En la década de los 80, un grupo de científicos descubrió el agujero en la capa de ozono.

El problema lo había generado el uso de líquidos refrigerantes, comúnmente presentes en aire acondicionado y aerosoles, que emitían clorofluorocarbono, un gas de larga duración que se concentra en la parte alta de la atmósfera y que en lugares de bajas temperaturas extremas destruye el ozono.

“Por eso el agujero está sobre la Antártica, porque es la zona más fría del planeta”, explica el académico de la Universidad de Santiago y experto en cambio climático, Raúl Cordero.

Rápidamente 197 países firmaron el Protocolo de Montreal, que en 1987 mandató la reducción de emisiones de dichos gases que estaban destruyendo la capa que cubre el planeta. El acuerdo es evaluado como “el protocolo ambiental más exitoso de la historia”, según el experto, ya que permitió que los daños se detuvieran.

Cordero afirma que todos los grandes problemas medioambientales, que conllevan cambios en el clima, son consecuencia de las emisiones de gases, es decir, es un cambio en la composición atmosférica.

Al igual que el carbono, el ozono es un Gas de Efecto Invernadero (GEI), y mientras más de estos haya, mayor será el calentamiento. Por lo tanto, el agujero en la capa de ozono significó una menor cantidad del gas, lo que implicó que la Antártica -al tener menos ozono- se mantuviera más fría, y en consecuencia se derritiera más lento y se perdiera menos hielo.

Sin embargo, el experto asegura que en estos temas “siempre hay efectos secundarios, y todos los efectos secundarios son negativos”.

En consecuencia, cambiaron los patrones de viento, lo que influyó directamente en la nubosidad, que a su vez modificó las precipitaciones sobre el hemisferio sur. Así, por ejemplo, en la Patagonia han aumentado las lluvias, pero en la zona centro sur de Chile han disminuido, lo que ha significado extensas y profundas sequías. En ciudades como Temuco, Valdivia y Puerto Montt, entre otras, las precipitaciones han bajado desde los años 80, o sea, desde que apareció el agujero.

“Buena parte del cambio climático que ha sucedido en el hemisferio sur, en Chile, es consecuencia del agujero de ozono”, asegura Cordero.

La regeneración de la atmósfera

Si bien en 2006 la apertura alcanzó su peak de más de 20 millones de kilómetros cuadrados -o sea, mayor al tamaño de Sudamérica-, al año siguiente se comenzó a verificar que el agujero no solo estaba contenido, sino que se estaba cerrando.

El agujero de ozono sigue apareciendo cada año a fines de agosto, el momento “más frío del invierno antártico”, y se cierra en diciembre, cuando comienza el verano. Por lo tanto, en esa fecha un grupo de investigadores del Instituto Antártico Chileno (Inach), liderado por Cordero, se traslada hasta la zona para estudiar el agujero en la capa de ozono en invierno.

“Esperamos que el agujero de ozono se cierre definitivamente y no se vuelva a abrir en la década del 50 de este siglo”, señala el experto.

Esto, según Cordero, implicaría nuevos cambios en el clima. “Hace unos años se discutió si era mejor no cerrar el agujero, pero se decidió reparar la atmósfera y luego ver qué se hace con los efectos secundarios que podrían venir”, explica.

El experto adelanta que las consecuencias son “como una cadena”, y que se puede esperar que nuevamente cambie la radiación solar que llega al suelo, y luego la nubosidad y las precipitaciones.

Sin embargo, sí se puede anticipar que la Antártica comenzaría a derretirse más rápido que la tendencia que ha seguido hasta la fecha, ya que al cerrarse la capa, aumentará la concentración de ozono sobre el territorio.

Cordero señala que el daño a la capa de ozono y el calentamiento global son fenómenos climáticos que van de la mano. En el futuro, afirma, el agujero ya no estará presente en la discusión climática, por lo que “el calentamiento global va a tener un rol absoluto cada vez mayor y más complicado”.

Según el climatólogo, “nos demoramos 40 años en poder decir que el agujero de ozono estaba estable y comenzando a cerrarse de manera definitiva. También nos vamos a demorar varias décadas en solucionar este problema del calentamiento global”.

Sin embargo, prevé que pese a que la sociedad ha “ignorado” el fenómeno por años, “la alta intensidad de efectos extremos va a ser tan grande en las próximas décadas que ya no se va a poder evitar”, afirmando que un ejemplo son los incendios que ocurrieron en Australia recientemente.

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