¿Te has llevado alguna vez cosas de la oficina a tu casa? ¿Has robado algunos bolígrafos y papel de tu empleador para la clase de arte y manualidades de tus hijos? ¿Y nunca has usado la impresora de la oficina para imprimir las boletas de un concierto?
En una encuesta anónima reciente de la compañía Papermate, como parte del lanzamiento de un nuevo bolígrado, el 100% de los trabajadores reconoció haberse robado al menos un bolígrafo del trabajo.
Otras investigaciones académicas reportaron que hasta el 75% de los empleados admitió haber robado suministros de la oficina durante el último año.
El daño en términos económicos causado por estos "pequeños robos" ha sido valuado en cientos de miles de millones de dólares al año, y se estima que son la causa de que el inventario de una organización se reduzca cada año en un 35%.
También representan un 1,4% del total de las ganancias.
Entonces, si este comportamiento es tan dañino para la economía, ¿por qué lo hacemos?
Cuando uno empieza un nuevo trabajo, el empleador tiende a hacer una serie de promesas sobre el puesto que no son necesariamente parte de tu contrato escrito.
Imagina que tu empresa te ha prometido horas de trabajo flexible y un ambiente donde la responsabilidad se comparte entre los colegas.
Al hacer estas promesas, tu empleador ha creado una serie de expectativas.
Estas expectativas forman las bases de lo que llamamos un "contrato psicológico".
Siempre y cuando tu empleador mantenga su parte del acuerdo, tú serás un empleado feliz, leal y comprometido con su trabajo.
La única falla en esta situación es que rara vez existe.
Sabemos que con el tiempo, las percepciones de los empleados y empleadores sobre lo que fue prometido comienza a distanciarse.
Promesas rotas
En realidad, mucha gente percibe que su empleador se está alejando de sus promesas iniciales.
De hecho, el 55% de los empleados afirma que sus jefes rompieron sus promesas en los primeros dos años de empleo, y el 65% dijo haber experimentado esta situación en el último año.
Recientemente, investigadores descubrieron que los empleados experimentan la ruptura de una promesa una vez por semana e incluso a diario.
En este punto, probablemente, estarás pensando: "Si rompen sus promesas con tanta frecuencia, deben al menos disculparse por ello, ¿no es cierto?".
Lamentablemente, estudios recientes indican que los empleadores rara vez notan que han hecho algo mal.
Como consecuencia, solo tratan de justificar o rectificar sus acciones entre el 6% y el 37% de las veces.
Parece ser entonces que los empleadores rompen sus promesas con mucha frecuencia, pero no admiten sus equivocaciones ni intentan buscar una solución.
El placer de la venganza
Como estas promesas son vistas como una parte tan importante del acuerdo laboral, cuando el jefe las rompe, a menudo, el empleado acaba sintiéndose con la libertad de tomar lo que "por derecho le pertenece".
Los empleados que sienten que los empleadores no han cumplido tienden a experimentar una serie de emociones negativas intensas como enojo, furia, frustración e indignación, que generan a su vez un deseo profundo de dominar y vengarse del empleador.
Es más, algunas investigaciones descubrieron que este efecto era más profundo entre aquellos que eran muy buenos en su trabajo y que por ello esperaban ser tratados de forma justa.
Esto quiere decir que los mejores empleados de una organización son los más propensos a ser "vengativos" frente a las promesas incumplidas.
Algunos estudios también demostraron que alguna gente parece disfrutar la venganza, sobre todo cuando tienen un puesto alto y cuando se sienten más dominantes.
Si combinamos el deseo de venganza con el placer que proporciona, llegamos a un refuerzo positivo de este comportamiento.
En consecuencia, los empleados son más proclives a ser vengativos en el futuro cuando se enfrentan a una promesa incumplida, porque experimentan consecuencias mayormente positivas a raíz de su comportamiento negativo.
Poca duración
¿Quiere decir esto que estoy defendiendo este comportamiento vengativo que se da cuando un jefe rompe una o más de las promesas que hizo?
Claro que no. Déjame que te lo explique con el acrónimo en inglés BRAIN (Benefits, Risks, Alternatives, Information and Nothing, en español, Beneficios, Riesgos, Alternativas, Información y Nada).
Primero, cuando experimentes el incumplimiento de una promesa, detente un momento y piensa en los beneficios potenciales de ser vengativo a la luz de los riesgos asociados con robarle a tu empleador.
Si bien da placer haberte vengado de tu empleador por no haber cumplido, sabemos que la emoción que nos da esa acción dura poco tiempo.
De hecho, es muy probable que te sientas culpable luego por lo que has hecho.
También corres el riesgo de que te descubran y de que, potencialmente, puedas perder tu trabajo.
Así que pregúntate: "¿Vale esto realmente la pena?". Mejor, piensa en alternativas.
Cambio de dinámica
Como mencioné anteriormente, por lo general tu jefe no tiene conciencia del hecho de que ha roto una promesa.
Sin embargo, hay estudios que apuntan a que puedes cambiar esta dinámica si les hablas de una manera respetuosa.
Dile a tu empleador cuál fue la promesa que no cumplió, cómo eso te afecta y, en última instancia, deteriora el desempeño de la organización.
Los empleadores responden por lo general bien a este tipo de diálogo — al menos entre el 52% y el 66% de los casos — y tratarán de corregir las cosas, ya sea disculpándose u ofreciendo una compensación.
Sin embargo, antes de hacer nada, asegúrate de tener toda la información necesaria. Y hazte preguntas como:
- ¿Es ésta una promesa no cumplida que se escapa al control de mi jefe?
- ¿Sienten mis colegas algo similar?
- ¿Es la primera vez que me sucede algo así?
Cuanta más información tengas, mejor podrás juzgar qué hacer en tu caso: si dejarlo pasar, hablar o pedir una compensación.
Estudios recientes indican que tienes más posibilidades de generar una reacción, como por ejemplo recibir una disculpa o que solucionen tu situación, cuando puedes demostrar que tu empleador rompió su promesa deliberadamente.
Al hacerlo así puedes demostrar que ellos tienen el control de la situación y por ende pueden corregir sus errores.
Es más, es más posible que recibas una disculpa o una solución si puedes involucrar a otra gente que experimentó una situación similar.
Finalmente, y antes de que hagas nada, pregúntate: "¿Vale realmente la pena?"
A veces, no hacer nada puede ser lo mejor frente a una promesa incumplida.
No estoy diciendo que no digas nada cuando veas o sufras una injusticia en el trabajo, solo estoy diciendo que elijas tus batallas.
Al decidir qué aspectos de tu acuerdo laboral no son negociables para ti y qué aspectos no son fundamentales, puedes protegerte de tener que lidiar con una promesa incumplida.
Mi sugerencia es que evalúes los beneficios, los riesgos, las alternativas, te informes y también pienses en la posibilidad de no hacer nada cuando te veas en una situación semejante.
*Este artículo apareció originalmente en The Conversation y está siendo republicado bajo la licencia Creative commons. Yannick Griep es profesor asistente de psicología industrial y organizativa de la Universidad de Calgary, en Canadá.