Espermatozoide + óvulo = reproducción. ¿Hay en el reino animal alguna especie que no encaje en este esquema? ¿Y para qué sirven realmente las relaciones sexuales?

Con esas preguntas en mente parten los "detectives" de la BBC, el genetista Adam Rutherford y la matemática Hannah Fry, hacia su última misión: desentrañar "el enigma del sexo".

Y lo primero que tienen que observar está en el zoológico de Londres.

"Estamos aquí para ver un espécimen increíble", dice Fry.

"No, no es él. Éste es el herpetólogo Chris Michaels, quien nos mostrará la principal atracción del zoo".

Se refiere a Ganas, el dragón de Komodo que llegó a Reino Unido procedente del Zoo Randers de Dinamarca, cumplió 10 años en febrero, mide 1,75 metros de largo y pesa unos 29 kilos.

Su especie es el primero de los ejemplos del carnaval de prácticas sexuales y reproductivas que existen en la naturaleza y que Fry y Rutherford exploran en esta ocasión.

1. Dragones vírgenes

El dragón de Komodo (Varanus komodoensis), también llamado monstruo de Komodo, es una especie de saurópsido de la familia de los varánidos, endémico de algunas islas de Indonesia central.

Es el lagarto de mayor tamaño del mundo, con una longitud media de dos a tres metros y un peso de unos 70 kilos.

Pero esa no es su única particularidad.

"Es producto de la partenogénesis, lo que significa que no tiene padre y su madre lo creó ella sola", explica Michaels, el experto en herpetología, la rama de la zoología que estudia a los reptiles y anfibios.

"¿Así que se quedó espontáneamente embarazada de él? ¿Y dio a luz siendo virgen?", le pregunta Fry.

"Sí. Es algo que los dragones de Komodo hacen ocasionalmente, como también algunos otros reptiles y vertebrados", le contesta Michaels.

Se trata del también conocido como "nacimiento virginal".

"Lo que el proceso da es un dragón macho con los cromosomas perfectamente normales, pero todos de la madre".

Inicialmente se pensó que un nacimiento de hembra virgen ocurría en situaciones extremas.

Los únicos casos documentados habían ocurrido entre animales cautivos, quizás por estrés y aislamiento, y como única opción para prolongar la descendencia.

Pero no necesariamente. Ahora parece que algunas hembras vírgenes producen crías, incluso en presencia de machos.

Eso puede tener ventajas, sobre todo con tantas especies en peligro de extinción, pero también plantea interrogantes fundamentales sobre la importancia del sexo.

Si quedara una sola hembra de dragón de Komodo en el mundo, podría reproducirse por partenogénesis. Pero si todos sus descendientes fueran machos, ya no podrían perpetuar la especie por la misma vía, explica Michaels.

"En ese caso, uno de ellos se tendría que reproducir con su madre".

2. Puñaladas y drogas

Los nudibranquios, unos moluscos cuyo nombre significa "con las branquias al desnudo", porque no tienen concha, se conocen más como babosas de mar.

Son hermafroditas y una especie en particular, los Siphopteron, tiene una forma particular de reproducirse.

Como juego previo al apareamiento, los dos ejemplares se entrelazan y tratan de clavarse el pene mutuamente en la cabeza.

El que lo consigue, introduce unos neuroquímicos directamente en el cerebro de la pareja.

En algunos de los casos estas sustancias hacen que el ejemplar que ha sido inyectado no quiera tener relaciones sexuales.

"Y esta es una buena noticia para quien ya lo ha fecundado, porque su esperma no tiene que competir con el de ningún otro", señala la genetista Aoife McLysaght, del Trinity College de Dublín, en Irlanda.

"En resumen: las babosas de mar apuñalan a sus parejas y las drogan para someterlas", se ríe Fry. "Así es duro ser hembra".

3. Arañas caníbales

Pero en otras partes del reino animal hay hembras que, en lo que al sexo y la reproducción se refiere, ostentan el poder.

Es el caso de las arañas de espalda roja (Latrodectus hasselti), cuyas hembras suelen disfrutar del canibalismo poscoital.

"Esta especie de araña de Australia ha desarrollado una curiosa estrategia, en la que sus machos suelen dejarse matar", cuenta la bióloga Carin Bondar, autora de The Nature of Sex: The Ins and Outs of Mating in the Animal Kingdom ("La naturaleza del sexo: los pormenores del apareamiento en el reino animal"), publicado en 2015.

"Porque, si lo piensas bien, estas arañas solo tienen una ocasión, con suerte dos, para tener relaciones sexuales a lo largo de su vida. Así que deben hacer que merezca la pena", explica.

Lo que el macho hace en el primer intento es agrupar todos sus órganos en el interior de su cuerpo, lejos de las fauces de la hembra y formando con el resto de su abdomen una especie de cinturón protector.

