La mayoría de nosotros tenemos un programa de televisión favorito de nuestra infancia. Si tienes hijos, es probable que encuentres extraño e incluso aterrador algún programa que ven tus hijos.

Hoy en día, para muchos padres en Reino Unido ese programa es Moon and Me (La Luna y yo).

Cuenta las hazañas nocturnas de un grupo de muñecas -incluida Pepi Nana, una cebolla rosada llamada Mr Onion y otra con aspecto de payaso, Colly Wobble- que cobran vida cuando cae la noche y la Luna brilla.

Mi sobrino de 1 año y medio no comparte mi escepticismo. A medida que avanza el episodio se pega cada vez más a la pantalla, sonriendo, chillando y diciendo: '¡Guau!".

Mi hija de 8 años también lo mira maravillada, con la boca abierta.

¿Qué tienen estos programas de televisión que los hace tan cautivadores para su joven audiencia, pero que resultan tan extraños a ojos de un adulto?

Como madre, me pregunto si ver televisión a una edad tan temprana es una experiencia saludable para los niños, o si esa actividad puede perjudicar su desarrollo.

El hecho de que no comprenda estos programas no ayuda.

Pero parece ser que las cosas raras funcionan.

Un mundo diferente

El cerebro de los niños pequeños procesa la información de manera distinta al de los adultos; lo que es raro para nosotros, a menudo es sumamente entretenido para ellos.

Una mejor comprensión de esas diferencias podría ayudar a crear programas de televisión más saludables y atractivos para ellos, ayudándoles a entender el mundo mientras se divierten.

Y también podría servirnos a los padres a tomar mejores decisiones sobre el tipo de televisión que permitimos que vean.

Por lo visto, Moon and Me es fruto de una colaboración entre el co-creador de los exitosos Teletubbies - Andrew Davenport - y Dylan Yamada-Rice, una investigadora especializada en educación infantil y en storytelling (narración de historias), para estudiar cómo interactúan los niños con las casas de muñecos.

Este tipo de colaboraciones entre académicos y televisión infantil no son nuevas.

Plaza Sésamo, que celebró su 50 aniversario en 2019, empleó a psicólogos del desarrollo y a expertos en educación en su equipo de producción desde el principio.

Su co-creador, Joan Ganz Cooney, pensó que la televisión podría usarse como una herramienta educativa para preparar mejor a los niños para la guardería.

Hacia enero de 1970, apenas unos meses después de que se emitiera por primera vez, cerca de un tercio de los niños de 2 a 6 años en Estados Unidos veían el programa de manera habitual.

Más de cinco millones de niños sintonizaban cada episodio.

Y aunque era entretenido, también estuvo -y sigue estando- creado con unos objetivos de aprendizaje específicos.

"La misión de Plaza Sésamo era ayudar a los niños a crecer siendo más inteligentes, fuertes y amables", le dice a la BBC Rosemarie Truglio, psicóloga del desarrollo y vicepresidenta de currículum y contenido en Sesame Workshop (la organización sin fines de lucro detrás de Plaza Sésamo y otros programas alrededor del mundo).

¿Tuvo éxito?

Sin duda. A finales de la década de 1960, en la mayoría de los hogares estadounidenses había un televisor, pero si podían o no ver Plaza Sésamo dependía de dónde vivían porque en algunas áreas la señal era más débil.

"El simple hecho de verlo constantemente mejoró el rendimiento escolar de los niños", cuenta Phillip Levin, un economista del Wellesley College de Massachusetts, citando resultados de un estudio que publicó junto a Melissa Kearney en la Universidad de Maryland.

Descubrieron que los niños que veían Plaza Sésamo eran más proclives a tener un mejor desarrollo académico que quienes no lo veían.

Pero no toda la televisión para niños es educativa.

Bob Esponja y su fantasía descomunal

A finales de los 2000, Angeline Lillard, una psicóloga de desarrollo de la Universidad de Virginia, investigó cómo el comportamiento de los niños puede verse afectado por el de los personajes televisivos.

Su equipo veía muchos capítulos de Bob Esponja, unos dibujos estadounidenses sobre una esponja amarilla que vive en una piña al fondo del mar. Es ecléctico, por decir algo, lo cual atrae tanto a adultos como a niños.

"Veíamos mucho Bob Esponja en las reuniones de laboratorio y sentía que no podía hacer ningún trabajo después", recuerda Lillard. "Pensé: 'Si eso me pasa después de verlo, me pregunto qué les pasará a los niños de 4 años'".

