Subir por empinados cerros, caminar kilómetros cargados con pesados equipos, soportar las inclemencias climáticas de la inhóspita Patagonia chilena. Una expedición de científicos sorteó una odisea en la búsqueda de restos de dinosaurios.
Durante dos semanas, un equipo de 20 investigadores -paleontólogos, paleobotánicos y geólogos- surcó el agreste cerro Guido, en la Patagonia chilena, en busca de vestigios de dinosaurios y plantas que habitaron allí hace millones de años.
La zona es un libro abierto para los científicos, que la exploran desde hace tres años y que esperan les entregue información por las próximas dos décadas.
Pero el lugar es también una de las zonas más inhóspitas e inexploradas del planeta, con frío y vientos que arrecian con fuerza de noche y de día.
"Esta fue una campaña muy dura. A diferencia de los otros años, el factor climático fue mucho más severo, hubo vientos inesperados, tal vez no estuvimos muy preparados, pero nos apañamos (ayudamos) con lo que teníamos", relató a la AFP Sergio Soto, paleontólogo de la Universidad de Chile y miembro de la expedición, organizada por el Instituto Antártico Chileno (Inach).
El saludo de los guanacos
La odisea arrancó el 15 de febrero en las "Las Chinas", una estancia de más de 100.000 hectáreas dedicada principalmente a la ganadería, donde los científicos, en su mayoría jóvenes de entre 25 y 30 años, llegaron con enormes mochilas, carpas, comida, herramientas y equipos de supervivencia y electrificación para la búsqueda de los fósiles.
Vestidos con indumentaria de montaña para capear el fuerte viento patagónico, los investigadores enfrentaron, primero, una dura caminata de casi cinco horas, abriéndose paso entre empinadas colinas, una abundante vegetación y cursos de agua. Cada tanto, un guanaco -un camélido típico de la zona- se cruzó en el camino de los exploradores.
Un tractor –el único medio de transporte que puede cruzar estos parajes– trasladó el equipaje y los víveres previstos para la expedición.
Después de un recorrido de 14 km, endurecidos por una intensa lluvia y la caída de nieve, los científicos lograron llegar hasta "El Puesto", como se le conoce a una pequeña casucha de apenas dos ambientes donde se cobijan cuidadores de ganado y que sirvió para comer y abrigarse durante las dos semanas que duró la expedición. A su lado, un gélido río en el que algunos valientes se atrevieron a bañarse.
"Entre más esfuerzo ponemos, estamos seguros que encontraremos fósiles más importantes", sostuvo Marcelo Leppe, jefe de la expedición y del Departamento Científico del Inach.
En el improvisado refugio hay también una cama, pero nadie la ocupó por acuerdo de todo el grupo, que decidió que todos sus miembros debían dormir bajo las mismas condiciones, en carpas que se armaron al alrededor de la casucha.
Gran esfuerzo logístico
Los primeros dos días el clima le jugó una mala pasada a la expedición, que debió mantenerse en el campamento, hasta que un tibio sol les permitió a los científicos llegar hasta el lugar que se cree es uno de los reservorios de fósiles de dinosaurios más grandes de la región, con unos siete km de extensión.
Con picos, palas, brochas y cuchillos y tras subir un cerro de casi 1.000 metros de altitud, se hicieron a la tarea de desenterrar con extremo cuidado los fósiles de dinosaurios, plantas, flores y hojas de árboles prehistóricos, cuyo hallazgo aquí refuerza la teoría de que especies prehistóricas de América y la Antártida migraron hace millones de años por puentes que los unían.
"Estas campañas son caras, dificultosas, implican un esfuerzo logístico muy importante porque se traen gentes de todo Chile y de otros países", afirmó Leppe.
Después de dos semanas, y con un enorme hueso de dinosaurio como recompensa, los científicos dejaron su campamento con la promesa de volver el próximo año para seguir con la búsqueda de los dinosaurios.