De entrada, la logística del concierto de Ariana Grande en el Movistar Arena ya presentaba diferencias con lo que ocurrió el fin de semana con Andrés Calamaro. Un dispositivo de seguridad que incluyó carabineros de civil y un inédito detector de metales para el público que llegó con mochilas y bolsos al recinto del Parque O'Higgins.
El recuerdo del ataque terrorista ocurrido en Manchester al término de su concierto del 22 de mayo —que dejó un saldo de 22 muertos y más de un centenar de heridos—, continúa latente en la industria del espectáculo, situación que intensificó los resguardos por parte de la autoridad local y la producción.
En lo artístico, al menos, la cantante parece haber dado vuelta la página. Con el multitudinario show benéfico realizado en la misma ciudad del atentado hace unas semanas, Ariana Grande se revitalizó y retomó el "Dangerous Woman Tour" que la trajo de regreso a Chile por segunda vez.
Con una puesta en escena austera, consistente en una pequeña escalera con unos pocos peldaños y una gigante pantalla rectangular, la artista apareció sobre el escenario después de más de 10 minutos de introducción, con un video de ella misma posando casual ante la cámara y siendo musicalizada por Bruno Mars y Beyoncé.
El griterío de las 12 mil personas que llegaron al Movistar Arena alertó su entrada y "Be alright" dio inicio a la performance de la artista. Una que luce esa candidez que atrae por sobre todo a niñitas menores de 5 años, de paso a los padres que la ven como ejemplo, y una interpretación que sin ser lo suficientemente versátil se defiende con fuerza y carisma.
El show se dividió en cuatro actos que musicalmente no marcaron grandes diferencias, pero que sirvieron para que la protagonista cambiara su atuendo. Al menos, luego de que pasaran hits como "Everyday" —con el rapero Future proyectado en la pantalla—, la tercera etapa del espectáculo propuso mayor espectacular.
Porque afloró la sensualidad de la cantante de 24 años, replicando con las máquinas de ejercicio el video de "Side to side" (que protagoniza junto a Nicki Minaj). Incluyó un remix de "Bang bang", los láseres apuntaron a los asistentes y una lluvia de dólares se precipitó sobre las cabeza de Ariana Grande y su staff.
El acto final mantuvo cierta intensidad, con hits como "Love me harder" y "Break free", más juegos de luces y decenas de globos rosados planeando sobre la cancha del Movistar Arena. Pero el quiebre llegó con un homenaje a las víctimas de Manchester.
Ariana se paró en lo alto de la pasarela e interpretó una sentida versión de "Over the rainbow", escrita originalmente para la película "El mago de Oz" (1939). Aquel tema que cantó en su concierto benéfico "One Love Manchester" —que luego editó para generar ganancias que fueran en ayuda de las víctimas del atentado— y que en Chile estuvo iluminado desde la pantalla por el símbolo de luto con las características orejitas de conejo de la artista.
Un abrazo sobrio y merecido para los caídos, que como sombra caminarán justo detrás del semblante melancólico de la cantante.