La obesidad, las enfermedades cardiacas, la diabetes... los males de la vida moderna no son pocos y el principal culpable es: ¿una dieta con exceso de grasas? ¿O el azúcar?
Cuando Robert Lustig, endocrinólogo de la Universidad de California en San Francisco, señaló en 2009 al exceso de azúcar generó un intenso debate en la comunidad científica.
Desde 1965, el enemigo público número uno de la salud eran las grasas saturadas y muy pocos se atrevían a contrariar su papel protagónico en la creciente epidemia de obesidad.
Pero hoy, después de más de 50 años y varios estudios, la balanza se inclina a señalar que el exceso de azúcar es tan o más riesgoso como un consumo indiscriminado de grasas.
¿Por qué nos demoramos más de de medio siglo en caer en cuenta de los riesgos del azúcar?
Una investigación publicada por la revista de la Asociación Médica Estadounidense ofrece una particular respuesta: hubo una conspiración.
La Asociación del Azúcar
Uno de los autores de la investigación, el profesor de la Universidad de San Francisco, Stanton Glantz, le aseguró a BBC Mundo que la industria del azúcar pagó a investigadores para desviar la atención de su producto estrella.
Glantz señala a la Asociación del Azúcar, una agremiación de empresas azucareras estadounidenses, la responsable de los estudios parcializados.
"Lo que hicieron fue contratar a tres académicos de la Universidad de Harvard que trabajaban en nutrición para que hicieran una reseña científica de la información que relacionaba el azúcar y las grasas con las enfermedades cardíacas y, de manera sistemática, descartar los datos en referencia al azúcar", comentó.
Según documentos de la época, la Asociación pagó US$6.500 en 1967 (unos US$48.900 actuales) a dos de los científicos por su labor.
Una carta entre el director de la Asociación del Azúcar y el investigador Mark Hegsted, con fecha de octubre de 1966, revela el completo control ejercido sobre el estudio cuando el director de la asociación dice sobre el último borrador: "Déjeme asegurarle que era justo lo que teníamos en mente".
Mediante un comunicado, la Asociación del Azúcar reconoció "falta de transparencia" en sus investigaciones, pero aseguró que era difícil referirse a eventos "que presuntamente ocurrieron hace 60 años".
El legado
Durante años, la reseña financiada por la industria azucarera sirvió de base para los estudios científicos que se desarrollaron en Estados Unidos.
"Tienes a un grupo de científicos de la Universidad de Harvard, un lugar respetado, escribiendo una reseña muy detallada para una publicación muy respetada, el New England Journal of Medicine, diciendo no se preocupen con el azúcar en lo que tiene que ver con enfermedades coronarias", explica Glantz.
"Como hay millones de cosas que un científico puede estudiar, si tienes expertos diciendo este es un camino sin salida, simplemente dejas de investigar ese camino".
Hoy, la Asociación Estadounidense del Corazón recomienda que los hombres no consuman más de 9 cucharadas de azúcar añadida al día y que las mujeres solo consuman 6. En promedio, un adulto consume 22 cucharadas diarias.
La Asociación del Azúcar dice que "décadas de estudios descartan cualquier vínculo entre el consumo de azúcar" y el corazón.
Glantz dice que aunque es difícil saber qué hubiera pasado si la industria no hubiera intervenido "seguramente en los 70 hubiera habido un consenso" que relacionara el consumo de azúcar con un aumento en los triglicéridos y el riesgo cardíaco. "Seguramente las regulaciones para la comida hubieran cambiado".
Estudios financiados
Hoy, cualquier estudio que se publique debe especificar las fuentes de financiación, para tener en cuenta posibles conflictos de interés.
Pero como lo explica la Asociación del Azúcar, las revistas científicas en ese momento no exigían detallar quién financiaba los estudios.
"Las investigaciones financiadas por las industrias" han ayudado a "enfrentar problemas clave", dice la Asociación. "No solo es desafortunado, sino es un despropósito tildarlas de parcializadas".
Sin embargo, para Glantz, la influencia de las industrias sigue ahí, en miles de estudios que se publican anualmente sobre una gran variedad de temas.
"El público y los que hacen políticas públicas deberían ignorar cualquier investigación financiada por cualquier industria pues se ha demostrado una y mil veces su injerencia sistemática", finaliza Glantz.