Imagínate que tienes una teoría que te permite deducir todas y cada una de las cosas verdaderas sobre el mundo. ¿Qué harías con ella?
Pues alrededor del final del siglo XIII, un europeo llamado Ramon Llull creía que había elaborado tal teoría, y no le hizo mucho bien: fue linchado, encarcelado y amenazado con ser ejecutado.
Eso se debió a que para Llull, quien nació en la isla española de Mallorca, el uso adecuado de una teoría como la suya era demostrarle a todos, usando lógica pura, que el Dios cristiano era el único verdadero.
Aunque puede sonar como un fanático de la época de las Cruzadas, su idea fundamental era extraordinaria.
Verdades irrefutables
Llull pensaba que la verdad podría ser automatizada.
Desarrolló un esquema partiendo de unas pocas verdades o "axiomas" básicos sobre los que todos podían estar de acuerdo y, combinándolos en diferentes permutaciones, creyó que podía derivar todas las demás afirmaciones verdaderas.
Su plan para convertir a infieles al cristianismo era presentarles una lógica que no pudieran refutar.
Sin embargo hoy en día Ramon Llull no es aclamado como un profeta de la fe cristiana -como podría esperarse-, sino como el profeta de una rama de las matemáticas y la informática llamada combinatoria.
Sus teorías fueron el comienzo de una investigación muy profunda sobre la forma en que el mundo encaja.
Llull en su mundo
Incluso para los estándares medievales, Llull era un verdadero todoterreno.
Estudió las ciencias de su época - aritmética y geometría, astronomía y medicina-; compuso poesía caballeresca en la tradición trovadora del sur de Europa; escribió algunas de las primeras novelas europeas ambientadas en su propio tiempo; y fue, además, teólogo.
Después de su muerte desarrolló una reputación de místico y alquimista, aunque probablemente eso se deba a la costumbre medieval de los autores anónimos de atribuir sus libros a alguien más famoso.
Nació en Palma en Mallorca, probablemente en 1232, en un momento en el que Mallorca era uno de los lugares más cosmopolitas de Europa y estaba en el centro de una próspera red comercial del Mediterráneo.
El gran asunto de la época en esta parte del mundo era la interacción entre las tierras cristianas y la cultura islámica del norte de África.
El reino de Aragón estaba tomando lentamente el este la Península Ibérica, generalmente por la fuerza, de manos de quienes entonces llamaban moros o sarracenos.
Pero al mismo tiempo, había un intenso comercio entre esos dos mundos, no solo de bienes, sino también de ideas, con traductores europeos viajando a las tierras árabes para descubrir y traducir las obras de otros eruditos.
De licencioso a creyente
Por su propia admisión, Llull fue todo menos devoto en su juventud: según dijo, había sido "licencioso y mundano".
Nacido en una familia rica y posiblemente noble, pasaba sus días cortejando a las mujeres con canciones de amor y poemas. Pero un día, según contó, mientras estaba haciendo exactamente eso, tuvo una visión de Cristo en la cruz.
La revelación se repitió una y otra vez, y al principio lo aterrorizó. Pero luego se dio cuenta de que Dios lo estaba llamando a su servicio, y se propuso convertir a los sarracenos al cristianismo.
Hoy en día, ese impulso de la cristiandad medieval de "convertir a los paganos", con la espada de ser necesario, es controvertido.
Pero lo que Llull decidió fue hacer su trabajo misionero con el diálogo, así que aprendió árabe y leyó el Corán para poder debatir y comunicarse adecuadamente.
Lo malo fue que compró un sirviente musulmán -esencialmente un esclavo- para que le enseñara árabe, y en una ocasión lo golpeó por decir una blasfemia. El sirviente respondió de igual forma pero hirió gravemente a su amo y terminó en la cárcel, donde se ahorcó.
Una teoría medieval de todo
Llull pensó que para que ser convincente, necesitaba mostrar cómo la fe cristiana y sus "misterios" -como la doctrina de la Trinidad- formaban el conjunto básico de verdades a partir de las cuales todo lo que vemos y experimentamos, todo el conocimiento humano, podía ser explicado.
Algo así como una teoría medieval de todo.
Para lograrlo, se propuso convertirse en una de las personas más sabias de la cristiandad, y aprendió todo lo que pudo sobre todo lo que se sabía.
Finalmente, alrededor de la década de 1270, comenzó a armar su gran esquema, al que simplemente llamó el "Gran Arte" y que se conoció como el Arte Lluliano.
No es algo fácil de describir, en parte porque hoy parece una idea un tanto extraña.
Intentémoslo.
Para Martin Gardner, el gran escritor moderno de las matemáticas, Llull era como uno de esos "excéntricos que se convierten en los fundadores de las sectas", un embaucador que gira ruedas mágicas para invocar fórmulas vacías disfrazadas de verdades profundas.
Pero eso es injusto.
Lo que realmente estaba haciendo Llull era parecido a lo que el antiguo matemático griego Euclides hizo para probar teoremas matemáticos partiendo de un conjunto de axiomas básicos, usando la lógica y el cálculo, un enfoque que los matemáticos todavía usan hoy en día.
