En enero de 2023 HBO Max estrenó la serie The Last of Us, basada en el videojuego con el mismo nombre, que desarrolló la empresa Naughty Dog. Sin entrar en la trama de los personajes, la historia se desarrolla en un escenario postapocalíptico donde la humanidad ha sucumbido a una enfermedad fúngica que vuelve a las personas zombis.

Logo del videojuego The Last of Us. Wikimedia Commons

Es precisamente este detalle el que más llama la atención científicamente: un hongo que ataca a los seres humanos y es capaz de modificar su comportamiento.

En la primera escena de la serie, se nos presenta un programa de entrevistas situado en el año 1968, donde dos epidemiólogos responden a preguntas acerca de microorganismos que pueden acabar con la humanidad. El primero de los científicos habla sobre los virus y su rápida expansión, destacando su facilidad para provocar pandemias. Sin embargo, su colega le quita importancia a los virus e indica que el verdadero peligro para la humanidad son los hongos.

Hongos con malas intenciones

“Hay hongos que no buscan matar, buscan controlar”, es la frase con la que el científico hace cambiar por completo la percepción del público ante este peligro.

Cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea). Wikimedia Commons, CC BY

Para ello, comenta el ejemplo más claro: la droga LSD (dietilamida de ácido lisérgico). Este compuesto, que provoca alucinaciones en humanos, se obtiene a partir de la ergolina, producida de forma natural por un hongo que coloniza los granos de centeno: Claviceps purpurea o cornezuelo del centeno.

¿Por qué un hongo querría controlar el cerebro de un animal? Pues esto es algo que sucede en la naturaleza mucho más a menudo de lo que imaginamos.

Precisamente, el científico ficticio de la serie comenta un ejemplo real de este comportamiento fúngico controlador sobre hormigas, llevado a cabo por el hongo Ophiocordyceps u “hongo hacedor de hormigas zombis”.

La vida del Ophiocordyceps comienza cuando una espora entra en contacto con el cuerpo de una hormiga. Como si fuese una semilla, germina dentro de ella formando una “raíz” (llamada hifa) que es capaz de atravesar la dura capa externa del insecto.

Hormiga del género Camponatus parasitada y consumida por el hongo Ophiocordyceps. Andre Nogueira / Wikimedia Commons, CC BY

Una vez dentro de su cuerpo, el hongo viaja hasta el cerebro de su presa, donde produce una serie de compuestos químicos que modifican por completo su comportamiento. En primer lugar, hace que salga de su nido y busque un lugar alto, húmedo y protegido, por ejemplo, bajo una hoja.

Una vez situada la hormiga en este nuevo lugar, el hongo le obliga a realizar lo que se llama “la mordida de la muerte”. La hormiga cierra la mandíbula con todas sus fuerzas sobre la hoja y muere. Entonces, el hongo comienza a consumir todos los órganos y fluidos internos del insecto, hasta que es totalmente esquilmado, momento en que el hongo forma un largo “tallo” que producirá nuevas esporas. Las hormigas que pasen debajo del cadáver de su compañera serán infectadas por las esporas, comenzando, de nuevo, esta historia de terror.

Macabro exterminio

Pero hay muchos otros ejemplos de hongos que parasitan el cerebro de los insectos y controlan sus acciones, como muestra un interesante artículo publicado en la revista mBIO.

El hongo Massospora se ha especializado en parasitar a las cigarras de una forma aún más macabra que su pariente en hormigas.

Ciagarra cuyos órganos genitales han sido sustituidos por esporas del hongo Massospora. Wikimedia Commons, CC BY

Una vez que penetra en el cuerpo de la cigarra, lo primero que hace este invasor es viajar hasta sus órganos genitales, para destruirlos y formar una masa de esporas en ese lugar. Posteriormente, se dirige a su cerebro, donde obliga a su presa a reproducirse continuamente con otras cigarras.

Como realmente esta cigarra no tiene órganos genitales, no se reproduce, sino que lo que hace es impregnar con esporas del hongo a nuevos hospedadores.

La buena noticia es que, como indica el científico en la ficción de la serie, ninguno de estos hongos es capaz de sobrevivir a una temperatura superior a los 34 ºC (es decir, la que tenemos los mamíferos). Por lo tanto, no pueden atacar a nuestros cerebros humanos.

Pero ¿qué sucedería si la temperatura del planeta aumenta año tras año y estos hongos evolucionan para soportar temperaturas superiores? Este es el escenario actual del cambio climático… precisamente el mismo en que se desarrolla The Last of Us.

Jorge Poveda Arias no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

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