“Desafío al tiempo” de Nike fue una experiencia única. Junto a Matías Olguín, periodista de Tele13, fuimos invitados a sumarnos y nunca dudamos. De la noche a la mañana éramos parte de los 50 inscritos y ya no había vuelta atrás. En la página web del evento aparecían nuestras caras, al igual que el resto de los participantes. 

Del mundo running habían varias personas reconocidas por sus marcas. También, representantes de otros países. ¿El objetivo? Cruzar Chile de cordillera a mar, de Farellones a Matanzas, más de 259 kilómetros en menos de 24 horas en una carrera única y por equipos.    

 

Y esa era una de las dificultades. No sabías hasta un día previo al evento con quien correrías. La modalidad para definirlo fue el sorteo. Se dividieron los participantes en cinco categorías según los tiempos registrados por cada competidor. Así, quedaron definidos los corredores como elite, pro, avanzado, medios y básicos. Yo quedé en intermedio. Matías, en elite.     



EL SORTEO

Jueves 17 de octubre, 19.00 horas. Nos reunimos en las oficinas de Nike en Isidora Goyenechea. La expectativa era alta. El nerviosismo se sentía. Llegamos los 50 participantes y la sensación era equivalente a estar siendo protagonista de un reality show. Cámaras de fotos registraban cada momento. De video igual. La organización nos explicó la metodología de la competencia y pasamos al sorteo. 

Los capitanes fueron presentados. Comienza la tómbola. Estoy nervioso, porque no quiero fallar. He corrido dos maratones completas, sin embargo, le di una pausa al running y este año volví. Mi objetivo es Santiago 2025. Quiero competir. Mientras estoy con todas estas sensaciones en la cabeza mencionan mi nombre: “Camilo Bravo se suma al equipo tres de Gino Galliani”. Matí, quedó en el grupo dos junto a Laura Sosa, una de las dos coach mujeres del desafío.

 

La estrategia

Nos juntamos con el equipo y nos presentamos. Giuliano Blanco, Andi McRostie - La gringa pero chilena-, Juan Pablo Muñoz -Mundo Runner-, Maca Mella y Joaquín Wolde eran parte del equipo. También, de Perú, Micaela Rojas Jordan. Desde Nike se sumó Sergio Orellana y Constanza Aramayo. Además, teníamos el apoyo de dos pacer: Francisco Orellana y Hernán López, quienes debían apoyar y/o asistir a algún competidor en problemas. Definimos la estrategia y cada uno se inscribió con un tramo y comprometió un tiempo. 

Competencia

En la van, que equipamos con isotónicas, frutas, barras de proteína y agua, los equipos subimos hasta el mirador “Los Pumas” de Farellones. La altura se hace sentir. El sol se esconde y los cinco competidores se alinean para dar la partida. Matías es uno de ellos. Comienza la competencia y el ritmo es impresionante. Al terminar la carrera Mati me comentó que partió a 2.40 de ritmo por kilómetro. Realmente es una locura, y en parte, eso explica la lesión que tuvo.

Lesiones

Matías era uno de los competidores fuertes de la competencia y él lo sabía. Su equipo confió en él, pero en su tramo, tenía a grandes rivales. César Díaz, un reconocido maratonista nacional iba empujando al grupo. Ambos se sobreexigieron. César terminó contracturado y Matías con ampollas en la planta del pie. Y es que bajaron casi 1000 metros, cerca de 20 kilómetros en menos de 1 hora y treinta minutos. Esto comenzaba y te daba a entender lo difícil y competitivo que sería el desafío.   

“Fueron tres factores que pasé por alto: la velocidad, el desnivel en bajada y el asfalto. La suma de esto tuvo un mal resultado al terminar mis primeros tramos. Jamás pensé que podía pasar algo así, pero nunca había corrido tan rápido. Pensé que me iba a ‘quemar’, pero al final los músculos me respondieron, pero me ‘quemé’ los pies”, me comentó Mati después de la competencia y sincerando: “No me arrepiento de haber hecho esos tramos. Obvio que lo correría de nuevo, pero considerando estos factores que solo los aprendes en competencia ”. 

Recorrido en ciudad: Santiago

Es 18 de octubre y se cumplen cinco años del “Estallido Social”. La ruta consideraba un tramo por Las Condes, Providencia, Santiago Centro, Estación Central, hasta llegar a la Ruta 68. La organización tomó precauciones y anunció que hasta último momento se iba a esperar, ante posibles disturbios, si es que ese tramo se correría. La idea era resguardar la salud de los participantes. Esa ruta la pedí. Eran más de 8 kilómetros desde el Costanera Center, bajando por Andrés Bello, doblando por Manuel Montt hasta Bilbao y luego descendiendo hasta Vergara. El reglamento decía que los semáforos sólo se podían cruzar en verde. En caso contrario, habría penalización. 

Estoy ansioso, quiero partir. La “Gringa” me entregará el relevo. El equipo decidió que fuera con Hernán, uno de nuestros pacer. Vienen a muy buen ritmo. Ella tenía miedo a perderse y por eso escribió en su brazo la ruta. 

