Por SARA PUIG / AFP

Antonio Banderas se siente decepcionado con el gobierno chileno. Tras interpretar a uno de los 33 mineros que hicieron historia hace cinco años renaciendo de las profundidas de la Tierra, el actor español reclama para ellos "una pensión vitalicia" que garantice su bienestar.

El 5 de agosto de 2010, un derrumbe sepultó a 33 mineros en la mina San José del desierto de Atacama, al norte de Chile. Su épico rescate 69 días después fue transmitido en vivo y mantuvo al mundo entero en vilo.

Ahora, nueve de ellos acaban de denunciar por estafa a los abogados que administran los derechos de autor de esta historia.

En una conversación con AFP, Banderas, de 55 años, repasa su experiencia dando vida a Mario Sepúlveda, el minero más mediático y protagonista de la película "Los 33", dirigida por Patricia Riggen.

La película se estrena este viernes en Estados Unidos, tras llegar a casi todos los países de Latinoamérica.

El actor español también repasa su relación con Hollywood y habla de futuro.

—¿Qué le parece la situación que están viviendo ahora los 33?

"Es mala, psicológicamente están tocados, han ganado muy poquito (de los derechos de autor) porque son 33. Si uno piensa en términos económicos, el servicio que ellos prestan a Chile como "marca Chile" es extraordinario. Salir en todas las portadas de todos los grandes conglomerados mediáticos del mundo al servicio de un país que está sacando con vida a sus obreros de una situación límite no tiene precio. Por lo tanto, el gobierno quizás debía haberles solucionado la vida, sacándolos de la mina y dándoles una pensión vitalicia que les hubiese permitido vivir con dignidad".

—¿Qué aprendió haciendo esta película?

"El gran mensaje es que tenemos demasiadas distracciones en el mundo, (pensamos) que si no tenemos tal cosa material no vamos a ser felices. Y no es verdad. Hay una escena que describe eso de una manera clara, las fantasías que tienen en la última cena cuando lo que les queda es una latita de atún para 33. Tienen que mirar a la muerte cara a cara y ver qué es lo que echan de menos: el abrazo de una hermana, de una mujer, de una madre, un plato de comida".

—¿Qué admira de su personaje, Mario Sepúlveda?

"Desde la ignorancia toma el liderazgo y (al mismo tiempo) ofrece la esperanza que esta gente necesitaba. Lo que en realidad hace es estirar el tiempo con una cierta disciplina sobre las comidas y sobre la forma de hacer las cosas. Si no llega a ser por esa intervención, probablemente los más mayores hubieran fallecido". 

—¿Ha sufrido alguna consecuencia psicológica tras el rodaje?

"No, pero hacer la película fue muy duro. Fue un rodaje absolutamente miserable. El glamour de Hollywood no estaba en los alrededores. Nos sirvió mucho pasar 14 horas en la oscuridad, con un frío que pelaba fingiendo además que teníamos mucho calor, respirando el gas metano que se te metía en el estómago y (te daba) vomitonas. Todo eso nos dio la dimensión real de ser minero, nos sirvió mucho para dar cierto realismo".

—¿Cuál es su lugar en Hollywood ahora? 

"Hollywood ya no es un lugar, es una marca. Sigo trabajando con productoras de Hollywood, pero hay otras cosas que me interesan en la vida. Estoy escribiendo mucho, a ver si me pongo a dirigir cuanto antes. Cuando diriges puedes contarle a la gente cómo tú ves el mundo. Hay muchísimas cosas que me interesan, la inmigración por ejemplo. Tengo alguna historia escrita sobre eso".

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