Un estrecho trozo de playa de arena dorada en el extremo sur de Djiffer, una pequeña pero animada aldea de pescadores en la costa de Senegal, está repleto de criaturas marinas.

Todos los días a última hora de la tarde, piraguas pintadas de colores llegan y atracan en la costa. Los pescadores, con sus sencillas embarcaciones de madera, vierten sus capturas en la playa, que han pescado en las aguas tropicales de los alrededores de la región de Sine Saloum.

Multitudes bulliciosas de comerciantes se pelean para asegurarse la mejor captura del día: barracuda, raya, ostras, pepinos de mar y el codiciado pez capitán. Sin embargo, la parte más pequeña y quizás más valiosa de la pesca es el caballito de mar.

"Los precios de estos productos han subido muy rápidamente”, cuenta Youssef, un pescadero local que actúa como intermediario entre pescadores y compradores.

Un comercio boyante

Aunque no hay cifras exactas para Senegal, el número de caballitos de mar comercializados en África Occidental ha aumentado drásticamente en los últimos años. Según la organización benéfica de conservación marina Project Seahorse, en 2018 se exportaron 600.000 ejemplares.

"Básicamente hay dos maneras de comerciar ilegalmente, ambas vinculadas con la venta de pescado y marisco a Asia, en particular a China”, explica Andrés Cisneros, investigador que realizó un trabajo de campo en Senegal para la ONG en 2015.

Por un lado, están los arrastreros industriales, que pescan a lo largo de los fondos marinos y desembarcan sus capturas en la capital senegalesa, Dakar. Las tripulaciones de barcos asiáticos comenzaron a conservar los caballitos de mar capturados para venderlos secos una vez en casa, según Cisneros.

"Poco después, las tripulaciones locales y de otros países de África Occidental empezaron a hacer lo mismo. Vendían los caballitos de mar en el puerto de Dakar a compañeros de tripulación o compradores para su posterior transporte a China”, explica Cisneros.

"Mientras tanto, los pescadores tradicionales están pescando caballitos de mar en sus pequeñas embarcaciones en toda África Occidental”, añade.

Casi todo el comercio de vida marina de África Occidental pasa ahora por Dakar, el mayor puerto y centro de comercio de pescados y mariscos de la región, explica Cisneros. Los puntos críticos de la caza furtiva incluyen el delta del río Salum, rico en especies, así como países vecinos como Gambia, Guinea y Guinea-Bisáu.

El volumen de negocios realizado con animales silvestres comercializados ilegalmente y productos derivados de ellos es de más de 18 mil millones de euros (20 mil millones de dólares) al año. El comercio de caballitos de mar también forma parte de este mercado. Según la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL), la caza furtiva sigue aumentando y está provocando la extinción de muchas especies.

Apetito chino

Un informe de la ONG Traffic, que registra el comercio de animales y plantas silvestres en todo el mundo, concluye que, entre 2009 y 2017, el 24,4% de los productos marinos incautados en el sector de la aviación fueron caballitos de mar. Una sola incautación puede contener hasta 20.000 ejemplares valorados en más de 8,8 euros cada uno.

"Con la excepción de tres casos, todo el comercio ilegal de productos marinos procedentes de África (que fueron analizados como parte del informe) estaba destinado a China y Vietnam”, continúa.

Los investigadores creen que la demanda de China está detrás del creciente comercio de caballitos de mar y otras especies vulnerables. Según la medicina tradicional china, los animales aumentan la potencia y curan muchas enfermedades, como el asma, el insomnio y las enfermedades cardíacas.

Los caballitos de mar normalmente se secan y pulverizan para su posterior venta. Finalmente, los consumidores chinos lo añaden al vino de arroz, al té o a la sopa. El país tiene más de mil millones de habitantes. El apetito nacional por cualquier producto puede tener un impacto enorme, pero a veces pasa desapercibido.

"El comercio ilegal de caballitos de mar en Senegal ha estado bajo el radar durante muchos años”, dice Cecile Bloch, coordinadora de la red de activistas medioambientales EAGLE en Senegal. Trabaja con gobiernos de toda África para descubrir e investigar el comercio ilegal de animales.

El caballito de mar (Hippocampus algiricus), que nada en las aguas de la costa de África occidental desde Senegal hasta Angola, ha sido particularmente descuidado y corre grave peligro de extinción, según Bloch.

A finales de 2016, la CITES, un acuerdo multilateral que regula el comercio internacional de fauna y flora silvestres, prohibió completamente el comercio del caballito de mar de África Occidental, ya que Senegal no cumplía con sus obligaciones.

A principios de ese mismo año, el organismo internacional restringió la exportación de caballitos de mar a las especies adquiridas de forma sostenible y legal. Aún así, el número de caballitos de mar sigue disminuyendo. Una cuarta parte de las aproximadamente 40 especies de caballitos de mar se consideran vulnerables o en peligro de extinción. La variedad de África Occidental se encuentra entre ellas. De momento, las medidas no han sido suficientes para frenar la demanda.

Cuando las prohibiciones no funcionan

Un estudio realizado por la Universidad de Columbia Británica en Canadá a principios de este año reveló que muchos países continúan comerciando con caballitos de mar a gran escala, a pesar de las prohibiciones. Los investigadores encontraron que el 95 por ciento de los ejemplares vendidos en Hong Kong procedían supuestamente de países prohibidos.

"El comercio de caballitos de mar sigue siendo habitual, pero no es legal, no está gestionado ni supervisado, que es lo que se exige bajo las reglas de la CITES”, dice Sarah Foster, autora principal del estudio publicado en Marine Policy.

"Parece haber una falta de voluntad política para detener esta situación, y ciertamente no se están proporcionando los recursos suficientes para luchar contra el comercio ilegal de vida silvestre”, relata a DW.

Cecile Bloch está de acuerdo en que el gobierno senegalés no ha tomado ninguna medida significativa más allá de las incautaciones aduaneras ocasionales.

"En cualquier caso, la ley senegalesa no ofrece una buena protección a los caballitos de mar”, afirma. "Hay cuotas de captura que no son respetadas ni controladas y, además, existe mucha corrupción”, critica.

Bloch señala que en Senegal no hay una vía legal de luchar contra el comercio internacional. El Ministerio de Aguas, Bosques, Caza y Protección del Suelo de Senegal no ha querido responder a una solicitud de declaraciones por parte de DW hasta la publicación de este artículo.

Mientras tanto, las capturas y ventas de caballitos de mar en toda la costa senegalesa continúan a buen ritmo.

En Djiffer, los jóvenes pescadores reparan cuidadosamente los agujeros de sus redes mientras beben té. Hay pocos indicios de comercio industrial a gran escala. Sin embargo, bajo las aguas azul cobalto, directamente trás ellos, los días de los caballitos de mar podrían estar contados.

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