“Como equipo, decidimos que correría con pacer, ya que hacía bastante tiempo que no hacía un largo (más de 15k) a ritmo competitivo. La idea era dejar la estrategia en manos del pacer para poder enfocarse en mantener un esfuerzo físico constante y así alcanzar el tiempo objetivo”, me comentó Andy. 

Ya pasó un equipo, y salgo con casi 5 minutos de diferencia. Estoy con dolor de estómago. Me siento “hinchado”. Es incómodo correr así. Creo que la altura me dejó el “estómago revuelto”. Son cerca de las 00.00 horas y comienzo mi ruta. En mis piernas la responsabilidad de acortar distancia, en mi cabeza mil pensamientos sobre el rendimiento que puedo conseguir. Llego a Manuel Montt. El semáforo está en rojo. Luego a Nueva Providencia, me pasa lo mismo. La señalética me está jugando una mala pasada. No veo al primero y ya perdí 1 minuto y 20 segundos en un semáforo. Corro para acortar distancia. Paso por la zona de bares. La gente me pregunta de qué se trata esto. Algunos me apoyan y me decido a acelerar. Llego a Bilbao y cambio la estrategia.

He decidido correr al ritmo de los semáforos para evitar la roja. Eso implica acelerar en cada cuadra. Veo al primero en Vicuña Mackenna con Curicó. Aceleraré. Quiero estar primero. Quiero que mi equipo esté primero. Lo consigo y no bajo el ritmo, es más, lo subo. A mi lado me acompaña una camioneta de asistencia. Adelante un ciclista de la organización que me grita “vamos toro”, cada vez que acelero para poder alcanzar la mayor cantidad de verdes posibles. 

Ruta y cuesta Lo Prado

Entregué el reloj en Vergara con la Alameda. Llegué cómodo y dejé al equipo con ventaja. Ahora viene un tramo largo. Sergio, un experimentado atleta comenzaba esta ruta que terminaba en la ruta 68. Sí, en la carretera.

En este punto, mientras esperábamos a los participantes, la organización dispuso de un punto de hidratación y alimentación. Venía la cuesta. La luna llena iluminaba “algo”. Nuestro capitán esperaba a Sergio. Ya en la cumbre la imagen era sorprendente. Lo único que se veía eran las camionetas de la organización y detrás las linternas de los participantes encarando curvas y subidas. Arriba, estaba Coni esperando su turno. Se ve nerviosa. El equipo la apoya. El ambiente en la van ha sido clave. Todos sabemos que cada uno cuenta con su propia marca, lo importante respetar las expectativas. Llega Gino. Él estaba resfriado, al igual que la “Gringa”, y de verdad no sé cómo lo hicieron para rendir por sobre lo esperado. 

“Para mi fue muy duro el tema de la cuesta porque la dosificación para correr en subida es distinta, así como también la musculatura que se utiliza, es totalmente distinta a la que los runners acostumbramos usar al correr en plano. Entonces, por lo general, utilizamos grupos musculares que no han sido fuertemente estimulados en los entrenamientos anteriores. Y si a eso, le sumamos que me encontraba congestionado, la limitación de contar solamente con respiración bucal, lo hizo más difícil aún”, comentó Gino.  

Viña Chocalán

Ya bajó Coni. Lo hizo increíble. Ella está contenta con su resultado. Luego fue el turno de Joaquín, uno de los velocistas del equipo y que ganó su derecho a estar vía clasificación. Después de él, volvía Juan Pablo Muñoz. “JP” estuvo en el primer tramo. Logró llegar segundo a muy buen ritmo, pero el desafío que le tocaba encarar era realmente exigente: 33 kilómetros a las 04.00 de la mañana. 

“La incomodidad fue una constante de cada minuto, sumado a la carga emocional que cada tramo involucraba.  En mi caso, recorrer los 10,9K de bajada del primer tramo fué muy fuerte, ya que el desnivel te comprometía muscularmente para el resto de la prueba. Yo tuve la oportunidad con las horas de poder recuperar medianamente ese ítem, pero con el paso de los minutos, el agotamiento físico, por la falta de sueño y mala alimentación, provocaron un fuerte debilitamiento para enfrentar el tramo más largo.  Yo comencé la ruta de 36,7K a las 04:30 de la mañana y dividí mi planificación de carrera en tres partes de 12K cada uno; donde a los 10K tomaría un gel, y en el 12 me hidrataría con agua (12K) - isotónico (24K) - agua (36K). Esa era mi estrategia.  Pero al no contar con la hidratación en el kilómetro 24 todo se me cayó, y los fantasmas mentales me comenzaron a invadir: Tuve que lidiar con mi cabeza (y la falta de hidratación) durante 9K, una lucha constante entre odiar la falta de líquido, el cansancio, la fatiga, y el auto convencimiento de estar haciendo lo que más nos gusta y apasiona. Ese juego mental lo recuerdo con total claridad hoy”, me contó JP al cierre de su participación. 

La organización dispuso un check point en la Viña Chocalán y todos los equipos tenían que detenerse 30 minutos para hidratarse, comer sopa y/o pastas. La "Gringa" volvía a las pistas. 

