El sarampión, una enfermedad viral extremadamente contagiosa que afecta principalmente a personas con una vacunación deficiente o no vacunadas, se encuentra en pleno recrudecimiento en varias partes del planeta.
Desde enero, se han declarado más de 360.000 casos, la cifra "más elevada" desde 2006, y casi el triple que en el mismo periodo del año pasado, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La República Democrática del Congo (RDC), Madagascar y Ucrania son los países más afectados.
Este rebrote de la enfermedad llevó el jueves al organismo internacional a retirar a varios Estados como Reino Unido, Grecia, República Checa o Alemania su estatuto de "países libres de sarampión".
¿Qué es el sarampión?
Antes de la llegada de las vacunas en los años 70, esta enfermedad caracterizada por la erupción de manchas rojas en la piel era una temida asesina de niños (entre siete y ocho millones de muertes anuales).
Provocada por un virus que se transmite fácilmente por contacto directo o a través del aire, es más contagiosa que la gripe o el Ébola.
Tras la fase de incubación, la enfermedad se caracteriza en un principio por fiebre alta, tos, moqueo, lagrimeo, y en una segunda fase, aparecen las manchas rojas. El periodo de contagio se extiende entre cuatro días antes y cuatro después de la erupción.
Complicaciones en ocasiones graves
Generalmente benigno, el sarampión también puede tener complicaciones graves de tipo respiratorio (infecciones pulmonares) y neurológico (encefalitis), en particular en el caso de pacientes frágiles.
No existe un tratamiento antiviral específico y el cuidado de la persona afectada consiste en tratar de evitar las complicaciones asociadas.
Vacunación preventiva
Las autoridades sanitarias mundiales insisten en la importancia de la vacunación, a nivel individual pero también colectivo: una cobertura elevada (95% de la población) protege incluso a las personas que no están vacunadas por un sistema inmunitario debilitado (debido, por ejemplo, a una leucemia, un tratamiento tras un trasplante y otros).
En el mundo, el número de muertes debidas al sarampión había descendido fuertemente desde principios de los años 2000 y hasta 2016 gracias a las campañas de vacunación: el balance de la OMS para ese año fue de 90.000 muertes contra 550.000 en el 2000. Pero en 2017 volvió a subir a 110.000 fallecimientos.
Según la agencia de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), 98 países detectaron un mayor número de casos en 2018 frente a 2017. Diez de ellos, incluidos Ucrania, Brasil y Francia, fueron responsables de tres cuartas partes del aumento total.
Desconfianza y problemas de acceso
En los países ricos, este aumento se debe en gran parte a una creciente desconfianza hacia las vacunas en general y la conocida como triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) en particular.
Según una encuesta mundial publicada en junio, Francia se sitúa a la cabeza del escepticismo, con una persona entrevistada de cada tres que considera que las vacunas no son seguras.
En esa desconfianza, la patria del pionero de la vacunación Louis Pasteur es seguida por Gabón, Togo, Rusia y Suiza.
Muchos de los "antivacunas" se apoyan en una publicación de 1998 vinculando la triple vírica con el autismo, incluso si posteriormente se probó que su autor, el británico Andrew Wakefield, había falsificado los resultados, y numerosos estudios han demostrado que no existe tal relación.
La desconfianza también tiene que ver con motivos religiosos, especialmente en ciertas comunidades judías y protestantes conservadoras.
En Estados Unidos, el Estado de Nueva York, que se ha visto confrontado a un rebrote del sarampión en zonas con fuerte población judía ortodoxa, votó en junio la supresión de excepciones religiosas que los padres podían invocar hasta entonces para evitar la vacunación obligatoria en los colegios.
A nivel mundial, "la principal razón" de la insuficiencia de vacunación en niños responde a las deficiencias de los sistemas de salud en los países pobres, lo que hace que "quienes tienen más necesidad no tengan acceso", subrayó la OMS.