Calder y Alexandra son hermanos mellizos pero, pese a haber nacido al mismo tiempo, no tienen el mismo padre.

Cuando sus progenitores Simon y Graeme Berney-Edwards recibieron la noticia de que iban a ser padres vivieron un carrusel de emociones.

Primero vieron el ultrasonido. Después escucharon los latidos del corazón de un bebé y luego del otro.

Y, al igual que millones de parejas alrededor del mundo en estas circunstancias, sintieron fundirse en ellos las lágrimas y la alegría.

Pero su caso no se parecía al de muchos otros.

Para empezar, ese primer estudio de ultrasonido lo pudieron ver a través de una aplicación de videollamada que les hizo desde Canadá Meg Stone, la mujer que se había ofrecido como madre de alquiler.

Y ellos, los padres, estaban en su vivienda familiar en Reino Unido.

"Recuerdo que nos sentamos en la mesa del comedor durante dos horas, pasando de la euforia al llanto", comentó Simon durante una entrevista en el programa de Victoria Derbyshire, en la BBC.

Lo más sorprendente, sin embargo, era que -a diferencia de lo que ocurre con muchas parejas de hombres homosexuales- Simon y Graeme no habían tenido que escoger cuál de los dos sería el padre biológico de los bebés, sino que Stone traería al mundo un hijo concebido por cada uno.

Y así fue: Alexandra es hija de Simon y Calder es hijo de Graeme.

Pero ¿cómo fue esto posible?

Cuatro padres, tres países, dos bebés

Los pequeños, que ya tienen 19 meses, viven en Reino Unido junto a sus padres. Pero el proceso de traerlos al mundo implicó mucha logística y otro tanto de ciencia.

Cuando Simon y Graeme decidieron hacer crecer su familia, acudieron a una agencia que se encarga de ayudar a los padres en procesos de fecundación in vitro.

Inicialmente, tenían la idea de que primero tendrían un hijo engendrado por uno de ellos y, posteriormente, un segundo hijo procreado por el otro.

Sin embargo, en la agencia que les ayudó les indicaron que era posible tener a los dos niños al mismo tiempo y con la misma madre.

Después de dudar un poco, la pareja decidió seguir adelante con esta idea, para lo cual consiguieron una donante anónima de óvulos en Estados Unidos.

Viajaron a Las Vegas, donde fueron extraídos los óvulos y separados en dos grupos: la mitad serían fertilizados con el esperma de Simon y la otra mitad con el de Graeme.

Los embriones fecundados resultantes fueron evaluados y congelados hasta el momento de la implantación en el vientre de la madre gestante.

Madre en Canadá

A la madre la buscaron en Canadá, ya que aunque en Reino Unido está permitida la gestación subrogada, el marco legal canadiense les daba más tranquilidad porque los acuerdos son más fáciles de ejecutar.

Según contaron a la BBC, no les gustaba el hecho de que en Reino Unido los certificados de nacimiento serían emitidos originalmente a nombre de la madre gestante, quien tendría hasta seis semanas para decidir si quería quedarse con los niños o no.

"Escogimos Canadá porque nos gusta el marco legal que tienen. Es muy similar al de Reino Unido, en el sentido de que es muy altruista. No se trata de un negocio", dijo Simon.

"Para nosotros, era muy importante tener una buena relación de largo plazo con la madre gestante porque no podemos tener un vínculo con la donante de los óvulos anónima. Queremos que ellos puedan tener esa relación en el futuro, pero el marco legal en Canadá es más claro y te ofrece más garantías", agregó.

Una vez implantados los embriones, Simon y Graeme siguieron el embarazo a distancia y se organizaron para viajar a Canadá unas seis semanas antes de la fecha posible del nacimiento.

Esa previsión, sin embargo, no les libró de pasar un buen susto cuando una semana antes de partir hacia América hubo una falsa alarma de parto.

¿Piensan tener más hijos?, les preguntó Victoria Derbyshire.

"Nosotros siempre dijimos que si tuviéramos la suerte de tener uno de cada uno sería suficiente. No nos plantearíamos tener cuatro, pero yo digo que nunca digas nunca jamás", respondió Simon, quien reveló que aún tienen nueve embriones congelados.

Publicidad