Una vez tuve un compañero de trabajo al que le gustaba hablar mal de la gente y me contaba todos los chismes. Eso me parecía terriblemente desagradable, sin embargo, yo también lo hago.
Psicólogos estiman que entre el 65 y el 90 por ciento de nuestras conversaciones diarias son en torno a las personas que no están presentes durante la charla. "Las personas chismorrean con un entusiasmo que compite con el que muestran por la comida y el sexo", descubrieron los autores de un estudio.
Sin embargo, a pocas personas les gusta admitir esto. En la mayoría de las sociedades está mal visto hablar mal de la gente. "Los chismes son a menudo comportamientos egoístas, con el objetivo de manipular a los demás y de manera maliciosa", dice un estudio holandés titulado "Why People Gossip" (Por qué la gente chismorrea).
Chismes como una advertencia
De hecho, contar chismes no es tan malo. No solo es algo humano, sino que también es muy útil. "A través de los chismes, aprendemos quién podría ser un buen socio de cooperación y de quién nos debemos mantener alejados", dice el psicólogo Jan Engelmann, quien investiga este tema en la Universidad de California en Berkeley.
Los chismes nos ayudan a decidir a quién queremos tener en nuestro grupo. Incluso los niños también se advierten entre ellos sobre quién es un buen compañero para jugar y quién no lo es. Así lo descubrió Engelmann en un estudio.
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Hablar mal de la gente no solo ayuda a decidir quién formará parte del círculo de una persona, sino también crea intimidad dentro de un grupo, fortaleciendo así los lazos sociales entre los chismosos.
Incluso dentro de una comunidad afianzada hay chismes. ¿No debería ser algo censurado? No necesariamente. Quien en el grupo rompa las reglas para obtener una ventaja personal, se arriesga a que los demás hablen mal de él.
El temor por convertirse en la próxima víctima hace que los miembros del grupo se mantengan por el buen camino. Por último, en el caso de que haya una violación extrema de las normas, existe la posibilidad de que el responsable sea expulsado de la comunidad.
Hay muchas (buenas) razones para chismorrear
Entonces, ¿solo importa el bienestar del grupo? No, no es tan simple. Los científicos han identificado varias razones que motivan a las personas a contar chismes. Además, no solo el intercambio de información es bastante útil, sino que también los chismes sirven para manipular.
Si uno habla mal de un tercero, uno influye en la opinión de sus compañeros sobre la persona que no está presente. Esto puede tener un impacto negativo. Los prejuicios, los rumores e incluso el hostigamiento pueden ser los resultados. No es de extrañar que los chismes tengan una mala reputación.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los chismes no tienen una mala intención. Otro motivo por el cual nos gustan los chismes es que nos ayudan a pasar un rato agradable. Al compartirlos nos divertimos y es una forma de distraernos, dicen los expertos holandeses.
¿Te cuento un chisme? Pero que no sea de mí
Entonces, ¿por qué los chismes no pueden tener una buena imagen? "Tal vez simplemente no nos gusta que otros cuenten chismes, porque podrían ser sobre nosotros. Nuestra reputación ya no está en nuestras propias manos, ya no tenemos control sobre ella", sugiere Jan Engelmann.
¿Se alimenta el rechazo a los chismes principalmente del miedo a que se refieran a nosotros? Siempre pensé que mi colega hablaba mal de mí. "Si está hablando así de otros, ¿por qué no puede hablar sobre mí de la misma manera cuando yo no estoy presente?" Tal vez esta desagradable idea me llevó a tratar de no darle ningún motivo para hablar mal de mí. Trato de comportarme lo mejor posible. Y así, el chisme cumplió realmente con su propósito psicológico.