Eso le animó a comenzar un estudio en el que observó el impacto de la televisión en capacidades cognitivas de los niños como la atención, la planificación o la gestión de emociones.

Y resultó que ver Bob Esponja perjudicó el rendimiento de niños de 4 años en varias pruebas, incluido repetir los números al revés y tocarse los dedos de los pies cuando se les indicaba que se tocaran la cabeza.

En ese momento, Lillard pensó que pudo haber sido por la rápida edición del episodio, pues la escena cambiaba cada 11 segundos.

Cuatro años más tarde, publicó los resultados en un estudio de seguimiento; el problema no era la velocidad, sino el contenido fantástico y desafiante a las leyes de la física que contenía.

"Muy temprano en la vida, si no de manera innata, los bebés tienen cierta comprensión de que las cosas se caen, o de que si algo hace presión sobre otra cosa, se cae", explica Lillard.

Pero en Bob Esponja un auto vuela, después se sumerge en el espacio y de repente cae bajo el mar, o hay comida de gato fuera de una caja, y lo que sale de ella es mucho más de lo que cabe, por poner algunos ejemplos de cosas irreales.

"Nuestros cerebros no están programados para procesar todo eso", dice Lillard.

Lillard dice que solo han observado el efecto a corto plazo y que no hay evidencia directa que sugiera que ver contenido demasiado fantasioso dañe a tu hijo a largo plazo. Por ahora solo han experimentado con hasta niños de 6 años.

Pero eso no pasa sólo con Bob Esponja.

Martha Habla -un programa sobre una perrita que puede hablar con su dueño tras beber sopa de letras (se estrenó en Latinoamérica en 2009)- tuvo un efecto similar, además de la serie de dibujos animados Mini Einsteins, que trata sobre cuatro niño que ayudan a un hada a colocar la aurora boreal en el cielo.

Incluso programas educativos bien intencionados pueden ser contraproducentes en su vida si su contenido es inapropiado para su edad.

Smith dice que los niños no tienen del todo desarrollado el sistema visual para, por ejemplo, distinguir personajes de distintos fondos.

Y para que lo entiendan, un narrador debe explicar uno a uno las figuras que aparecen cada vez, aunque suene repetitivo.

Recuerdo estar sentada en el sofá tratando de captar la atención de mis hijos en Blue Planet, un documental de naturaleza de la BBC. En ese momento parecía relajante, educativo. Pero a los niños no parecía interesarles. Ahora entiendo por qué.

El éxito de los Teletubbies

Si quieres atraer la atención de los niños hacia un objeto o personaje, tienes que señalar toda la información visual para que puedan seguir la historia.

Por eso los programas infantiles tienen grandes caras caricaturizadas, a menudo con palos que sobresalen de sus cabezas (por ejemplo, los Teletubbies).

"Así, cuando mueven la cabeza hay mucho movimiento periférico", dice Smith. "También tienen mucha luz y contraste de color, que les ayuda a encontrar aquello en lo que están interesados".

Andrew Davenport -el productor de Teletubbies y de Moon and Me- estudió terapia del lenguaje en la universidad, pero su verdadera pasión era el arte dramático.

Al graduarse, él y un amigo crearon una compañía de producción teatral, y así consiguió un trabajo como escritor y titiritero en un programa de televisión llamado Tots TVque ganó dos premios BAFTA, y que acaparó audiencias de Reino Unido, Estados Unidos, América Central y América del Sur.

Pero eso no es nada comparado con todo lo que Davenport hizo después.

Teletubbies fue el equivalente televisivo a un taquillazo de Hollywood, llegando a ser emitido en más de 120 países en 45 lenguajes distintos.

Tinky Winky, Dipsy, Laa-Laa y Po fueron concebidos en un viaje al Instituto Smithsonian de Washington (un centro de educación e investigación financiado por el gobierno de Estados Unidos) con Anne Wood, fundadora y directora creativa de Ragdoll, la productora de Tots TV.

Entraron en una exposición sobre el espacio y Davenport dijo: "¿No es extraño cómo ponen toda esta tecnología en los trajes espaciales, y cuando los ves caminando se parecen mucho a unos bebés en pañales?".

Los Teletubbies fueron creados como bebés tecnológicos. Sus cuerpos tienen colores fluorescentes porque parecía encajar con la cuestión tecnológica, así como los televisores en sus panzas que muestran videos de niños que hacen actividades sencillas en el mundo real.

