Durante años, Elena Efros ha escrito a personas presas en Rusia para darles apoyo. Hasta el día que le tocó enviarle una carta a su propia hija, Yevgenia Berkovich, encarcelada por una obra de teatro. Mientras tanto, aflora la masculinidad tóxica.
Efros, de 64 años, no se esperaba a este arresto. Desde 2015, está al frente de una red de personas que escriben a los presos políticos. "Si tenían que encerrar a alguien, pensaba que sería yo, por estas cartas", afirma.
La dramaturga Svetlana Petriychuk, de 43 años, y la directora teatral Yevgenia Berkovich, de 38, fueron detenidas en mayo por "justificación del terrorismo", un cargo que puede acarrear siete años de cárcel, por un espectáculo realizado en 2020.
Su obra teatral, "Finist, el valiente halcón", inspirada de un cuento tradicional ruso, habla de mujeres manipuladas y reclutadas por el grupo Estado Islámico (EI) para casarse en Siria. La pieza recibió dos premios en los prestigiosos Golden Mask rusos.
Pero los tiempos han cambiado y, desde el ataque contra Ucrania, cada vez más artistas considerados hostiles al presidente Vladimir Putin, o que no se han expresado a su favor, están censurados o despedidos. Algunos se han exiliado.
"Destructología"
El caso de estas dos mujeres se basa en el "análisis" de un lingüista que se presenta como el creador de una nueva ciencia, que él llama "destructología", y que asegura que las autoras defendían simultáneamente el EI y el "feminismo radical".
La acusación de "feminismo radical" se ha sumado al discurso conservador, anti-LGTB+ y anti-Occidente de los seguidores del Kremlin y del Patriarcado ortodoxo.
El poder exalta la imagen tradicional de los hombres heroicos que combaten en Ucrania, aunque el ejército ruso esté acusado de violaciones y crímenes de guerra por Kiev y oenegés, lo que Moscú desmiente.
Incluso un organismo del ministerio ruso de Justicia consideró inválido el "análisis" contra Petriychuk y Berkovich y por ello se abrió otro examen. Entretanto, las dos mujeres siguen en la cárcel.
Elena Efros asistió el 2 de noviembre a una audiencia en Moscú sobre la prolongación de la detención provisional de su hija.
Sus abogados denuncian acusaciones absurdas. Explican que la pieza en cuestión denuncia el terrorismo y piden al juez liberar a Berkovich, para que pueda estar con sus hijas adoptivas, de 17 y 19 años.
"Han dejado a dos muchachas enfermas sin su madre desde hace seis meses", dice Berkovich, vestida de una camisa blanca inmaculada. Hace una pausa, con el rostro contraído por el dolor, aprieta los dientes para contener un grito y retoma la palabra.
"¡Esto es tortura!", repite dirigiéndose a los representantes de la fiscalía, un hombre con la cabeza rapada, que la observa sin inmutarse, y una mujer en uniforme, que escribe en su teléfono, sin siquiera mirarla.
"Mujeres libres"
La defensa trajo a una psicólogo que explica que la hija menor de Berkovich, traumatizada tras haber crecido en un orfanato, tiene pesadillas en las que ve a su madre morir en la cárcel.
El juez se retira, 1H30 de espera. "No augura nada bueno", teme Efros. El magistrado regresa y rápidamente lee su decisión: detención prolongada hasta el 10 de enero.
"Los jueces no tienen conciencia, aplican un programa fijado de antemano", susurra Efros en los pasillos del tribunal, mientras la abogada de su hija, Ksenia Karpinskaya, dice no entender "tanta crueldad".
Madre e hija provienen de una reconocida familia de activistas. La abuela materna de Yevgenia Berkovich, la autora Nina Katerli, luchó por los derechos humanos y contra el antisemitismo.
Las "mujeres libres" que se niegan a "quedarse en la cocina" son el blanco de este caso, estima Efros, según la cual la "masculinidad tóxica" está aflorando en Rusia desde el 24 de febrero de 2022.