Conrad Röntgen, un profesor de física de Würzburgo, de 40 años, experimentaba el 8 de noviembre de 1895 con tubos de rayos catódicos, en su laboratorio del Instituto de Física de la Universidad Julius Maximilian. En realidad, solo quería ver los hermosos efectos lumínicos que se habían producido en un experimento anterior.

De pronto observó que, a cierta distancia, un vidrio fluorescente comenzó a brillar. Röntgen quedó sorprendido. El objeto estaba a una distancia mayor de la que se suponía que los rayos catódicos podían alcanzar. E incluso seguía brillando aunque interpusiera un papel de carbón o una tablita de madera entre él y los cátodos. El científico había descubierto una radiación electromagnética hasta entonces desconocida. “Su gran mérito radica en haberse dado cuenta de que era algo excepcional y haber continuado investigando“, afirma Roland Weigand, miembro del Consejo Röntgen, que restauró y habilitó como museo el lugar donde trabajó el físico, con aparatos originales de su época.

Durante seis semanas, Röntgen no salió de su laboratorio y siguió experimentando. Bautizó la radiación que había descubierto como “rayos X“. En alemán se le puso posteriormente el nombre de su descubridor.

La primera radiografía

El 22 de diciembre de 1895, tomó la primera radiografía de una parte del cuerpo humano: una mano de su mujer. Seis días después, presentó su trabajo “Sobre un nuevo tipo de rayos”. En 1901, fue galardonado con el Premio Nobel de Física. Los rayos X transformaron sustancialmente el diagnóstico médico. Ya durante la Primera Guerra Mundial se utilizó esta técnica, no solo en casos de fracturas óseas sino también para detectar enfermedades bacterianas como la tuberculosis.

Hoy en día, los rayos-X se emplean también durante intervenciones quirúrgicas, por ejemplo para controlar continuamente la posición de los instrumentos cuando se extirpa un tumor. Los aparatos de rayos X son igualmente importantes para la industria y la seguridad: con ellos se puede controlar el equipaje, examinar obras de arte y piezas arqueológicas, o detectar defectos de materiales.

Los riesgos de la radiación

Hasta la década del 50, los médicos y los físicos utilizaban sin mayores reparos los rayos X. Solo después de la Segunda Guerra Mundial se impuso lentamente en la conciencia pública el hecho de que se trata de una radiación ionizante y, en consecuencia, aumenta el riesgo de cáncer. En la actualidad, los médicos limitan la toma de radiografías al mínimo necesario. Además, existen nuevos métodos que requieren menor cantidad de radiación, como la resonancia magnética. No obstante, también la tomografía computarizada emplea rayos X y la dosis requerida para captar una imagen tridimensional es bastante mayor que la necesaria para tomar una radiografía convencional.

Conrad Röntgen murió en 1923, a la edad de 77 años, de cáncer intestinal. Es probable que su enfermedad no haya tenido relación alguna con sus experimentos, ya que las dosis de radiación a las que se sometió eran muy pequeñas.

Publicidad