A sus 51 años, Viola Davis pudo levantar su primer Oscar. La ganadora de la estatuilla dorada a Mejor Actriz de Reparto se coronó como la intérprete más importante de su categoría en la ya finalizada temporada de premios. Sin embargo, estos últimos meses distan kilómetros de lo que tuvo que vivir durante su niñez.
Originaria de Carolina del Sur, la figura de "Fences" viene de una familia que en el pasado sufrió la esclavitud, por lo que la pobreza con la que creció solo le hace tener una única fotografía de infancia.
"La única foto que tengo de mi infancia es una de la guardería. En esa imagen tengo una expresión que no es una sonrisa, pero tampoco estoy frunciendo el ceño. Y juro que sigo siendo esa misma niña cada vez que me levanto por la mañana y veo todo lo que tengo a mi alrededor y en mi vida y pienso: 'No puedo creer lo que Dios me ha bendecido'", dijo Davis en entrevista con la revista People.
Además, siempre supo que era la chica más pobre del círculo que la rodeaba: "Nuestro ambiente y nuestro espacio físico reflejaban el poder adquisitivo de mi familia. Las tablas hacían de paredes. Las tuberías eran de mala calidad. No teníamos teléfono, ni comida y había ratas".
Esos mismos ratones que le comían la cara a sus muñecas y por los que tenía que dormir cubierta de algo para que no la mordieran.
Eso sí, independiente de las carencias, nunca se rindió: "Era como una especie de motivación. El problema con la pobreza radica en que te comienza a afectar la mente y el espíritu porque eres invisible para la gente. Pero yo desde muy joven decidí que no quería esa clase de vida. Y haber vivido así me permite valorar mucho y apreciar lo que ahora tengo porque nunca antes lo tuve. Un jardín, una casa, tuberías en buen estado, una nevera llena, eso que la gente siempre da por sentado, yo no lo tuve".