Anne Rucchetto, es una escritora de 27 años que vive en Toronto, Canadá. Como parte de la serie especial de la BBC 100 Mujeres, escribió sobre la importancia de a quién le corresponde pagar la cuenta.
Cuando empecé a salir con gente, mi madre me advirtió que "no hay nada que sea gratis".
"Los hombres pensarán que les debes algo", sentenció.
Sé bien que mi madre no pretendía llenarme de temor, pero su declaración me causaba preocupación cada vez que conocía a alguien nuevo. Me tomó tiempo librarme de ese sentido de obligación que sentía hacia los hombres que pagaban los US$5 que valía mi cerveza pero, desde ese momento, no volví a hacerlo.
Como una persona que ha estado saliendo con chicos desde los 14 años, he pasado mucho tiempo pensando y hablando sobre maneras de encontrar una gran pareja, así como en qué comportamientos debes fijarte cuando conoces a alguien por primer vez.
Hoy en día, buscar a alguien con quién salir es más fácil que nunca, con las apps y comunidades online para personas de todas las orientaciones, identidades y antecedentes imaginables.
Pero, ¿quién debería pagar la cuenta en esa primera cita? es una pregunta que siempre enciende una acalorada conversación.
Siempre solía adoptar la lógica de que para que las mujeres seamos tratadas igual que los hombres, debemos pagar nuestra parte y dividir la cuenta con nuestra pareja. Para asegurarme de que eso no fuera problemático, siempre sugerí salir a lugares de módico precio, restaurantes baratos y animados, boliches, recitales, parques.
Hace unos cinco años, mis amistades y maestros me plantearon ideas que me hicieron cuestionar esa estrategia.
Me abrí a escritoras feministas como Gloria Jean Watkins (conocida por su pseudónimo, "bell hooks") que me hicieron pensar en quién se beneficia más de la actual estructura social. Ella y otras me obligaron a cuestionar la mecánica del poder a todo nivel, incluyendo en los pequeños intercambios individuales.
"Estilos de vida más costosos"
Las personas se benefician de diferente manera según la actual estructura de la sociedad, así que, dependiendo con quién estamos pasando el tiempo, no debería esperarse que ambas partes paguen las mismas cantidades.
En promedio, las mujeres ganan menos que los hombres. Las canadienses ganan 69 centavos por cada dólar menos que un hombre.
Esto no quiere decir que nos cueste menos vivir; en muchos casos puede ser más caro.
La expectativa en torno a la apariencia y los comportamientos de las mujeres tiene un costo material y personal.
La apariencia física de las mujeres se mide con estándares imposiblemente altos y es objeto constante de ridiculización en todas partes, desde la industria de la farándula hasta la Casa Blanca.
De nosotras se espera que seamos más calmadas, más atentas, comprensivas, flexibles y complacientes que los hombres en todos los aspectos de nuestras vidas: familia, trabajo, relaciones y amistades. Cumplir con esas normas es costoso material y económicamente.
Aún más, la cuestión de quién paga no puede reducirse a un asunto de hombres versus mujeres. Todos tenemos diferentes experiencias basadas en nuestro género, estatus socioeconómico, raza, ciudadanía y mucho más.
Al final, la igualdad no es lo mismo que la equidad. Igualdad es todos calzando el mismo par de zapatos. Equidad es que todos calcemos zapatos que nos queden bien. En las buenas relaciones, las personas buscarán la equidad.
Cuando salí por primera vez con un hombre que se pasaba la mayoría del tiempo jactándose de su auto deportivo y sus viajes, me confundió que quisiera dividir la cuenta. Curiosamente, es frecuente que sean estos hombres privilegiados los que le han comentado a mis amistades que yo "soy feminista, así que lo dividimos".
Así los hombres crean o no que el trabajo de las mujeres está infravalorado, eso es un hecho. Más aún, así o no estén de acuerdo con que a las mujeres se les pague menos, ellos se benefician directamente de eso.
Con esto no estoy diciendo que los hombres no trabajen arduamente o que siempre deban pagar: en situaciones en las que es obvio que yo tengo ingresos más altos que el hombre con quien estoy saliendo, me parece bien dividir o pagar toda la cuenta.
Si percibo que un hombre relaciona su pago de la cuenta en la primera cita conmigo como que yo le quedo "debiendo" algo, insistiré en pagarla yo y cerrarle la puerta a cualquier oportunidad de seguir la comunicación. Ese tipo de mentalidad primitiva delata una falta de perspectiva, respeto y consentimiento.
"Desequilibrios desafiantes"
He salido tanto con hombres como con mujeres y, curiosamente, cada vez que he salido con una mujer o con una persona de sexualidad diversa, siempre hemos terminado peleando por pagar la cuenta.
Llevo con mi pareja, Zac, más de un año. Tuve un buen presentimiento sobre él cuando me dijo que amaba los animales, describió su apreciación por sus amigos y compartió sus opiniones sobre derechos laborales. Él pagó en nuestra primera cita y yo en la segunda.
Ahora, compartimos los gastos basados en nuestra capacidad de hacerlo cuando salimos juntos o nos visitamos en la casa del otro. Esto podría cambiar en el futuro, pero hemos encontrado un equilibrio que nos funciona a los dos.
Nuestra meta más importante es asegurarnos de que ambos nos sintamos respetados y que ninguno se sienta menospreciado o abusado.
Las primeras citas son una pequeña oportunidad para reconocer que la gente en la sociedad tiene diferente acceso a los recursos. Si queremos ser buena compañía y buenas parejas, desafiar los desequilibrios de poder es importante en todas las relaciones.
Quién paga en la primera cita no define los términos de la relación.
A medida que los lazos se estrechan, las personas involucradas pueden buscar los términos que les convengan. Independientemente de las expectativas que podamos tener sobre quién debe (o no) pagar en la primera cita, siempre es bueno tener consideración.