Solo que los axiomas de Llull no eran cosas como "dos líneas paralelas nunca se cruzarán", sino "Dios es uno" y "Dios es eterno". Estos, razonó, eran principios en los que cristianos, musulmanes y judíos estarían de acuerdo.
El arte lluliano consistía en usar diagramas y manipulaciones mecánicas, incluidas ruedas giratorias concéntricas, para combinar estos axiomas de manera que se transformaran en declaraciones más complejas sobre el mundo, no solo el espiritual sino también el material que estudiaban los filósofos naturales.
Y representaba los axiomas de una manera que nadie lo había hecho antes: con una notación simbólica en la que a cada uno se le asignaba una letra, formando una especie de alfabeto del pensamiento humano.
El Arte era una especie de "ciencia de todas las ciencias", una clave para la forma en que todo el conocimiento estaba racionalmente ordenado.
Y sea cual fuera tu fe, no serías más capaz de refutar esas verdades lógicas de la misma manera que no podías refutar la geometría de Euclides, creía Llull.
Era un enfoque sin confrontación: no se trataba de "mi libro sagrado contra el tuyo", sino de razón clara y fría.
Su lógica falló
Como sin duda habrás adivinado, no resultó tan fácil.
A pesar de sentir grandes temores por su seguridad, Llull viajó a las tierras sarracenas armado con sus diagramas.
Fue a Túnez en la costa norte de África y, al principio, los musulmanes parecían felices de debatir, pero en gran parte porque ellos querían convertir a Llull al islam, no al revés.
Al final, aunque algunos pidieron que lo ejecutaran, el gobernante de Túnez decretó que lo expulsaran, y que si alguna vez volvía a pisar la ciudad, sería lapidado.
Después de pasar varios años viajando por Europa, estudiando en París y tratando de obtener el apoyo del Papa, Llull intentó nuevamente en la ciudad de lo que hoy es Bugía, en Argelia.
Pero le fue peor: después de debatir con un imán musulmán, se dice que fue golpeado por una multitud y arrojado a la cárcel donde languideció durante medio año antes de ser expulsado nuevamente.
Sin embargo, no se dio por vencido.
En 1314, a la notable edad de 81 años, volvió a navegar de Mallorca a Túnez... donde no le fue tan mal como era de esperar.
Aunque algunas historias dicen que fue apedreado y martirizado, la verdad es que para entonces Túnez se había vuelto cosmopolita y lo que le pasó a Llull fue que murió de viejo a principios de 1316, quizás en Túnez o navegando de regreso a Mallorca, y fue enterrado en Palma.
El arte de las combinaciones
Después de la Peste Negra del siglo XIV y luego del Renacimiento, los logros intelectuales de la Edad Media tendieron a eclipsarse.
Pero Ramon Llull encontró algunos entusiastas partidarios del racionalismo de la Revolución Científica. En particular, el matemático y filósofo alemán Gottfried Leibniz, quien se inspiró en la idea de Llull de crear un alfabeto simbólico del pensamiento humano que pudiera combinarse de acuerdo con reglas lógicas para generar teoremas y proposiciones más complejos a partir de los más simples.
Explicó este concepto en un libro de 1666 llamado "Disertación sobre el arte de las combinaciones".
El interés de Leibniz en esa mecanización del conocimiento como una aritmética de combinaciones también lo llevó a inventar uno de los primeros dispositivos de cálculo mecánico: un precursor de las máquinas de cálculo que finalmente condujeron a la computadora.
El Arte de Llull es, de hecho, lo que los informáticos hoy en día llaman un sistema generativo: un tipo de lenguaje en el que los elementos básicos se combinan según las reglas para hacer declaraciones complejas.
Y al usar un código simbólico para representar esos elementos, a lo que más se parece su sistema es a un lenguaje informático moderno, donde se combinan instrucciones y operaciones simples para realizar cálculos complicados.
Pero la codificación por computadora es apenas un aspecto de este "arte de combinaciones", esa rama de las matemáticas llamada combinatoria.
Engañosamente simple
La combinatoria ha sido llamada "el arte de organizar los objetos de acuerdo con reglas específicas".
Es realmente una forma de hacer dos preguntas engañosamente simples: ¿cuántos hay y cómo podemos organizarlos?
Preguntas como esta surgen en todo tipo de ciencias: en los esfuerzos por comprender la evolución y los genes, las computadoras, los gráficos y el lenguaje, por ejemplo.
Si los objetos son, por ejemplo, átomos, el arte de la combinatoria te permite descubrir qué tipos de moléculas y sustancias son posibles en el mundo.
Si son los invitados a tu boda, la combinatoria te indicará cómo organizarlos en las mesas para la cena.
Es más: muchos juegos son ejercicios de combinatoria, desde el ajedrez y el sudoku.
Lull fue el profeta medieval de una rama de las matemáticas tan amplia que, en realidad, nadie sabe dónde comienza ni dónde termina.