Por momentos, pareciera ser que conocimos más sobre la vida de la Princesa Leia que de la mujer que la inmortalizó en el cine. Pero tras la muerte de Carrie Fisher, la protagonista de la primera trilogía cinematográfica de "Star Wars", comienza a aparecer esa parte de la historia personal poco comentada.
Dentro de ella está el vínculo que la actriz —fallecida a los 60 años este martes— tenía con Elizabeth Taylor.
La intérprete nació en una familia de artistas, sus padres fueron la actriz Debbie Reynolds y el cantante Eddie Fisher. Este último fue una superestrella del rock and roll de su país, y debido a su exposición también tuvo una de las vidas privadas más polémicas dentro de Hollywood y requeridas por la prensa rosa.
Se casó en 1955 con la actriz de "Molly Brown siempre a flote" y las revistas de farándula y espectáculos de aquellos años los catalogaban como "ua pareja absolutamente perfecta".
Sin embargo, cuatro años después, Fisher abandonó a Debbie Reynolds para emparejarse con Liz Taylor, que era la viuda de su amigo y productor, Mike Todd.
Allí comenzó una teleserie fuera de la pantalla que contraponía el aire de villana de Elizabeth Taylor y el candor de Reynolds. Incluso, el quiebre con el cantante le trajo aún más fanáticos, que veían en ella una figura inocente.
Las dos estrellas de la era dorada de Hollywood, además, no se dirigieron la palabra por 42 años. Solo rompieron su silencio en 2001, con una conversación telefónica.
"Elizabeth siempre tuvo una vida muy dramática y nadie sabe cómo logró sobrevivir. Alguien allá arriba la cuida mucho, porque para superar todas esas enfermedades (uno no se inventa un tumor cerebral) se requiere al menos un milagro. Ahora, ella no quiere otra cosa que hacer el bien", dijo Reynolds después del reencuentro.
"Ella me explicó por qué quiso a Eddie —agregó Reynolds—. Fue sólo porque su anterior esposo, el productor Mike Todd, había muerto y Eddie era su mejor amigo. Liz pensó que debían estar juntos simplemente para hablar todo el tiempo de Todd", añadió, asegurando que si Elizabeth quería a un hombre lo conseguía, cayera quien cayese.