El paso del esquiador Gus Kenworthy, en los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang no estuvo a la altura para conseguir una medalla, sin embargo, su visita a Corea del Sur no fue en vano.

El deportista junto a su pareja decidieron conocer una de las 17.000 granjas de perros que se dedican a la posterior venta de su carne para el consumo humano. 

Si bien Kenworthy reconoce que es una práctica común en el país asiático y que corresponde a su cultura y al menú de su población, denunció el pésimo trato que reciben los canes y de las pobres condiciones en las que viven. 

En su cuenta de Instagram describió lo que vió. Calificó su visita como "una experiencia desgarradora" y detalló la cruda realidad de estos animales.

"Los perros están desnutridos y maltratados físicamente, metidos en pequeños corrales con alambre y expuestos al invierno helado y a las abrasadoras condiciones del verano. Cuando llega el momento de sacrificar a uno, lo hacen frente a los otros perros por medio de electrocución, que a veces toma hasta 20 agonizante minutos", se lamentó. 

Al dar a conocer esta situación, el deportista logró que la granja en cuestión fuera clausurada por las autoridades de PyeongChang y que los 90 perros encerrados fueran trasladados a criaderos en Estados Unidos y Canadá para encontrarles un hogar. 

Sin embargo, uno de ellos corrió mejor suerte: Kenworthy decidió adoptar de inmediato a un cachorro. "Lo ví y no dudé", admitió.

"Lo bautizamos Beemo y vendrá a los Estados Unidos a vivir conmigo tan pronto terminen de darle sus vacunas", señaló el esquiador.

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