Es la historia de un oso, que es en realidad un abuelo. Del encierro en un circo, que es en realidad un exilio forzado. De un diorama que quiere representar el mundo.

De eso se traja "Historia de un oso", el corto de animación que este domingo se llevó la primera estatuilla dorada para Chile en la historia de los premios de la Academia del Cine estadounidense, los Oscar.

Gabriel Osorio (izquierda) junto al productor Pato Escala en Hollywood, en los festejos previos a la ceremonia del Oscar.

En su batalla de David versus Goliat, los chilenos se midieron contra "Sanjay's Super Team", la cinta de Disney/Pixar inspirada en los recuerdos de la niñez de su director de origen indio, que se perfiló en algún momento como favorita junto a "World of Tomorrow". La categoría la completaron el cortometraje ruso "We Can't Live Without Cosmos" ("No podemos vivir sin el cosmos") y "Prologue" ("Prólogo").

Mi abuelo, el oso

La historia, entonces: hay un oso triste y solitario, que construye un mágico diorama con sus propias manos como un intento de recordar la vida feliz de antaño, con su esposa y su hijo, antes de que un circo lo arrancara de su hogar y lo hiciera trabajar por la fuerza y pasar una vida miserable.

Hasta allí, la descripción que haría un niño que ve la cinta, a la vez tierna y conmovedora y técnicamente virtuosa.

Pero el cuento que Osorio quiso contar a través de su oso es bastante menos literal.

"Tiene que ver con el exilio de mi abuelo. Se tuvo que ir a Inglaterra en 1975, antes había estado dos años en prisión", relató Osorio a BBC Mundo.

Leopoldo Osorio – militante del Partido Socialista, concejal de la comuna de Maipú y secretario del derrocado presidente Salvador Allende- fue detenido en 1973, con la llegada del régimen militar de Augusto Pinochet.

Tras la cárcel y una estadía en México, recaló en Reino Unido, donde vivió exiliado diez años. Se volvió un abuelo "vivo, pero invisible".

"Yo no entendía muy bien qué era esto de la política que le impedía estar con la familia. Fue una cosa muy tremenda, porque por un hecho político, ajeno, mi familia quedó desmembrada. Ese es el mensaje que quise trasmitir con el cortometraje, de algún modo. Que no hay nada que valga para separar a una familia", apuntó Osorio, que a los 8 años finalmente conoció al abuelo.

El circo con sus jaulas

Así, la ganadora cinta es una condensada historia de la violencia del régimen militar pinochetista, en 10 minutos. Una metáfora de lo que vivieron los presos políticos, exiliados y desaparecidos entre los tempranos años 70 y 1990.

Y como la historia misma, la película deja preguntas sin responder: nunca sabemos si el oso artesano, ya anciano, alguna vez rearmó su vida. O si se reencontró con su familia. ¿Qué fue de la osa y su osezno?

Para armar el relato, Osorio primero eligió con cuidado el animal: un oso, fornido y macizo como recuerda a su abuelo. Luego, el circo.

"Pensamos, ¿quién puede querer llevarse un oso por motivos totalmente arbitrarios? No pensamos en un circo desde el comienzo, pero saltó a medida que fuimos produciéndolo. Yo no quería que fuera una historia literal, sino una metáfora, y la idea de comparar el circo con la política nos funcionó", reveló el director.

"Es curioso que, además de la lectura chilena, a medida que vamos mostrándola en festivales van apareciendo más lecturas. Audiencias en otros países ven un reflejo de sus propios procesos políticos. En Rusia, por ejemplo. O en Taiwán, donde la asociaron con la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Otros la leen como un mensaje sobre el abuso de animales".

Artesanos invisibles

"Historia de un oso" dejó de ser el proyecto íntimo de Osorio para volverse un esfuerzo de equipo de 15 personas en el estudio de animación Punkrobot, en Santiago.

Entre ellos el productor Pato Escala. Trabajaron en ella entre 2010 y 2014, con un final dilatado por –cuando no- falta de presupuesto: el fondo del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del gobierno chileno les alcanzó para producir la animación sólo hasta la mitad. El resto se financió con proyectos comerciales que encararon a través del estudio.

Y de la variedad de manos vino la diversidad de técnicas: aunque a primera vista el cortometraje puede parecer un stop-motion (técnica por la que se manipula físicamente y se fotografía cada movimiento del objeto hasta armar una secuencia), está hecho en realidad con un collage de métodos. Desde dibujos a mano y acuarelas hasta fotografías e imágenes 3D. Un auténtico mixed media, en la jerga.

"Nuestra idea era rescatar lo hecho a mano, las técnicas tradicionales, y llevarlas a un mundo 3D. Es bien mentiroso, parece todo hecho en 3D pero hay mucho trabajo manual detrás. Creo que eso nos resultó en términos estéticos porque se ve bien distinto a otras películas", opinó el director.

También del gusto por las artes perdidas vienen las marionetas que habitan el diorama: los osos son seres de latón a los que se les notan las articulaciones de tornillos y bisagras.

"Me encantan los aparatos mecánicos y las marionetas de alguna manera rescatan el rol del animador, de la persona que cuenta historias. El Oso cuenta una historia (en su diorama) que tiene un final feliz, pero la vida no siempre es así y a veces creo que ese es el rol del animador: le damos a la gente un mensaje positivo cuando sabemos que el mundo no es como quisiéramos", sintetizó el hombre a cargo de "Historia de un oso".

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