Quien vaya a veranear a la localidad de Viareggio, en el noroeste de Italia, puede pensar que se trata simplemente de un centro turístico.

Pero sus playas llenas de arena y sombrillas ocultan la otra cara de esta ciudad, que es el corazón de la industria naviera.

Aquí se construyen algunas de las embarcaciones más grandes y exclusivas del mundo.

Su especialidad: el superyate.

La más pequeña de estas embarcaciones gigantes mide lo mismo que una piscina promedio, es decir, unos 24 metros de eslora.

La más grande, puede superar esta medida en cinco veces o más.

Se trata de un mundo al que sólo accede la élite de la élite, ya que para poder comprar un superyate hay que ser superrico.

El año pasado se vendieron apenas 370 en todo el planeta. Pero los ingresos que generaron resultaron asombrosos: US$3.900 millones.

En lo que va del año, el más caro se vendió en US$174 millones, según los datos de la organización de superyates Boat International.

Una tradición centenaria

Una de cada cinco de estas naves inmensas se fabrican en Viareggio, que se ha convertido en la "cuna de la construcción naval", según su alcalde, Giorgio del Ghingaro.

El vínculo entre esta ciudad y la industria naviera tiene casi dos siglos de antigüedad. Se remonta a 1819, cuando se construyó el primer muelle de esta localidad costera.

Sus habitantes comenzaron a fabricar embarcaciones de madera robusta de gran tamaño para transportar el mármol que se extraía de las canteras de la región.

Así se forjaron los cimientos de lo que, con el tiempo, acogería a algunos de los astilleros más importantes, caracterizados por una histórica tradición artesanal y en materia de carpintería.

La creciente popularidad de los superyates hizo que Viareggio se adaptara y cambiara los barcos de madera que un día la hicieron famosa por estas embarcaciones hechas con metal y fibra de vidrio.

Vincenzo Poerio es el director general del fabricante de navíos Benetti, con sede en esta ciudad.

Él atribuye el éxito de Viareggio en el sector naval a las raíces artísticas de la región, Toscana, donde otras urbes como Lucca, Pisa, Siena y Florencia también son reconocidas por su trabajo artesanal.

Este se realiza en mármol, madera, cuero y arquitectura.

Algo que resulta útil a los astilleros, ya que los compradores de superyates esperan que todo sea perfecto: tanto el interior como el exterior de la embarcación.

Pero el estilo y el arte no bastan para construir un superyate.

El "juguete más caro del mundo"

Proyectos de esa escala requieren de una capacidad de ingeniería y de una experiencia en gestión de proyectos que garanticen que la embarcación esté lista a tiempo y sin salirse del presupuesto.

Sin embargo, Poerio afirma que la clave para tener éxito en este sector son las habilidades sociales, ya que hay que lidiar con las exigencias "desafiantes" de los superricos.

Según él, es importante mantener buenas relaciones porque se trata de una transacción personal, no de negocios.

"Al final del día, estás construyendo un juguete grande, probablemente, el juguete más caro del mundo", dice.

A diferencia de industrias similares, como los automóviles de lujo o los aviones privados, resulta muy difícil construir estas naves de manera estandarizada.

"En nuestro caso, la mayoría de veces partimos de cero. Así que el cliente no compra un producto, sino que lo manda a construir; por lo que la diferencia es grande".

"La mayor parte del tiempo no es fácil lidiar con lo que piden".

Una estrategia arriesgada

Aunque este enfoque está empezando a cambiar. Algunos astilleros, como Benetti y Perini Navi, están montando superyates más pequeños sin que hayan sido encargados por un cliente.

Los más pudientes están acostumbrados a conseguir lo que quieren cuando quieren, por lo que un barco que esté a su disposición al instante resulta muy atractivo.

Pero se trata de una estrategia arriesgada para estas firmas que invierten millones en estos productos que carecen de un comprador garantizado.

Aún así, Burak Akgul, el gerente del astillero Perini Navi, asegura no estar preocupado.

"Somos una indulgencia. Siempre hay alguien dispuesto a mimarse, la cuestión es ser capaz de atraparlo", bromea.

Akgul afirma que la marca Perini se ha convertido en un símbolo de estatus, lo que supone un logro.

"Hemos empezado a notar que la gente se comporta como si hubiera llegado al punto en el que necesita tener su Perini".

"Aún no sabían lo que querían, pero tenían este sentimiento de que habían alcanzado un nivel de éxito personal tal que el siguiente paso para ellos era construir un Perini para añadirlo a su establo".

Una industria a prueba de crisis

Otra ventaja para Viareggio es que ya está equipada para responder a los caprichos de la industria de los superyates.

Un sector que, al ser tan pequeño y especializado, puede sufrir fluctuaciones drásticas de demanda, según vaya la economía mundial.

Los superyates y las embarcaciones militares tienen tamaños similares, por lo que las habilidades para fabricarlos son parecidas.

El dueño del astillero San Lorenzo, Massimo Perotti, cree que este es un equilibrio útil, ya que la demanda de yates para ocio se reduce de forma natural cuando la de barcos militares sube y viceversa.

No obstante, la extrema riqueza de su clientela también significa que se encuentra más resguardada de los impactos de lo que sucede en el planeta.

Incluso durante la crisis financiera, San Lorenzo consiguió crecer, vendiendo unos 20 yates. La compañía buscó nuevos mercados en Rusia, Sudamérica e India.

La crisis, sin embargo, sí marcó un cambio en el perfil del consumidor.

Los clientes que querían un superyate para mostrar su riqueza y poder disminuyeron y el grueso de los compradores estaba compuesto por personas que tenían un interés genuino en la navegación, según Perotti.

Pero incluso con un flujo de clientes adinerados listos para darse un capricho, los fabricantes italianos tienen que hacer frente a competidores de otros países de Europa e incluso de China.

El coste de producción en estos países es menor porque los salarios y las materias primas son más baratas.

El valor de la marca

Pero Poerio dice que, para "la gente muy muy muy rica" a la que ellos dan servicio, el precio no importa.

Cuando la gente se va a gastar millones y millones de dólares, "la marca tiene que tener un valor", afirma.

El director de Benetti cree que aspectos como el servicio al cliente y la garantía de un cierto nivel de calidad que ellos ofrecen les hace capaces de retener a sus clientes.

Perotti coincide: "Cuando compras un superyate, es para ti mismo. Te gusta la tecnología, el diseño, el lujo; ya sabes, no es barato y tu objetivo no es conseguirlo al menor precio posible".

Al final, todo se resume en lo que siempre ha hecho famosa a Viareggio: su estilo artístico.

"La característica de los italianos es el individualismo y la creatividad".

"Tal vez compres un automóvil alemán porque los alemanes se organizan mejor. Pero si quieres comprar una obra de arte, lo más probable es que vayas a Italia", concluye el propietario de San Lorenzo.

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