El pasado 13 de agosto, los Centros de Control de Enfermedades y Prevención (CDC, por sus siglas en inglés) de África decretaron el brote de infección por virus de la viruela del mono (mpox) como una emergencia de salud pública en todo el continente. Un día después, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la misma emergencia para todo el planeta.
La alerta se produce tras comprobar que el brote de mpox en África ha infectado a más de 17 000 personas, lo que supone un incremento del 160 % sobre 2023, afectando especialmente a la República Democrática del Congo, República Centroafricana, Ruanda, Uganda y Burundi. Pero vivimos en un mundo enormemente conectado y algunos casos ya han cruzado fronteras; incluyendo la española, con más de 8 000 casos informados desde 2022.
Otra de las causas de la emergencia se encuentra en que el brote actual amenaza a la población en general. El primer brote concernía principalmente a personas que mantenían relaciones sexuales, mientras que el actual afecta en un 70 % a niños menores de 15 años de edad. Esta diferencia nos indica que la manera cómo se dispersa el virus también ha cambiado y que ahora el contacto directo parece ser el vehículo más común.
¿Un virus más infeccioso o unas condiciones diferentes?
El mpox ha sido clasificada en dos variantes (clados) diferentes: I y II. El clado II fue el responsable de los contagios sufridos a lo largo de 2022 y 2023. Sin embargo, el virus que se está imponiendo actualmente en África pertenece a una variante del clado I: la Ib. A fecha de hoy no se conoce si esta nueva variante es más contagiosa, ya que los datos actuales son insuficientes para asegurar ese extremo. El Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) ha llegado a indicar que es precipitado considerarlo.
La mpox genera –como el SARS-CoV-2, el Hendra, el virus de la rabia o los de la gripe– una zoonosis, es decir, una afección generada por patógenos que afectan originalmente a animales y que acaba infectando al ser humano. En el asunto que nos ocupa, el virus se aisló en 1958 en una colonia de monos en un laboratorio en Dinamarca y su efecto en humanos es conocido desde el primer caso descrito en un niño de 9 meses en la República del Congo en 1970.
A diferencia del SARS-CoV-2, es conocido su mecanismo de dispersión dependiente del contacto directo con los infectados y siempre que las pústulas estén frescas. Por ello, controlar la dispersión es relativamente más fácil si se dispone de un sistema sanitario adecuado, algo prácticamente imposible en un territorio en guerra como la República del Congo y los países aledaños.
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Otra gran diferencia con lo que ocurrió durante la reciente pandemia por SARS-CoV-2 es que gran parte de la población ya está inmunizada. Desde hace tiempo se lleva alertando sobre el hecho de que el cese de la vacunación contra la viruela humana en zonas endémicas del virus de la viruela del simio ha provocado un aumento de los casos de infección por este patógeno en humanos. Lo cual indica que la vacuna contra la viruela humana protege contra la infección por mpox.
Esto es debido a la alta homología a nivel del genoma entre el mpox y el virus de la viruela humana. De hecho, el primero apenas afecta a mayores de 40 años, posiblemente debido a la inmunidad residual adquirida en las campañas de vacunación anteriores a los años 80 del pasado siglo.
Por ello, la alarma de la OMS promueve que se cedan vacunas y recursos para fabricar más y se lleven a los países más afectados. Esa es la primera barrera defensiva para evitar la dispersión, ya que la prevención y el manejo de la infección deberían poder mantenerla controlada.
Es cierto que algunos epidemiólogos consideran que podemos estar ante el inicio de una nueva pandemia global. Sin embargo, a pesar de las alertas sin base de algunas administraciones, el control de los infectados y la vacunación preventiva y profiláctica son los medios más adecuados y hay que evitar mensajes catastrofistas.
Claves para el control: la asistencia sanitaria primaria y la vacunación
Teniendo en cuenta lo que conocemos sobre el virus y los mecanismos para controlar su expansión, es relativamente fácil evitar su incidencia en los países europeos.
En primer lugar, una rápida detección de los casos resulta esencial en un virus que se transmite por contacto directo. Eludiendo ese contacto se bloquea la dispersión; no debería haber mucho problema siempre y cuando la atención primaria funcione adecuadamente y sea universal. El factor tiempo es esencial para evitar los contagios en estas enfermedades.
En segundo lugar, protegiendo a la población mediante vacunación. Como ya se ha indicado, las vacunas contra la viruela humana generan inmunidad contra la mpox, pero parte de la población no ha recibido esa inmunización al considerarse erradicado el virus en la 33. ª Asamblea Mundial de la Salud el 8 de mayo de 1980.
Por lo tanto, una vacunación general no es probable, aunque sí podría proponerse para poblaciones de riesgo y personas que no hayan sido inmunizadas contra la viruela. Para ello, en Europa se dispone ya de una vacuna testada y comprobada, IMVANEX, que protege contra la viruela humana y la del simio.
Un futuro infeccioso complejo
La colonización humana de nuevos hábitats, el consumo de organismos infectados, el cambio climático, el hacinamiento de la población y la capacidad para moverse de un país a otro en cuestión de horas da lugar a una combinación perfecta para la dispersión de enfermedades infecciosas.
Ahí tenemos la reciente pandemia de SARS-CoV-2 y los casos de virus del Nilo en las zonas de las marismas sevillanas, o las infecciones de vacas con virus de la gripe H5N1 en Estados Unidos y la dispersión actual de la mpox. Estos casos deberían activar las alarmas y nos deberían obligar a pensar en los mejores medios para afrontar las señales de un futuro infeccioso complejo. Y esos medios los tenemos a nuestro alcance: la prevención, la vacunación y un sistema sanitario capaz de detectar las infecciones con agilidad y rapidez y proceder a la mejor forma para evitar el contagio. En nuestras manos está, por ahora.
Guillermo López Lluch es miembro de la Sociedad Española de Biología Celular, la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la Society for Free Radical Research y la International Coenzyme Q10 Association. Las investigaciones realizadas por el autor están financiadas por fondos públicos provenientes del Gobierno de España o del Gobierno Autonómico de Andalucía.