"Si la piel sobrepasa la parte de arriba de mis pantalones, considero que eso es grasa", le dijo a la BBC frente a un espejo James, un joven galés de 25 años.
Hace cinco que lucha contra la anorexia, un trastorno alimenticio que hizo que tuviera que dejar sus estudios universitarios y volver a vivir a casa de su madre.
James perdió el control sobre su peso después de adelgazar 45 kg durante su paso por la universidad. "Empecé a restringir lo que comía pero después eso se volvió una obsesión, que acabó en anorexia".
Al también galés Nigel Owens, hoy un reconocido árbitro internacional de rugby, le pasó algo parecido pero desde otro trastorno: la bulimia.
A los 19 años empezó a adelgazar drásticamente y pasó de 103 a 73 kg. "Llevo luchando contra un trastorno alimenticio más de la mitad de mi vida", admite ahora, con 46 años.
Owens le contó a la BBC que en su adolescencia tuvo dificultades para aceptar su homosexualidad y también problemas de depresión.
"La persona que me gustaba no me encontraba atractivo porque tenía sobrepeso, y yo empecé a verme como gordo, como obeso", dijo.
"Quería perder kilos y empecé a ir al baño a provocarme vómitos, prácticamente después de cada comida", recuerda.
Durante cinco o seis años devolvía dos o tres veces al día para tratar de controlar su peso pero en todo ese tiempo no se veía a sí mismo como enfermo.
"Es una enfermedad muy sigilosa. Y en particular para los hombres es muy difícil hablar sobre el tema".
Un trastorno no solo de mujeres
Los trastornos alimenticios como la anorexia y la bulimia tienen la tasa de mortalidad más alta de todas las enfermedades mentales en Reino Unido.
En ese país se estima que un cuarto de los pacientes son niños y hombres, como James o Owens.
Según una investigación del programa Panorama de la BBC el número de varones que recibió tratamiento por trastornos alimenticios en Reino Unido aumentó un 43% en solo dos años, entre 2014 y 2016.
Y según los datos de Beat, una organización británica sin ánimo de lucro que ofrece apoyo a personas con trastornos alimenticios, un quinto de las llamadas que recibe pidiendo ayuda son de niños y hombres.
Pero según Beat, muchos varones no piden ayuda porque no quieren que los vean como pacientes de un problema que perciben que es de niñas o mujeres.
"Hablar no es una señal de debilidad"
"Yo pensé que lo tenía bajo control para perder peso. Pero obviamente no era así", dice Owens.
27 años después cree que la lección más grande que aprendió, que suele ser también el mayor desafío para los pacientes, es la importancia de identificar y aceptar que hay un problema lo antes posible.
"Cuanto antes identifiques el problema y pidas ayuda mayores son las posibilidades de recuperarte", dijo.
"No quieres estar en mi situación: verte 30 años después sufriendo todavía con lo mismo".
Owen admite que mientras se preparaba para arbitrar la final del campeonato mundial de rugby hace unos cuatro años volvió a sufrir episodios de bulimia. En realidad la enfermedad lo acompañó recurrentemente en distintos momentos de su vida durante las últimas tres décadas.
Su honestidad ha atraído muchos comentarios positivos en las redes sociales.
"Hablar de tus problemas no es una señal de debilidad, sino de fortaleza, y puede ayudar a otras personas", dice el árbitro, aunque matiza que "la parte triste de toda esta experiencia es ver que hay muchísima gente de todas las edades que está pasando por lo mismo".
Para muchos pacientes se convierte en un infierno.
Acoso interno
En los peores momentos James, que todavía trata de recuperarse de su anorexia, se siente acosado por su propia mente.
"Mi cuerpo dice "ya está bien", pero mi cabeza dice sigue, sigue, sigue".
"No pasa ni una hora, diría incluso que ni diez minutos, sin escuchar esa voz", admite.
"Lo que yo quiero es ser libre, comer lo que quiera y disfrutar de la vida, pero obviamente no puedo, no tengo la fuerza necesaria por el acoso mental al que yo mismo me someto".
Recientemente James empezó un tratamiento médico con un dietista y ahora empieza a ver "la luz al final del túnel".
"La anorexia no va a estar ahí siempre", dice con 25 años.
"Sé que podré llegar a un lugar en el que me sienta feliz", dijo esperanzado.