masa hacia el insecto de rayas amarillas y negras a tal punto que fue imposible verlo entre la masa de diminutas patas arácnidas.
Una cosa es segura: esta abeja está acabada.
¿Por qué la abeja fue objeto de tan fatal destino? O para ponerlo de otra forma, ¿cómo y por qué unas cuantas arañas se hicieron sociales cuando la abrumadora mayoría de sus compatriotas viven en solitario?
Es probable que la primera araña, probablemente la proto-araña, fuera solitaria. Así que las arañas que hoy han dado pie a las arañas sociales también han tenido que haberlo sido.
Pero ocurrió algo extraordinario: se hicieron sub sociales, aprendieron a tolerarse, al menos por un tiempo, incluso si no disfrutaban de la compañía.
Esta primera tolerancia pudo haber surgido como el resultado del cuidado parental.
En algunas arañas de la actualidad, se trata solo de defender los huevos. Pero en otras, las que han evolucionado socialmente, tienen comportamientos más parecidos a los mamíferos.
La mayoría de las arañas no viven en comunidad.
Las hembras ofrecen comida y protección para el desarrollo de sus crías, y a veces incluso a otros retoños.
En algunas especies las madres hacen el sacrificio último de convertirse en alimento para sus pequeños. Después de todo, las arañas subsociales todavía pueden ser caníbales.
"Son arañas que ya cuentan con la cooperación de crías", señala el aracnólogo Jonathan Pruitt de la universidad de California en Santa Bárbara. "Pero en la medida que maduran se hacen intolerantes entre sí".
En otras palabras, solo la tolerancia juvenil no es suficiente para convertir a las arañas en sociales.
Muchas ventajas
El ambiente en el que viven las arañas también tiene que ser el adecuado.
Investigadores han descubierto tres elementos ecológicos que con frecuencia llevan a que los arácnidos vivan en comunidad.
En primer lugar, las arañas sociales tienden a alimentarse de presas más grandes.
Las arañas solitarias que viven en lugares donde es difícil dominar una presa más grande pueden eventualmente descifrar que es en su propio beneficio el que trabajen juntas.
El paso de la tolerancia a la cooperación es más pequeño que el paso de la agresión a la cooperación.
Los aguaceros pueden destruir las telarañas.
Otra característica común son las fuertes lluvias.
La lluvia no tiene que ser frecuente, pero cuando es realmente intensa, tiene el potencial de dañar seriamente las telarañas.
Cuando una tempestad se lleva la red y amenaza la sobrevivencia de la araña, las que tienen un atisbo de comportamiento social les puede ir un poco mejor que aquellas con una actitud aislacionista.
Como resultado, algunos expertos tienen la hipótesis de que el ambiente hostil favorece la cooperación.
Y por último está la telaraña misma.
Casi todas las arañas tejen telarañas, y la mayoría de estas tienen complejas estructuras tridimensionales, como la de forma cónica de la A. eximius que encontré en la jungla.
Pruitt piensa que esto se podría deber a una simple cuestión de mecánica.
Las telarañas de las arañas sociales se tejen en tres dimensiones.
Es más fácil para dos arañas que están justo en la cúspide de la evolución de la sociabilidad unir sus redes, si lo hacen en tres dimensiones, a que si las tejen más planas en dos dimensiones.
Así que la combinación de tolerancia –tamaño de la presa, clima hostil y geometría de la telaraña– crean la tormenta perfecta para que en las arañas surjan comportamientos sociales.
Y si añades el hecho de que es más fácil defenderse de los depredadores en grupo, y que esas redes comunales ofrecen un lugar relativamente seguro como para quedarse en el mismo sitio en vez de arriesgar irse de la telaraña donde naciste para tejer un nuevo hogar, la cooperación parece ser un acuerdo ideal.
Más igualitarias
Estas arañas tienen un comportamiento muy distinto al de otros insectos sociales.
Las abejas y hormigas están separadas en castas; unas son obreras, otras soldados y hay una clase reproductiva. Aquellas que no están incluidas en la clase de reproducción son estériles, no podrían tener crías incluso si así lo quisieran.
Las hormigas tienen castas, las arañas no.
Mientras que las arañas sociales son más igualitarias.
Cualquiera puede hacer el trabajo, y todas son capaces de reproducir.
No es que las sociedades de arañas no crean en la división del trabajo. Es solo que esos papeles no se rigen estrictamente como lo son para los insectos sociales.
Y mientras que algunas arañas sociales no se reproducen, no es porque sean físicamente o genéticamente impedidas.
Se requiere de mucha nutrición para hacer unos cuantos cientos de arañas bebés, y una araña que no tiene una dieta lo suficientemente rica, no está para la labor.
En vez, los trabajos de las arañas se dividen según el sexo y la edad.
Cada vez más los investigadores están convencidos que las arañas se organizan de acuerdo a sus personalidades.
"Son increíblemente organizadas", aclara Pruitt.
Las arañas Stegodyphus sarasinorum tienen personalidades.
Al estudiar arañas individuales, el experto y otros han descubierto que algunas arañas son más propensas a pasar los días atacando a depredadores, mientras que otras son más hábiles reparando la telaraña, manteniéndola limpia y libre de parásitos y cuidando de las crías, entre otras tareas.
"Las vocaciones de las arañas están íntimamente relacionada a su eficiencia en esas vocaciones", agrega el especialista.
En otras palabras, las arañas sociales tienen personalidades distintas, que les ayuda a definir su papel en la comunidad.
De alguna forma, esto no es muy distinto a las sociedades humanas.
Es más probable que las personas audaz, que les gusta asumir peligros, terminen desempeñándose como bomberos o policías, mientras que aquellas más calculadoras y reflexivas terminen como abogados o arquitectos.