¿Alguna vez le ha gustado o ha compartido en las redes sociales una publicación sobre la naturaleza? Puede que haya sido la imagen de una orquídea rara o un pájaro insólito. O puede que haya compartido una foto impresionante de un enclave natural “por descubrir”.

Se siente bien al hacerlo. Está compartiendo algo hermoso, un antídoto contra la negatividad. Pero ni siquiera este sencillo acto está exento de problemas.

Las redes sociales se han convertido en una potente herramienta. Han traído consigo muchos aspectos positivos para la naturaleza, como una mayor visibilidad e interés por la ciencia ciudadana y el conocimiento público de las especies con las que compartimos el planeta. Por ejemplo, el mayor proyecto de ciencia ciudadana de Australia, el Aussie Bird Count, recogió avistamientos de 3,6 millones de aves en jardines en una semana, haciendo un buen uso de las redes sociales.

Desgraciadamente, este sencillo intercambio de información tiene su lado oscuro. Es posible amar a las especies hasta la muerte, como ha puesto de manifiesto nuestra nueva investigación.

¿Cómo? Las fotos virales de naturaleza inalterada pueden llevar a miles de personas a visitar esos lugares vírgenes. A medida que llegan más personas, empiezan a destruir lo que tanto les gustó ver en la pantalla.

Y luego está la competitividad entre fotógrafos y creadores de contenido que buscan ganar influencia o visibilidad publicando sobre naturaleza. Para conseguirlo, son frecuentes las técnicas poco éticas, como reproducir los cantos de especies raras de aves para atraerlas y hacerles una foto.

Las redes sociales no causan daños directamente, por supuesto. Pero el deseo de obtener comentarios positivos, visibilidad o ingresos puede ser un incentivo muy fuerte para actuar mal.

Impacto de las redes en las especies

El tordo azul, en peligro crítico de extinción, sólo vive en una provincia de China. Su población salvaje es ahora de unos 300 ejemplares.

Tanta gente fue a buscar y fotografiar a esta rara ave que se vio obligada a cambiar su forma de anidar para evitar los flashes y el sonido de los obturadores de las cámaras.

O pensemos en la reproducción del canto de un pájaro. Para los científicos, reproducir las llamadas de un ave es una herramienta fundamental. Se pueden utilizar para atraer a las colonias de aves marinas de vuelta a sus antiguos lugares de nidificación o para vigilar especies amenazadas o difíciles de localizar.

Pero es muy fácil que los observadores de aves y los fotógrafos abusen de este poder utilizando aplicaciones de identificación de aves y un altavoz para atraer a especies raras. Puede parecer inofensivo, pero sacar a la luz a aves tímidas de los bosques supone un riesgo de depredación o puede hacer que una madre abandone el nido. Reproducir sus llamadas también puede volver agresivas a las aves, alterar comportamientos importantes o interrumpir su reproducción.

Cebos, drones, caza furtiva y pisoteo

La lista de actuaciones perjudiciales es interminable.

Se sabe que los fotógrafos de fauna silvestre utilizan cebos para conseguir sus fotos: colocan alimentos (naturales o artificiales), señuelos aromáticos y reclamos para aumentar sus posibilidades. Pero cuando el cebo se pone de forma rutinaria, cambia el comportamiento de los animales. El uso de cebos por parte de operadores turísticos que ofrecen nadar con tiburones ha provocado una reducción del flujo genético, cambios en el metabolismo de los tiburones y un aumento de su agresividad.

La fotografía con drones también plantea problemas. Los drones aterrorizan a muchas especies de animales salvajes, provocando que busquen refugio, intenten escapar o se vuelvan agresivos. En Australia Occidental, por ejemplo, un águila pescadora sufrió heridas después de que un fotógrafo volara su dron contra ella.

Luego están las plantas raras o frágiles. Las redes sociales nos ofrecen bellas imágenes de praderas de flores silvestres y selvas tropicales. Pero cuando vamos colectivamente a ver estos lugares, corremos el riesgo de pisotearlos. A diferencia de los animales, las plantas no pueden huir.

Pongamos como ejemplo a las orquídeas, una familia de plantas con flores con muchos admiradores humanos. En el siglo XVIII, la orquideomanía se apoderó de Europa. Los ricos pagaban a cazadores de orquídeas para que recorrieran el mundo y recolectaran especies raras.

En nuestra época, las orquídeas se enfrentan a una amenaza diferente: los visitantes de las redes sociales. Las orquídeas son muy particulares: dependen de su asociación con ciertos hongos. Pero esto las hace muy vulnerables si cambia su hábitat. Según un estudio, de 442 especies vulnerables de orquídeas, el 40 % corre peligro por el turismo y las actividades recreativas.

Compartir la localización es gran parte del problema. Aunque no se indique deliberadamente dónde se tomó la foto, las coordenadas GPS suelen estar incluidas en los metadatos.

En 2010 se descubrió en Vietnam una nueva especie de orquídea “zapatilla” (Paphiopedilum canhii). Se publicaron en internet fotos con información sobre su ubicación. Tan solo seis meses después del descubrimiento, más del 99 % de todos los individuos conocidos habían sido recolectados. La orquídea se ha extinguido en estado salvaje.

¿Qué podemos hacer?

En general, tenemos que hablar de la necesidad de tomar decisiones éticas a la hora de mostrar la naturaleza en las redes sociales.

Pero hay un grupo específico que puede ayudar: los administradores de grandes grupos de redes sociales dedicados, por ejemplo, a las orquídeas silvestres, la observación de aves o el submarinismo. Los administradores tienen una gran influencia sobre lo que se puede publicar en sus grupos. Una mejor moderación puede ayudar mucho.

Los administradores pueden dejar claras las expectativas en sus códigos de conducta. Podrían, por ejemplo, prohibir las fotos de orquídeas raras hasta después de la temporada de floración, o prohibir totalmente las publicaciones con ubicaciones, así como explicar cómo las fotos pueden llevar datos de ubicación incrustados.

Los gestores de parques y tierras disponen de otras herramientas, como prohibir el uso de drones en zonas concretas y dificultar el acceso a zonas sensibles desde el punto de vista medioambiental. Por ejemplo, hay muy buenas razones para que la ubicación de las poblaciones silvestres de pinos Wollemi sea secreta.

Muchos de nosotros no habremos pensado mucho en cómo las redes sociales pueden dañar el mundo natural. Pero es un problema real y no desaparecerá por sí solo.

Ha contribuido a este artículo Belinda Davis, del Departamento de Biodiversidad, Conservación y Lugares de Interés de Australia Occidental.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

Publicidad