Por Bastián García Santander
Guns N’ Roses era la banda más esperada de la primera jornada del Stgo Rock City -por encima de The Who-. Las poleras con su nombre se esparcían por todo lo ancho del Estadio Monumental y las más de 40 mil personas que llenaron el recinto de Pedrero poco antes de iniciado el show respondieron a un verdadero fenómeno.
Porque los estadounidenses se presentaron hace menos de un año en el Estadio Nacional, en octubre pasado, y sus seguidores no tuvieron inconvenientes en repetirse el plato de un espectáculo que perfectamente podría terminar con una temporada completa en los teatros de Las Vegas.
Nuevamente como parte de su gira “Not in this lifetime”, el combo encabezado por Axl Rose -que recuperó a Slash y Duff McKagan para regresar con “formación histórica”- se acompañó de todos los elementos que hacen de su show una experiencia. Fuegos artificiales, explosiones y el frontman corriendo de extremo a extremo del escenario como el ABC de su propuesta estética.
Ya nos acostumbramos a la introducción con la música de Looney Tunes y el inicio con “It’s so easy”.
También a este Axl con varios kilos de más y, en consecuencia, con menor movilidad que en su juventud, defectos que suple con un andar audaz y dejando a sus compañeros que llenen los vacíos que hace 30 años no existían en su performance.
Aunque lo más preocupante es la dificultad para calibrar su voz. Sobre todo con esta versión extendida de concierto que redondea en poco más de tres horas, y donde se le exige un estado físico y vocal perfecto.
Y dado que su condición no es la ideal, aparecen Duff y Slash como escuderos y responsables de los mejores momentos del espectáculo: el guitarrista desdibujando las canciones con sus riffs furiosos que, contradictoriamente, suenan como si estuviese en el estudio, mientras el bajista define la base rítmica con sobriedad, al tiempo en que protege a Axl apoyándolo en las voces.
El show está hecho para lograr sus cumbres en los hits. “Welcome to the jungle”, “You could be mine”, “Sweet child o’ mine” y “November rain”, además de las reversiones a “Live and let die” y “Knockin’ on Heaven’s door”, se llevan el peso del espectáculo.
Eso sí, en esta ocasión hay más espacios instrumentales (con Slash siempre dirigiendo al equipo). También covers a Soundgarden en “Black hole sun” -en un homenaje silencioso al fallecido Chris Cornell, porque nunca fue nombrado- y a “James Brown” en “I got you (I feel good)”, que hace del concierto un espectáculo atemporal, pero asimismo falto de sorpresas y dinamismo.
Todo el guión está perfectamente dispuesto para obedecerlo al pie de la letra. Lo que termina significando una contradicción para el rock and roll.