"Para mí, los Teletubbies tratan totalmente sobre esa etapa temprana de la vida en que el niño se enfrenta a su cuerpo y a su propio estado físico: caminar, hablar, correr, caerse, todas las cosas que hicieron los Teletubbies", dice Davenport .

El escenario de color verde fue diseñado para acentuar la profundidad del espacio físico que habitaban.

Pero algunos adultos no lo entendieron.

El programa fue acusado de "atontar" la televisión infantil y criticado por su constante repetición, malas tramas y falta de sentido del lugar. Pero de eso se trataba precisamente.

Teletubbies fue quizás el primer programa de televisión diseñado específicamente para niños de 1 a 2 años. Un ejecutivo de televisión noruego lo describió como "el programa infantil más orientado al mercado que he visto".

Si los Teletubbies son raros, es porque a nivel visual y evolutivo equivalen a una conversación infantil.

Para Wood, el diseño de programas como Teletubbies es intuición combinada con años de prueba y error.

Aunque los niños viven en el mismo mundo que nosotros, lo perciben de manera muy distinta.

"Cuando la gente se oponía a los Teletubbies, solíamos decir: 'Mira, los Teletubbies entienden a los bebés y los bebés entienden a los Teletubbies. Si ves Teletubbies sin tu hijo, solo obtienes la mitad de la conversación'", explica Wood.

Andrew Davenport dice que "si te aproximas a los niños desde su propia cultura, en lugar de imponer la tuya sobre ellos, están mucho más motivados e interesados".

La norma general es esta: antes de los 2 años, los niños no entienden mucho de lo que pasa en el televisor, a menos de que un adulto se siente con ellos a explicarles.

"La forma en que tendemos a hacer televisión para niños es crear historias a través de una narrativa con personajes que interactúan con el tiempo", dice Heather Kirkorian, psicóloga del desarrollo de la Universidad de Wisconsin. "Ese tipo de formato narrativo tradicional probablemente no funciona muy bien para niños menores de 2 años".

Si ven demasiada televisión, eso podría incluso desalentarlos de interactuar con el mundo real.

Mira la tele con ellos

Entre los 2 y los 3 años, y hasta que tienen 5, los niños pueden seguir tramas sencillas, pero no lecciones morales complejas.

Hasta los 12 años no comienzan a comprender las cosas que ven en la pantalla como adultos.

La investigación de Kirkorian sugiere que los bebés podrían aprender más cosas de aplicaciones interactivas, como juegos o incluso chats de video, que de programas televisivos.

"Todo el contenido televisivo enseña algo. La pregunta es qué es lo que enseña", solía decir Joan Ganz Cooney, el cocreador de Plaza Sésamo.

Muchos contenidos todavía retratan estereotipos inútiles sobre, por ejemplo, lo que pueden hacer las niñas y los niños, o presentan violencia.

"[El adulto de un niño] es muy diferente al de un adulto que puede decir: 'está bien, esto es solo comedia y es divertido'", dice Rosemarie Truglio, del Sesame Workshop.

Ella cree que la mejor manera para que los niños vean ese programa infantil -o cualquier otro- es con un adulto.

Eso puede reforzar los mensajes educativos que narran. También puede ser útil para quien les cuida porque puedes detectar si disfrutan de algo de dudosa ética o que represente estereotipos, y después hablarlo.

Tim Smith dice que muchos estudios han demostrado que la forma estándar de hacer televisión para niños centrada en los adultos conducirá a una muy pobre transmisión de conocimiento.

Pero puedes mejorar eso si ves los programas con ellos.

Los niños pueden parecer muy entretenidos y cognitivamente activos, pero su atención siempre es limitada, dice Smith. Él sugiere pausar la televisión puntualmente para dar a los niños tiempo para participar y discutir lo que están viendo.

Como madre de dos hijos me suena bien. Pero a veces solo deseo un poco de paz y tranquilidad. A veces tengo cosas por hacer. A veces hemos estado jugando tres horas y necesito un descanso.

Cuando yo veía la tele de niña solo lo hacía unas pocas horas al día y en los canales infantiles. Ahora tenemos YouTube y Netflix para ver dibujos siempre que queramos.

Me tranquiliza que programas como Moon Baby no sean tan dañinos.

Pero también estoy decidida a no desconectar necesariamente cuando el televisor o el iPad estén encendidos. Porque con un poco más de esfuerzo por mi parte, puede haber algo aún mejor: un mundo extraño que explorar juntos.

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