Bajo su mando trabajaron y se formaron los que eran considerados los mejores espías de la Unión Soviética.
Los llamaban "ilegales", agentes con nervios de acero, capaces de hablar hasta tres idiomas con acento nativo, que vivían y operaban durante años en países extranjeros asumiendo una identidad falsa y sin contar con un aval diplomático que les evitara una larga condena a prisión en caso de ser descubiertos.
Yuri Drozdov, quien falleció este miércoles a los 91 años de edad, fue durante más de una década el jefe de estos superagentes del servicio de espionaje exterior soviético, la KGB.
En las filas de la temida KGB tuvo una larga y destacada carrera.
Tanto así que uno de los episodios que le tocó protagonizar terminó siendo llevado al cine por Steven Spielberg en el filme de suspenso Puente de Espías, nominado al Premio Oscar como mejor película en 2015: el intercambio en plena Guerra Fría del espía soviético Rudolf Abel por el piloto estadounidense Gary Powers, ocurrido en Berlín en 1962.
Pero no fue era ese el primer episodio histórico que le tocaría vivir en la capital alemana.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial, como parte del Ejército Rojo, Drozdov combatió a los nazis y participó en la toma de Berlín, donde celebró la victoria de los aliados.
Poco más de una década después, en 1956, egresó del Instituto Militar de Lenguas Extranjeras y comenzó su carrera en la KGB.
Fue transferido a Alemania Oriental, donde le correspondió servir de enlace entre Moscú y la Stasi.
Le tocarían otros destinos importantes.
En 1964 fue enviado a China, donde permaneció durante 4 años trabajando como agente residente de inteligencia extranjera.
Esta función también la cumpliría en Nueva York a partir de 1975. Allí trabajó de forma encubierta mientras oficialmente se desempeñaba como embajador adjunto de la Unión Soviética en la ONU.
La élite del contraespionaje
Drozdov fue ascendido al directorio de la KGB en 1979, cuando le pusieron a cargo del servicio de espionaje exterior de la KGB, la unidad a cargo de los llamados "ilegales".
Estos agentes eran considerados la élite de los espías soviéticos y aún en la Rusia actual gozan de un prestigio y reconocimiento inmensos debido a lo exigente de su preparación y a lo arriesgado de sus misiones. Su formación requería entre cinco y siete años de trabajo.
A finales de ese año, Drozdov dirigió la operación de toma del palacio presidencial en Kabul que condujo a la muerte del presidente Hafizullah Amín, acción que abrió el camino para la invasión soviética de Afganistán.
En 1981, fue el creador y arquitecto de una unidad de contrainteligencia dedicada a realizar operaciones especiales en el extranjero, conocida como Vympel.
Una década más tarde, con la disolución de la Unión Soviética, renunció al directorio de la KGB y abandonó el servicio público con el cargo de mayor general.
Pero, pese a que muchos episodios de su vida siguen protegidos por el secretismo de sus funciones, deja tras de sí una leyenda.
En su libro "El manifiesto negro", el reconocido escritor y exespía británico Frederick Forsyth se refiere a Drozdov como "uno de los más formidables maestros del espionaje ruso".
Este miércoles, el Servicio de Espionaje Exterior de Rusia (SVR, por su siglas en ruso) también le rindió un reconocimiento, divulgando una nota de prensa en la que le califican como "un auténtico oficial ruso, una persona afable y un sabio comandante".