Eso le permite, aun estando herido, hacer un segundo intento para fecundarla. Y entonces sí, muere.

"Pero muere habiendo sido lo más eficiente posible, reproductivamente hablando", concluye la experta.

4. Gusanos clonadores

Pero hay animales que han terminado por deshacerse del todo del sexo.

Se trata de los bdelloidea, una clase de rotíferos, unas criaturas microscópicas filosas, como gusanos diminutos, que se encuentra en agua dulce y en tierra húmeda.

"Miden menos de medio milímetro de longitud", señala Chris Wilson, profesor de la Facultad de Ciencias Naturales del Imperial College de Londres, mientras observa con su microscopio a un ejemplar que se desplaza con movimientos en espiral.

Pueden vivir en cualquier zona en la que haya un poco de agua, aunque sea temporal.

"Si quito un pedazo de pared, allí puede haber bdelloidea. Y lo único que tengo que hacer es añadirle un poco de agua para que revivan y empiecen a poner huevos", aclara.

Por muy llamativo que esto parezca, lo es más el hecho de que todos los ejemplares son hembra, al menos todos los que han sido analizados.

Se reproducen por medio de la clonación.

"Es uno de los procesos más sencillos que uno pueda imaginar", explica Wilson. "Crea copias exactas de la madre. Así que todas las hijas son idénticas a su madre e idénticas también entre ellas".

"Además, es el doble de eficiente que producir descendientes machos y hembras", dice el experto.

Y es que, las hembras pueden invertir toda la energía que obtienen de la alimentación en poner huevos.

Con los machos, como estos no pueden poner huevos, esa energía se perdería.


En vista de estos ejemplos, en los que las relaciones sexuales no son necesarias para la reproducción, surge inevitablemente una pregunta: ¿por qué existe entonces el sexo?

A finales de la década de 1970 el británico John Maynard-Smith (1920-2004), genetista e investigador en biología evolutiva, aplicó la teoría de juegos a la evolución y concluyó que la existencia de los hombres simplemente no tenía sentido.

Según el genetista, al producir machos una población "malgasta" el 50% de sus recursos porque estos no pueden tener descendencia. Denominó el concepto el "doble costo del sexo", que recogió en su libro "La evolución del sexo" en 1978.

Por lo tanto, de acuerdo a esta lógica, la tasa de reproducción de una población sin machos sería el doble.

"Desde el punto de vista evolutivo, tener éxito implica transmitir tus genes y hacerlo de la manera más eficiente posible de generación en generación", explica la genetista Aoife McLysaght, del Trinity College.

"Con la reproducción sexual lo que hacemos es trasmitir la mitad de nuestros genes a nuestros hijos, quienes reciben la otra mitad de su material genético de otra persona. Y esto requiere de un gran esfuerzo, por lo que se podría considerar ineficiente", reconoce.

"Pero si nos fijamos en la naturaleza, todo tipo de organismos siguen teniendo relaciones sexuales. Continúan con la reproducción sexual. Y esto nos lleva a pensar que debe haber una buena explicación para ello", apunta.

Ese es un misterio que la biología no ha podido desentrañar del todo. El enigma del sexo, se le ha llamado.

Aunque hay pistas.

"Lo bueno, lo malo y lo feo"

Todos los ejemplares nacidos de la reproducción asexual son idénticos, por lo que también son idénticamente vulnerables, particularmente frente a las enfermedades.

Así, si una población con estas características fuera infectada por un virus o bacteria, el mal se expandiría rápidamente.

Los hombres, por lo tanto, sí cumplen con un papel importante en todo esto. Y parece que el sexo tiene también sus ventajas.

"Se resume como lo bueno, lo malo y lo feo", dice.

"La desventaja de clonarse a uno mismo es que da lugar una población genéticamente idéntica. Todos sus ejemplares son igualmente fuertes, pero igualmente vulnerables. Eso es lo feo", explica.

"De la misma manera -y esto es lo malo-, si me clonara, mis descendientes heredarían todo mi material genético, incluidos mis defectos", prosigue.

"Por lo que sabemos sobre la evolución del ADN, cada uno de nosotros porta 16 mutaciones totalmente nuevas que no heredamos de nuestros padres. Así que mi clon tendría también sus propias nuevas mutaciones", añade.

"Y hay dos opciones con estas mutaciones: o no provocan nada, o empeoran la situación, porque es más fácil estropear nuestro ADN que mejorarlo. Así que la clonación sería una vía de una sola dirección hacia la degradación".

"Con la reproducción sexual, con el sexo, se combina el material genético de dos individuos. Y esto significa que hay más posibilidades de que se deje atrás el ADN defectuoso". Y eso es lo bueno.

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