Suspenso

En la van analizábamos cómo iba el equipo. Giuliano, otro de nuestros competidores más fuertes, había quedado con ampollas tras correr en el tramo dos, por ende, no sabíamos si iba a poder cumplir con la ruta que habíamos planificado. En tanto, era el turno de Mica. De nuestra van, fue la única que pudo dormir “algo”. Pero se entiende: el viaje de Lima a Santiago y el haber realizado un descenso a un súper buen ritmo incidían en el cansancio. Era su turno y voló. Uno de los responsables de que esto ocurriera fue “Pancho”, nuestro segundo pacer que la acompañó. Al llegar al punto de relevo estalló en llanto. Estaba triste, frustrada. Decía “corrí muy rápido, pero nunca la pude pillar”. Como equipo la consolamos, y le explicamos que su tiempo fue mejor que lo comprometido, además que la persona que estaba corriendo contra ella en ese tramo era Danica Kusanovic quien ganó el Maratón de Santiago en 2022 con un cronos de 02:55:14. 

Tramo final

En la van sólo faltaba que corriera la Maca. Ella iba registrando el tiempo de cada uno e iba comparando en función de la planificación. Además, junto a Coni se encargaron de llevar todo lo que fuese necesario para poder enfrentar el desafío. A medida que avanzaba el reloj, comenzaban los nervios. Maca repetía que prefería correr con calor, ya que el frío la “mataba”. Llegó su turno. Antes que esto, se preocupó de peinarse, hidratarse la piel y salir lo más cómoda posible a la pista. La van, cuando la adelantó, le gritó para darle ánimo. Ella levantó los brazos en señal de agradecimiento estaba en el tramo 13, pero le queda encarar el 18. 

“El primer pensamiento que se me vino a la cabeza fue: ‘No voy a poder, me voy a 'contracturar’, así que tenía dos opciones: quedarme en ese pensamiento y creerlo o tomarlo como un desafío y dar el máximo. Sabía que me había preparado bien para esta carrera, así que fui por la opción dos, corrí los 22 kms y lo dí todo, sin lesionarme. Fue un tremendo aprendizaje de que las limitaciones están en uno mismo”, reconoció Maca. 

Cada vez estábamos más cerca. Joaquín se aproximaba nuevamente. Él conoce muy bien la zona. Y es que nos comentó que su familia lo iba a apoyar en el embalse Rapel. Ahí llegaron con pancartas. Nosotros, con Mati, nos adelantamos. Teníamos que hacer un enlace en vivo con T13 Finde para comentar cómo se estaba viviendo la experiencia.
 

Volvemos a la concentración. Joaquín le entregó el relevo a Gino y después nuevamente tendría que correr. Más de 13 kilómetros, en un circuito que consideraba elevación, descenso y adrenalina. Cuando comencé caía una llovizna. En mi cabeza estaban todo el tiempo mis hijos, mi señora, las horas de entrenamiento y el cerro San Cristóbal. Pensaba que existía una similitud en el tramo, eso sí, multiplicado por tres. Eso por la distancia y la elevación. Había comprometido 1 hora con 10 minutos y terminé en 1 horas y 1 minuto. Mi ritmo promedio fue de 4.53 minutos por kilómetro, una marca mucho mejor a lo proyectado.   

La meta
Llevamos más de 21 horas. No hemos dormido. La Maca le entregó el reloj de relevo a Sergio. Ella, llegó realmente cansada y reconoció que pensó en abandonar, sin embargo, llegó con hidalguía. Él, asumió una decisión que tomamos como equipo,  de dejar a Giuliano al remate.


En la van, al avanzar nos dimos cuenta de que esa ruta era tremendamente exigente. Eran 12 kilómetros con pendientes realmente pronunciadas. Sergio ya había corrido 22 kilómetros. Cualquier cosa podía pasar. Estábamos cansados. Giuliano, ansioso. Miraba su pie una y otra vez. La ampolla estaba mejor, y parecía confiando en poder rendir. Y no sólo eso, sino que buscaba darle un cierre épico a nuestra participación.  Comenzó “Giu”. Largó cuarto y con mucha diferencia con respecto a los dos primeros equipos. El recorrido consideraba una duna de arena, y luego un extenso pero dificultoso tramo de arena blanda. En la meta estábamos esperando a Giuliano. Ya habían llegado dos equipos. Se acercaba Sofi, de otro equipo, llegando muy extenuada.  A lo lejos apareció nuestro compañero. Al lado de él un buggy, que parecía ir apoyándolo.  Era inminente nuestro cuarto lugar, pero daba igual, el sacrificio de todos tenía que tener un premio y fuimos todos a buscar a nuestro último competidor. Inclusive, la familia de Coni que llegó desde Santiago a apoyarla, se había sumado a la hazaña. "Giu" ya no tenía piernas, el cierre era solo corazón.  Junto a Joaquín lo abrazamos y levantamos para que pudiese cruzar. 

Llegamos. Terminamos. Cumplimos el objetivo en menos de 24 horas y vivimos en un largo día que correr es incómodo.  

 

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